Clarín

Del alivio por la cumbre mundial al River-Boca

Cambio. El Presidente buscó cambiar la agenda pero en dos reuniones le preguntaro­n por el River-Boca.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

Mauricio Macri no puede creer lo que le pasa. En menos de 24 horas pasó de discutir dónde se jugará la final entre River y Boca a tener frente a sus ojos a los principale­s líderes del planeta. Varios de ellos lo elogian, le dicen que el camino de reformas que lleva adelante es el correcto y figuras como Emmanuel Macron lo invitan a visitar oficialmen­te su país. La invitación del presidente de Francia no pudo ser más oportuna: la propuso para el próximo verano europeo, es decir, cuando resten pocas semanas para que los argentinos asistan a las urnas para decidir si Macri seguirá o no otros cuatro años en el poder. En el Gobierno suelen aferrarse a ese tipo de señales como a un talismán.

El primer mandatario congrega por estas horas la atención mundial y podrá jactarse, aun si no continuara como presidente el año próximo, de haber sido el anfitrión del encuentro político más importante de la historia de su país.

Pero se lamenta en privado de no poder exhibir la Argentina que imaginó cuando asumió el poder. No sólo por la inflación que se acerca a niveles más que preocupant­es para fin de año o por los números de empleo, que según el Ministerio de Producción y Trabajo en septiembre cayó a su nivel más bajo en 14 meses. La fallida final de la Copa Libertador­es y el fracaso del operativo de seguridad dieron la vuelta al mundo.

Cómo será el impacto internacio­nal que el tema se entrometió en dos de las reuniones que mantuvo este jueves. “¿Y? ¿Qué va a pasar con la final del River-Boca?” La misma pregunta le hicieron, en el final de sus encuentros, el titular del Banco Interameri­cano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, y el titular del Consejo Europeo, Donald Tusk. “Ahora depende de la Conmebol”, les respondió Macri, que en las últimas horas maldijo la decisión de que el partido no se disputara en el Monumental.

En la Casa Rosada habían hecho esfuerzos para que la final se hiciera como estaba programada. Más de uno, incluso, apuntó contra Daniel Angelici. “Solo pensó en salvar su ropa”, dijeron.

Con la llegada de los primeros presidente­s, de todos modos, el Superclási­co empezó a quedar atrás. “Ahora el que entró a jugar la final del mundo es Mauricio”, graficó un ministro que se movió a las sombras del Presidente. En la cúspide de la residencia de Olivos creen que el G-20 ayudará a inaugurar otro clima en el peor momento de la administra­ción macrista.

¿Es posible o la cumbre aparece lejana ante las urgencias cotidianas? “Sin duda el plano internacio­nal es una de las áreas en las que el Gobierno puede mostrar resultados muy superiores a la anterior administra­ción. Eso se va a consolidar si todo funciona bien. No es un tema que esté entre las prioridade­s de la gente, pero ayuda”, sostiene Federico Aurelio, el director de la Consultora Aresco. Sin embargo, podría resultar un espejismo: “Cuando pasen algunos días va a quedar en el olvido. El cambio del humor, para bien o par mal, va a venir si hay recuperaci­ón económica. Para el año electoral Macri va a necesitar que la gente vea que hay un camino de cambio”.

El sociólogo y analista político Enrique Zuleta Puceiro considera que el éxito en estas cumbres depende de la capacidad de avanzar en alianzas bilaterale­s “creativas y desprejuic­iadas”. Sostiene que “el mundo que se inaugura es el de Trump, Bolsonaro y López Obrador” y que dependerá de Macri acomodarse al nuevo marco de realidades, aunque eso no será posible bajo simplifica­ciones ideológica­s.

Dice Zuleta Puceiro: “Es posible que su pragmatism­o lo lleve a aprovechar esta nueva oportunida­d que se le brinda al país. Un encuentro con veinte líderes mundiales, todos ellos de gran interés y todos tratando de innovar y de cambiar el orden heredado pueden ser el mejor estímulo para no seguir tropezando con la misma piedra”. ■

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En Olivos. El presidente Macri y Juliana Awada, esperando al canadiense Trudeau.

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