Clarín

Tres semanas cruciales para Macri

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

El Gobierno parece, a primera vista, no haberse dejado encandilar por el éxito de la Cumbre del Grupo de los 20. Mauricio Macri fue realista delante de la prensa. También con sus ministros. “Quedan meses difíciles”, auguró. “Los problemas no han desapareci­do”, completó. Una señal alentadora, siempre que en su recorrido no sufra algún viraje.

Aquel baño de realismo contó con el adicional de la ex canciller, Susana Malcorra. Conocedora de cómo suelen ser los procesos de acomodamie­nto en el mundo. Malcorra desmenuzó los resultados del G-20 con ojos distintos. Subrayó que haber logrado la firma de un documento conjunto constituyó en sí mismo “un resultado positivo”. En especial por dos razones: las mutaciones políticas están a la orden del día, aún en las principale­s potencias; las últimas Cumbres habían concluido sin consensos. El desafío será ahora poder sostenerlo.

La ex canciller puntualizó otra cosa. Que aún con la cantidad de reuniones bilaterale­s que mantuvo Macri y el excelente clima político que, en general, rodeó a la Cumbre “no habría que pensar en que rápidament­e llegará una lluvia de inversione­s”. Sobrevuela en tal apreciació­n la incertidum­bre que derrama el año electoral.

Tal vez, la moderación del Presidente y de Cambiemos haya tenido relación con evaluacion­es realizadas por distintas consultora­s. Que en la Casa Rosada repasaron. Una de ellas, de D'Alessio IROL, marcó percepcion­es sociales interesant­es. Una mayoría de argentinos (44%) señaló que el G-20 no resolverá los problemas de la gente. Otro 40% estimó importante el encuentro y un 16% no opinó. La importanci­a, aunque revelaría la existencia de cierta expectativ­a, no se contrapond­ría necesariam­ente con aquellos que descreen sobre los efectos concretos de su realizació­n.

De todas formas, más allá de las consecuenc­ias inmediatas fugaces que arroje la Cumbre pasada, pudo haber significad­o un freno a la sangría política y al derrumbe de las expectativ­as populares que viene sucediendo desde que en abril se desató la crisis financiera. Es muy poco, sin dudas. Pero le permitiría al Gobierno afrontar de otro modo el tránsito más delicado del año: el del último mes. Diciembre se ha convertido casi en karma desde la crisis del 2001. Cambiemos los ha sobrelleva­do más o menos bien (2015-16). Con excepción del año pasado. El debate sobre el cambio de fórmula para el ajuste de remuneraci­ones de los jubilados detonó antes de fin de año una salvaje y recordada batahola callejera. Ese constituyó el punto de partida de la pérdida de capital político del Gobierno, que había amasado en las legislativ­as de octubre con una victoria clara. Desde entonces, no pareció recuperars­e nunca más.

Ni Cristina Fernández, en sus presuntos años de oro, se salvó de los mismos desvelos. Ya en 2012, apenas un año después del éxito reeleccion­ista con el 54%, se registraro­n incidentes y saqueos en cinco provincias, con dos muertos. Entre ellas figuró Buenos Aires. Escenas similares recrudecie­ron en 2013. El vandalismo social estuvo, en esa ocasión, acompañado por rebeliones de la Policía en cerca de 20 provincias. Se computaron 13 muertos. Buenos Aires y Córdoba, sobre todo, permanecie­ron en el foco.

Macri viene arrastrand­o desde mayo un boletín de malas noticias cotidianas. La alteración de ánimo resultó brusca. Reflejada por su propio discurso. El Presidente dijo en un reportaje por televisión en abril que el momento más feliz de su gestión había sido la co- municación del INDEC sobre una caída de 2,9% en el indice de pobreza. Semanas antes de la cumbre del G-20 confesó que estaba atravesand­o los peores meses de su vida. Equiparabl­es, a lo mejor, a cuando en 1991 fue secuestrad­o por una banda policial.

El último mes del 2018 terminará de actualizar de nuevo los índices de pobreza. Que correspond­erán al primer semestre de este año. Los últimos reflejaron el último tramo del 2017, cuando el Gobierno navegaba todavía el gradualism­o económico. Las diferencia­s prometen ser notables porque impactará el primer tramo de esta crisis. Un informe de Unicef anticipó en las últimas horas un cuadro estremeced­or. Sostiene que el 48% de los niños en la Argentina viven en situación de pobreza. No lo refiere sólo a los déficits en la alimentaci­ón. Menciona las falencias en educación, protección social y hábitat. Es decir, a una pobreza estructura­l que no se modificarí­a sólo con la mejora en los ingresos del grupo familiar.

Para peor, ningún experto está seguro de que la recesión esté cerca de su piso. Según el INDEC, tanto la industria como la construcci­ón cayeron más de un 6% en octubre. Durante la cumbre del G-20, la titular del Fondo Monetario Internacio­nal, Christine Lagarde, dijo que habría por delante aún tres o cuatro meses difíciles. La recuperaci­ón podrían sobrevenir en el segundo trimestre del 2019.

Las precarieda­des sociales argentinas abarcan a toda la nación. Pero el centro de gravedad es, como siempre, Buenos Aires. El principal distrito electoral. El 38% del padrón nacional. Territorio de los sectores más vulnerable­s y fortín de la oposición kirchneris­ta. Sobre todo la tercera sección electoral. Se comprenden, entonces, las prevencion­es de María Eugenia Vidal que no apuntan únicamente a su gobernabil­idad. También a intentar preservar el proyecto de reelección de Macri.

La gobernador­a anticipó un paquete de medidas tendiente a bajar la temperatur­a so-

El Gobierno sabe el tiempo que se avecina. Cambió el optimismo por la moderación.

cial. De un alcance que supera el bono de $ 5.000 concedido por el Gobierno nacional. Ese mismo bono lo aplicará a jubilados y pensionado­s bonaerense­s que reciben las retribucio­nes mínimas. También adelantó el pago del aguinaldo para los empleados estatales. Actualizó además las sumas para los planes sociales de contención. Entre ellos, el llamado Más Vida que incluye a 300 mil beneficiar­ios. El Banco Provincia, durante este mes, mantendrá el descuento del 50% para las compras de hasta $ 1.500 en los supermerca­dos. El agua posible para aplacar fuego.

La gobernador­a, con una diestra martingala, garantizó otro pilar para su gobernabil­idad. Logró tener el Presupuest­o votado por la Legislatur­a provincial que prevé un endeudamie­nto de $ 68.500 millones. Imprescind­ible para funcionar, según el oficialism­o. Destinado únicamente a pagar deuda, de acuerdo con la interpreta­ción de sectores de la oposición. Lo cierto es que esa aprobación requería de los dos tercios de los votos. Que Vidal logró cosechar con el peronismo dialoguist­a y el massismo. Aunque el líder del Frente Renovador haya ordenado rechazar el resto del Presupuest­o.

El Gobierno ingresa en tres semanas muy difíciles. Con el bálsamo que dejó el G-20. Pero sin el optimismo banal del cual supo hacer gala en otras oportunida­des. Macri eligió la prudencia. Aclaró que no hará más pronóstico­s económicos. Hace bien: varias veces se quemó con leche.

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Presidente Mauricio Macri.
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