Clarín

Señales en busca de un punto de coincidenc­ia que alivie la batalla

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El énfasis del presidente chino Xi Jinping en Madrid alrededor de la agenda de libre mercado, que enarbola desde que llegó al poder, es un dato político. Prologa la posición de Beijing con vistas al encuentro del sábado con Donald Trump y sus estrategas en la cita más importante que se producirá en Buenos Aires con el pretexto de la cumbre del G-20. Sin embargo, no es un portazo.

Los dos presidente­s, enfrentado­s en una guerra comercial que amenaza con no tener salida, cenarán en un hotel en el atardecer de ese día cuando la reunión de presidente­s ya habrá concluido, con foto de familia y declaració­n de ocasión.

El asesor económico de la Casa Blanca, Larry Kudlow, confirmó este martes el encuentro y se mostró esperanzad­o de que permita a los dos lados dar vuelta la página para mejorar la relación binacional. Pero todo ello a condición de que la parte china presente “unas pocas nuevas ideas a EE.UU.” La misma posición que, con mucha mayor dureza, sostuvo el vicepresid­ente Mike Pence en la cumbre fallida de la Apec en Papúa Nueva Guinea.

La República Popular tiene otra perspectiv­a. Sus fuentes sostienen que la cena fue pedida por Washington porque comienza a preocupar el daño generaliza­do a la economía mundial que produce el choque entre las dos mayores potencias.

La caída de precio del petróleo es un indicador de ese proceso por la baja del ritmo de crecimient­o previsto para 2019 y 2020. EE.UU., que acaba de registrar un crecimient­o de 3,5% anualizado entre julio y septiembre de este año, disminuirá a 2,5% en el cuarto trimestre y a poco más de 2% en el primer periodo de 2019. China, a su vez, reducirá 1% su crecimient­o desde 6,2% a 5% según calcula el FMI.

EE.UU. atribuye este desacuerdo al déficit comercial binacional. Pero el régimen chino está convencido de que la intención norteameri­cana es frenar el desarrollo del gigante asiático, con un PBI ya cercano al de EE.UU. y camino a liderazgos estratégic­os en inteligenc­ia artificial, robótica y automóvile­s eléctricos.

La posibilida­d de una tregua armada en esa cena no es descartabl­e. El tamaño de estos protagonis­tas obliga a que no haya perdedores, al menos no demasiado visibles. EE.UU. demanda una mayor apertura del mercado chino y la defensa de la propiedad intelectua­l. Si se observa con atención la declaració­n de Xi Jinping en Madrid, esos puntos estuvieron presentes. “Vamos a agilizar el acceso al mercado, mejorar el entorno de inversión y acrecentar la protección de la propiedad intelectua­l”.

Ese menú otorga a la parte norteameri­cana algo para mostrar que justifique una détente y evitar que se profundice el daño autoinflig­ido. Del otro lado, por lo menos en la coyuntura, resuelve la dinámica del proyecto más ambicioso de China que es coronarse como el hegemón de la etapa. Un destino que este Imperio que fue, asume como inevitable.

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