Los “callejeros” del Botánico
Que la vorágine urbana no impida ver los árboles. Descubrir sus secretos. Secretos que son parte de las memorias de Capital. Eso, nada menos, propone la recorrida por el sendero Árboles de mi Ciudad que ofrecen en el Jardín Botánico de Palermo. La posibilidad de hacer zoom sobre 14 de las especies del arbolado urbano. “La idea es difundir sus orígenes y sus características”, resume a Clarín la ingeniera agrónoma Gabriela Benito, curadora de ese espacio. “Ayudar a conocer para valorar”.
Es que en ese recorrido uno se entera, por ejemplo, de que el ombú no es nativo pampeano ni crece siempre robusto, aunque la clásica postal lo muestre como el grandote solitario que le da sombra a los gauchos. “Proviene de los montes del nordeste del país. Allí aparece con su forma natural: estilizado, con tronco alargado, diferente al cultivado en plazas, donde no compite por la luz y puede crecer a sus anchas”, explican en el Botánico.
Y por ese camino uno se entera además de que es una especie pionera en las calles porteñas, donde, según el último censo oficial, hay hoy poco más de 370.000 árboles en total. Sucede que las primeras hileras verdes fueron sembradas para la alameda que el virrey Vértiz encargó en 1780 en la actual avenida Paseo Colón y existen grabados que muestran ombués en esa época.
Los plátanos también son pioneros. Hay registros de 1875. Y en la actualidad ocupan el segundo puesto del ranking callejero, con casi 35.000 ejemplares, tras los fresnos (más de 155.000). Como los ombúes, tienen raíces agresivas y frutos con una pelusa que produce alergias. Pero sus hojas pueden fijar el polvo, por lo que
se les reconoce un efecto “descontaminante”.
“Siempre se sembraron árboles por salud. Su incidencia en la calidad del aire y el control de la temperatura, entre otros factores, los convierten en imprescindibles del patrimonio”, señalan en el Botánico. Tanto como su belleza. De hecho, el gran paisa-
jista Carlos Thays - quien empezó a diseñar el Botánico en 1892- trajo los jacarandás de las yungas de Tucumán, Salta y Jujuy y hoy, poco más de 11.000 ejemplares, transforman a Buenos Aires de reina del plata en reina violeta cuando florecen, en noviembre.
El circuito incluye ejemplares de
ibirá pitá, arce, tipa, lapacho, liquidámbar, tilo, álamo, gomero, crespón y palo borracho -al que, según la mitología wichí, un aventurero le dio un flechazo en la gran panza, lo partió e hizo correr al río Pilcomayo-. Sólo hay que llegar al jardín de Santa Fe al 3900 y buscar los puntos naranjas que lo identifican, entre el verde y el arte. ■