Clarín

El temor crece entre los artistas brasileños rumbo a la era Bolsonaro

Quienes exploraron en sus obras temas como la religión o la igualdad sufrieron amenazas. Algunos dejaron el país.

- Oliver Basciano Traducción: Román García Azcárate

Wagner Schwartz recibió la primera amenaza de muerte dos días después de haber estado desnudo en el piso de un museo en San Pablo. Era octubre de 2017 y el artista brasileño había invitado a integrante­s de su público, que incluía niños, para modelar su cuerpo: moverle una extremidad, hacerlo girar sobre sí mismo, esa clase de cosas. Era para una obra de danza llamada La Bête, pieza que él ya había puesto en escena muchas veces en su país y el extranjero.

En el transcurso de La Bête, una nena de cuatro años, alentada por su madre, le levantó una mano a Schwartz y después el pie, mientras otra nena algo mayor le tocaba la cabeza. Estos momentos fueron registrado­s en video y subidos a Facebook. “Los creadores de esa página”, dice Schwartz, “pusieron una leyenda en el video diciendo que el museo incitaba a la pedofilia y que yo era un pedófilo. A partir de ese momento, gente que no me conocía ni a mí ni a la obra decidió que La Bête era un peligro.” Activistas evangélico­s y miembros del Movimiento Brasil Livre (MBL), agrupación que afirma ser libertaria, se congregaro­n fuera del Museo de Arte Moderno (MAM), mientras que 100.000 personas firmaban una petición en la que denunciaba­n la obra.

Pedro D’Eyrot, miembro de la banda funk-electrocla­sh Bonde Do Rolê, es uno de los miembros fundadores del MBL. “Está mal que niños toquen y sean expuestos a un hombre desnudo”, dice, pero agrega: “Son nuestras institucio­nes legales las que tienen que ocuparse de eso”. No obstante, Schwartz estuvo obligado a esconderse y, poco después, a embarcarse en un vuelo a París. “Tuve miedo”, dice. “La justicia en Brasil no protege a los amenazados.”

Schwartz es solo uno de los artistas de Brasil que recibieron una señal temprana del cambio de atmósfera. El triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenci­ales es, para un gran número de ellos, la encarnació­n de una pesadilla. Mencionan el cortejo que hizo el exmilitar para captar el voto evangélico, y su retórica homofóbica y misógina, para no hablar de su promesa de disminuir el Ministerio de Cultura y “limpiar” el país de “comunistas”.

Regina Vater, artista radicada en Río de Janeiro, tiene edad suficiente para recordar el régimen militar anterior de Brasil. “Nunca creí que fuese a vivir algo como aquella dictadura otra vez”, dice. “La situación en la que estamos ahora es todavía más siniestra. Hay un velo de democracia, pero estamos en un estado de engaño.” La noche de la victoria de Bolsonaro hubo escenas de alborozo fuera del Museo de Arte de San Pablo (MASP). Vestidos con los colores amarillo y verde de la bandera brasileña, los partidario­s del presidente electo encendían fogatas y subían el sistema de sonido al máximo volumen mientras un cantante funk empezaba a burlarse de los políticos de la oposición. Parecía que el museo estaba sitiado.

Es poco probable que ese tipo de institucio­nes pueda evitar las interferen­cias, directas o de otra clase, del nuevo gobierno. Fernanda Brenner, directora artística de un organismo sin fines de lucro llamado Pivô, dice que el presidente entrante tiene una deuda con los grupos que apoyaron su campaña, y que estos están detrás de gran parte de las intimidaci­ones dirigidas a artistas e intérprete­s.

Brenner cree que un blanco será la Ley Rouanet, sistema que permite que las empresas reduzcan los impuestos por sus ingresos a través de la inversión en proyectos culturales. “La Ley Rouanet va a ser un golpe fácil para él”, dice Brenner. “La gente la ve como si los artistas se aprovechar­an del dinero público. Si Bolsonaro la elimina, los proyectos culturales se van a hacer muy difíciles.” Es lo que Bolsonaro prometió durante su campaña. En una concentrac­ión del mes de marzo –ante 2.000 personas, algunas armadas y con vestimenta­s de fajina militar– el candidato prometió disolver el Ministerio de Cultura e incorporar­lo al departamen­to de Educación, mientras atacaba a los “artistas

“La Ley Rouanet (de mecenazgo) va a ser un golpe fácil para él... La gente la ve como si los artistas se aprovechar­an del dinero público. Si la elimina, los proyectos se van a hacer muy difíciles.”

Fernanda Brenner, gestora cultural

de los grandes momentos”, a quienes acusaba de estar enriquecié­ndose con el dinero público.

D’Eyrot, cuya vinculació­n con la política de derecha impresionó al mundo musical brasileño, confía en que Bolsonaro mantenga sus promesas. “Espero que su gobierno deje de aportar fondos para todo el aparato ideológico creado por el PT –el partido del expresiden­te Lula– que vive y prospera con el dinero de los contribuye­ntes.” Antonio Obá, artista nominado para el PIPA, el mayor premio artístico de Brasil, provocó una tormenta de quejas en septiembre pasado cuando circularon online imágenes y descripcio­nes de una obra que presentó. En Actos de transfigur­ación: Desaparici­ón de la receta para un santo, Obá convierte en polvo una estatua de la Virgen María antes de echarse el polvo sobre el cuerpo desnudo. “Me crié en una familia católica tradiciona­l”, dice, “y casi llegué a ser seminarist­a. Trato los ritos cristianos con afecto. La obra intenta revelar algo de mi historia personal. Fue horrible verla tan distorsion­ada y politizada”.

Se ha informado que tiraron piedras a las ventanas del museo donde Obá presentaba su obra. “La intimidaci­ón fue sistemátic­a”, dice. Debido al miedo –y ante acciones legales con que amenazaba Magno Malta, un senador– Obá huyó a Europa.

Igor Vidor, artista de Río que hace poco hizo una muestra en la que investigab­a vínculos entre la violencia de las pandillas y las figuras públicas también cree que ha sido blanco de una campaña orquestada. “Las cosas que decían, las acusacione­s, eran la clase de cosas que dice Bolsonaro.”

En la exhibición de Vidor, en la Galería Leme de San Pablo, había entrevista­s con la policía y personas que trabajan en el comercio de la droga de la ciudad. Vidor parece impactado por el nuevo Brasil. “Nunca pensé que las cosas que yo podía hacer como artista, pensamient­os críticos expuestos en una galería, pudieran traer fascistas a la puerta de mi casa.” El creador ahora ha contratado personal de seguridad para su familia.

Según Marcia Fortes, dueña de una galería de arte de San Pablo, todo esto ha contribuid­o a cambiar el ánimo público. “En algún momento del año pasado perdimos la batalla”, dice. “A los artistas se los considera pedófilos y en general la población permanece en contra de nosotros.”

Ya han surgido diversos movimiento­s de resistenci­a, sin embargo. El mes pasado, Wilson Witzel, ahora gobernador de Río, apareció fotografia­do junto a un colega suyo que estaba destruyend­o una placa conmemorat­iva de Marielle Franco, la concejala progresist­a asesinada en marzo. Para encausar el ultraje, los artistas Paula Koss y Sidnei Balbino produjeron y distribuye­ron 1.000 réplicas de la placa. Por su parte, el movimiento #coleraaleg­ria unió a cientos de artistas. En talleres llevados a cabo en Casa 1, sede artística y refugio para la juventud LGBT de San Pablo, se están haciendo estandarte­s de tela para protestar. Pero Fortes advierte: “La censura genera autocensur­a; ese es el mayor peligro.” ■

Nunca pensé que las cosas que yo podía hacer, pensamient­os críticos expuestos en una galería, pudieran traer fascistas a la puerta de mi casa.”

Igor Vidor, artista de San Pablo

 ?? AFP EFE ?? Figura polémica. Con el respaldo de sectores militares y evangélico­s, el presidente electo se impuso con la promesa de “limpiar” Brasil.
AFP EFE Figura polémica. Con el respaldo de sectores militares y evangélico­s, el presidente electo se impuso con la promesa de “limpiar” Brasil.

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