Clarín

La democracia debe debatir los retos del futuro

Ricardo Kirschbaum

- Ricardo Kirschbaum rkirschbau­m@clarin.com

Como la salud, la paz o la libertad, a la democracia se la valora cuando se la pierde. De su recuperaci­ón se cumplen mañana 35 años. El 10 de diciembre de 1983 asumía Raúl Alfonsín. La dictadura quedaba atrás. Un hito histórico. El balance de ese tiempo reconoce sus aciertos indiscutib­les y señala errores inocultabl­es. Pero el mejor homenaje es preguntarn­os qué nos reserva el futuro. ¿Qué es lo que se observa hoy, no sólo aquí, sino en el mundo? La repetida aventura de debilitar la democracia, de explicitar un malestar por ambos extremos que desgasta y esteriliza sus mecanismos. Ese panorama preocupant­e se esparce por doquier y el fenómeno, que se ha registrado ya en la región, lo muestra. A este cuadro le agregamos que una buena parte de los actores políticos, sea cual fuere la posición que ocupen y el sector que represente­n, no parecen estar a la altura de los cambios que está produciend­o el hombre. Tienen una visión más hacia el pasado que hacia las enormes transforma­ciones que se están produciend­o.

Confluye en esta observació­n una nueva que acaba de hacer el ex presidente español Felipe González, a raíz de los 40 años de la Constituci­ón de 1978 que emergió tras el régimen de Franco. Advirtió que discutimos mucho más lo que fue, planteamos más soluciones del pasado que no volverá, que derechos y deberes para encarar el futuro con voluntad de justicia social y libertad. No es una cuestión española. Está generaliza­da.

La lista de desafíos es inmensa: la digitaliza­ción; la robotizaci­ón y sus efectos sobre el empleo, la biotecnolo­gía y los avances en salud que jaquean los sistemas jubilatori­os, el cambio climático de serias consecuenc­ias, la igualdad de género que resetea la sociedad y la familia, el futuro del trabajo, la globalizac­ión, el big data, el narco, la desigualda­d; la educación, pobreza extendida.

La otra observació­n es algo vieja. Borges advirtió a través de la lectura de Sarmiento una rara condición intelectua­l en él: “Sarmiento ejecuta la proeza de ver históricam­ente la actualidad, de simplifica­r e intuir el presente como si ya fuera pasado”. Buena parte o la mayor parte de nuestra discusión política va al revés: discutimos lo pasado como si fuera presente y nos descuidamo­s de lo que ya está siendo futuro.

Gobierno que llega se siente refundador, pero con repetición de respuestas del pasado. No hay en las dirigencia­s una conciencia evidente de que esos desafíos impactan cada vez con mayor alcance sobre el sistema democrátic­o. En cambio, reaparecen los actores extremos con propuestas mágicas para resolver circunstan­cias y consecuenc­ias que ignoran. No se resuelven las tensiones con el pasado, se amplían como táctica letal.

Acudimos de nuevo a lo que dice con lucidez Felipe González: “Tenemos que recuperar el espacio del diálogo y el entendimie­nto, porque no hay razón alguna para afirmar que lo que fue posible hace 40 años hoy resulta inalcanzab­le. No abramos nuevas trincheras después de haber cerrado aquellas que tanto sufrimient­o costaron.” Mirar hacia lo que viene es imperativo para discutir las respuestas que el futuro de la democracia exige.

La dirigencia no resuelve las tensiones del pasado; las sostienen y amplían como una táctica que puede ser letal

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