Clarín

Nadie quería perder y al final perdieron todos

- Martín Voogd mvoogd@clarin.com

Fue un error enorme cuando supusimos que sería la final que todos querían jugar y que nadie quería perder. Después de escenas propias de cuentos de Osvaldo Soriano -el diluvio previo a la ida-, pero también de Horacio Quiroga -el ataque al micro de Boca, las operacione­s incesantes de cada lado y los desmanejos de la Conmebol-, pasó un mes y aún no se sabe quién será el campeón. Además, queda claro que poco interesa jugar al fútbol. Así, sobre todas las cosas, el inmenso miedo a perder llevó a perder a todos.

Perdió Domínguez, presidente de la Conmebol, que se frotó las manos imaginando el prestigio que le daría este River-Boca y terminó mostrando que todo lo malo es posible en el fútbol sudamerica­no. Desde ordenar que se juegue con futbolista­s que no estaban en condicione­s de salir a la cancha hasta lotear al mejor postor (¡y muy lejos de Sudamérica!) la sede de la final antes de que la Unidad Disciplina­ria decidiera qué hacer con el reclamo de Boca.

Perdió Angelici, que presionado firmó un papel comprometi­éndose a jugar en la tarde del terror en el Monumental, pero horas después, otra vez presionado, dijo que iría a fondo contra River y que no pararía de reclamar hasta que el TAS se expidiera. Ahora, después de haber tensado la cuerda y perdido parte de su capital político, Boca ya hizo sin chistar las reservas para jugar en Madrid.

Perdió D’Onofrio, más allá de que River sigue con chances de ser otra vez el rey de América cuando podría haber quedado descalific­ado. A convenienc­ia, saltó de una vereda a la otra entre 2015 y 2018. Incluso, cuando hacía falta que todo se tranquiliz­ara, mostró su costado más desafiante en una inoportuna conferenci­a de prensa en Mar del Plata, donde no hizo más que tirar nafta al incendio. Pidió perdón. Ya era tarde. Perdieron todos.

En realidad, perdimos todos. ■

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