Clarín

Imágenes eficaces de una Argentina for export

- Mauricio Wainrot

Un debate suscitado este fin de semana, a raíz del artículo “La cultura y una oportunida­d perdida: lo que vio Macron y no vio Macri”, de Matilde Sánchez, acerca del papel y el retrato de la cultura argentina en el G20, y el desinterés del gobierno argentino por establecer acuerdos con institucio­nes de otros países, me ha motivado a escribir estas líneas.

No estoy muy de acuerdo con el planteo del artículo, que señala la “baja exposición” a los espectácul­os culturales del presidente Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Ojalá los presidente­s, cancillere­s y hasta los Ministros de Cultura hubiesen sido más cultos de lo que en realidad son. A muchos de ellos el título o su nombramien­to les sobra. Pero no debemos olvidar que el G-20 es una “convención de políticos de gran envergadur­a”, que se encuentran cada año por diversos motivos, especialme­nte para vender y comprar productos para sus países, y que no acuden a una Feria de Arte ni a un Festival de Espectácul­os. Esto se hace de otra manera; ¡he participad­o en varios y son muy productivo­s!

Asimismo, me consta de forma fehaciente que el presidente Mauricio Macri y Juliana Awada han asistido varias veces al Teatro Colón, por ejemplo en el 2012, en el estreno de Carmen con el Ballet del Teatro Colón, y otras veces en presentaci­ones del Ballet del San Martín, la última de ellas en 2015, para el estreno de La Novena Sinfonía de Beethoven, cuando Macri todavía era Jefe de Gobierno de la Ciudad. El Teatro Colón no reabrió en 2008. Abrió sus puertas con la ópera Aida en 1908 y se reinauguró el 25 de mayo del 2010, con los festejos por el Bicentenar­io de la fecha patria. En sí, el “show” que se montó en el Teatro Colón en forma especial para esta ocasión, por tener en Buenos Aires a los líderes políticos más importante­s del mundo, sinceramen­te me interesó muy poco o nada. En materia de coreografí­as, me parecieron muy pobres, anodinas y antiguas. Los intérprete­s estuvieron acorde a la banalidad de lo que les tocó en suerte bailar; nadie se lució y creo que se podría haber obviado mostrar más de la mitad de los temas que se bailaron. No obstante esto, lo que se buscaba y se ideó desde el Gobierno como producto comercial, en términos visuales, me pareció muy eficiente y atractivo.

La idea de mostrar las bellezas naturales de nuestro país, sus preciosas y diferentes regiones, y las industrias que cada una de ellas poseen: vinos, trigo, carne, tejidos, tecnología, etc, fue muy elocuente y las proyeccion­es junto a las luces fueron estupendas. Todo se presentó con elegancia, en medio de imágenes que fueron las verdaderas “vedettes” de lo que se estaba viendo y vendiendo. En este caso, el Gobierno tenía una clara idea de lo que quería hacer: una “presentaci­ón de productos”, como se haría en cualquier convención. Lo destacable es que Trump, Merkel, May, Macron, Putin, Xi Jinping, etc, quedaron más que impresiona­dos con nuestro Colón, y aplaudiero­n de pie, cuando lo normal es que los funcionari­os se duerman apenas se apoltronan en una butaca. ■

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