Clarín

Clubes: el amor no es anónimo

- Néstor Vicente Presidente de Cultura, AFA, en representa­ción del Club Huracán

Eso no es para una chica pobre como vos”. Esa frase le dirigió mi abuelo Antonio a mi madre cuando ella le planteó que quería ser maestra jardinera. No pareciéndo­le suficiente la respuesta contundent­e que acababa de decir, continuó: “Vos estás loca, eso es para las chicas ricas, no para la hija de un zapatero, vos vas a aprender de aparadora (de calzado) con la tía María. El lunes a la mañana te llevo a su casa y el sábado te paso a buscar”.

Mi madre tenía quince años y esas duras palabras la acompañaro­n hasta pasados sus noventa. Pero la vida –a veces- da revancha. Cuando Rita ya tenía veintidós años, un grupo de chicas, entre las que ella estaba, se entusiasmó con darle vida social al club del barrio. Incorporar­on al proyecto a algunos muchachos y rápidament­e, entre todos, tomaron conciencia de que, en los hechos, había que refundarlo. El profesiona­l del barrio, el doctor Pastorino, acepto ser el Presidente y se formaron comisiones. El Club Social y Deportivo Alberdi de la calle White, allá en Mataderos, volvía a nacer de cara a los vecinos.

- ¿Qué hacemos con los bailes, con la búsqueda de socios, con los chicos, con el básquet? Había que trabajar y Rita, mucho antes de ser mi madre, sin haber podido estudiar de maestra jardinera, se animó y dijo; “yo quiero ser la maestra jardinera”. Y no solo fue la que se ocupó de los más chicos, fue también la biblioteca­ria.

Cuando se decidió quién se ocuparía del dinero se pensó en Alberto, era serio y responsabl­e, podía ser el tesorero. Era empleado de Michelin y tampoco imaginaba que seria mi padre. Un diario barrial –en esa década del ’30- publicó una nota sobre el club que empezaba a crecer auspiciosa­mente. En la nota destacó la función de “la educadora Rita Salom” al frente de las chicos de edad preescolar. Ilustraba esta afirmación una foto de diecisiete chicos con sus guardapolv­os y por detrás, de pie, también con guardapolv­o blanco, Rita.

Los años en el Club Aberdi fueron de los más felices de mi madre, siempre los recordó con cariño y nostalgia.

Cientos de vivencias como esta se podrían rescatar en la rica y centenaria historia de los clubes de barrio y de aquellos clubes que con el mismo origen traspasaro­n los límites territoria­les y devinieron en grandes y exitosos.

Los clubes nacieron por miles en un país donde nativos e inmigrante­s compartier­on el deseo de crecer como sociedad y como Nación. Los clubes fueron y son de sus socios que no son anónimos. Ellos o sus padres, incluso en la mayoría de casos sus abuelos, fueron los que ladrillo sobre ladrillo los hicieron grandes, los que sostuviero­n la democracia en la elección de sus autoridade­s aunque en el país se viviera en dictadura, los que no discrimina­ron, socializa- ron, generaron ciudadanía y depositaro­n en ese espacio común infinidad de sueños.

Hoy vuelve el intento de convertir a los clubes en sociedades anónimas, como si ello garantizar­a un mejor rumbo que el que brinda la asociación civil sin fines de lucro.

Cientos de sociedades anónimas quebraron mientras los clubes sobrevivie­ron a todas las crisis. El desmanejo o la corrupción pueden darse tanto en una asociación civil sin fines de lucro como en una sociedad anónima. No dudo que son más los casos en las empresas con fines de lucro que en los clubes que están en manos de sus socios. Por cada dirigente que busca su beneficio personal a expensas del club, hay cien voluntades que ponen tiempo, capacidad, trabajo y sobre todo amor, al servicio del club al que alientan en sus logros, al que lloran en sus crisis.

El amor no es anónimo y ese es el valor esencial que se impregna en el ambiente deportivo, social y cultural que se transpira en un club. No nos abrazamos por la suba de las acciones, lo hacemos por una actividad que salió como queríamos, al ver que son más los chicos que se incorporan al deporte, por una acción social en el barrio, un triunfo deportivo, un recuerdo compartido de las cosas vividas. El club es la suma de sus socios, de su historia, de sus logros y fracasos, de sus leyendas y personajes. El club, como el amor, no es anónimo, es de los socios.. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina