Clarín

La mujer que siempre quiso ser moderna

- Miguel Jurado mjurado@clarin.com

Debía tener 35 años cuando Victoria decidió hacer una casa moderna. Era una mujer distinta a las de su época. Decidida y segura, más enamorada de la cultura que de los machistas argentinos de la década del 20. Desde joven se rodeó de intelectua­les y artistas aristócrat­as como ella, decididos a cambiar el mundo.

En 1927, llamó al constructo­r de galpones Pedro Botazzini y levantó una casa pelada en Mar del Plata, casi un montón de cubos apilados con excelentes vistas al mar. La Perla del Atlántico era un balneario pituco, nada popular. Para la gente que paseaba por ahí, la casa era horripilan­te. La bautizaron “La casa más fea de Mar del Plata”. Harta de la gente o porque pensó que un arquitecto la podía hacer mejor, Victoria vendió su casa de verano y contrató a Alejandro Bustillo, arquitecto de casi igual edad que ella, para hacer otra en Buenos Aires.

Diez años más tarde, el arquitecto diseñaría enormes obras clásicas como Hotel Llao Llao, el Casino y Hotel Provincial de Mar del Plata y el Banco Nación en Plaza de Mayo. Pero, entonces, Bustillo había construido apenas un puñado de casas de estilo y quería construir su prestigio profesiona­l. Hacer una moderna no le gustaba ni medio. Parece que decirle que no a Victoria era muy difícil y así fue como, el arquitecto, a desgano, levantó la primera casa moderna de Argentina en el exclusivo Barrio Parque de Buenos Aires. Aún está allí y es sede del Fondo Nacional de las Artes.

Para los vecinos, la casa era un esperpento y arreciaron críticas. Hasta Bustillo se negó a firmar los planos. Victoria, feliz. Siempre fue difícil ser moderno. ■

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