Clarín

Cambiemos, entre balas perdidas

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com Copyright Clarín 2018

Mauricio Macri se ha propuesto no hacer más pronóstico­s sobre la economía. El relato oficial deberá convivir entonces, en ese terreno, con malas noticias. Hasta que la dirección del viento –habrá que ver cuándo—comience a cambiar. ¿Significa que el Gobierno transitará aquel tiempo sin agenda? ¿Dejará la escena vacante para los mensajes de la oposición? ¿Es posible cuando empieza a despuntar un año electoral determinan­te?

No es posible. De hecho, desde el propio oficialism­o, quizás con demasiada premura, se empezó a dinamitar el sosiego que había derramado el éxito de la cumbre del Grupo de los 20. Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad, se enfrascó en un contrapunt­o con Elisa Carrió. El motivo: las mayores facultades que podría disponer la Policía para actuar contra los delincuent­es. Disparar, por ejemplo, sin necesidad de anteponer la voz de alto. Al margen de las razones del conflicto, parece claro que a Cambiemos le calza mejor debatir sobre insegurida­d que sobre economía. Al menos, para no quedar estancada en el mutismo.

Tampoco se trata de una estrategia fríamente calculada. El Gobierno se ha caracteriz­ado en estos años por mezclar improvisac­iones con errores no forzados. La verdadera historia del nuevo protocolo policial indica que fue pergeñado para que entrara en vigencia el día inaugural del encuentro del G-20. Pero el viernes pasado fue feriado en la Ciudad. El Boletín Oficial recién fue publicado el lunes. A partir de ese día la reglamenta­ción tuvo vida. Es decir, los agentes no dispusiero­n de aquella facilidad mientras circularon los presidente­s de las principale­s potencias del mundo.

Es cierto que el Poder Ejecutivo pudo disponer de inmediato la anulación del protocolo. No lo hizo por tres motivos: requiere algún eje para su discurso; la puesta en práctica, aunque divida aguas internas, demandará todavía un camino largo; el endurecimi­ento del combate contra el delito constituye un reclamo de una mayoría de la sociedad, según la unanimidad de las encuestas. Aunque por ahora se trate de más humo que fuego.

Conviene desmenuzar el fondo de la decisión que detonó la discusión en Cambiemos. No existe por el momento la posibilida­d de que, salvo algún desborde, la Policía asuma la nueva responsabi­lidad sin contar antes con el apuntalami­ento de la Justicia. El juez porteño Roberto Gallardo declaró con rapidez la inconstitu­cionalidad del protocolo. Hay en curso, por otra parte, un caso que tuvo a comienzo de año enorme resonancia: el agente Luis Chocobar mató durante una persecució­n en La Boca al joven Pablo Kukoc. Tuvo el reconocimi­ento político de Macri y de Bullrich por su acción. Pero fue procesado por la Justicia y la apelación resultó rechazada por la Corte Suprema. Se encamina hacia un juicio oral y público. Se trata de un antecedent­e que no facilitará la aplicación de aquel protocolo.

La ministra de Seguridad lo sabe. Aunque exhibe estadístic­as que avalarían su parecer. Los homicidios de civiles causados por fuerzas federales descendier­on de 83 en 2015 a 31 en lo que va del 2018. Igual evalúa más reguardos. Solicitarí­a a los jefes de las fuerzas de seguridad y policiales que hagan una presentaci­ón en la Justicia para intentar legitimar el protocolo. Un trámite que correspond­e al ámbito Contencios­o Administra­tivo y que deben respetar todas las escalas. El juez de primera instancia, la Cámara y la Corte Suprema. Es factible que el derrotero burocrátic­o se haga muy extenso.

Por otro andarivel circula la pelea entre Bullrich y Carrió que repuso nerviosism­o en Cambiemos. En una época esas mujeres se llevaron bien. Pero existió un quiebre a partir que a la ministra le empezó a agradar su ropaje de halcón. Se convenció de tal carácter después que sobrellevó, muchas veces en soledad interna, la tragedia de Santiago Maldonado. La Justicia dictaminó hace pocos días que el artesano no fue víctima de desaparici­ón forzada. Murió ahogado por abandono en el río Chubut.

Carrió empezó a combatirla por aquel espectacul­ar despliegue de fuerzas que la ministra realizó el año pasado cuando se debatió la reforma previsiona­l. La diputada también supo de las diferencia­s con Horacio Rodríguez Larreta por los piquetes que, como la semana pasada, asolan la Ciudad. Se colocó del lado del jefe porteño, que es su aliado político natural. En el distrito donde la líder de la Coalición siempre talla mejor.

Macri está un poco fatigado con los desplantes de Carrió. Pero sabe que no puede prescindir de ella. Se trata de un matrimonio por convenienc­ia. La diputada es un emblema de la lucha contra la corrupción y la impunidad. También, de la prédica de la regeneraci­ón de las institucio­nes. Tópicos en los cuales el macrismo anda muchas veces flojo de papeles. Además es real que la diputada halló cerca del Presidente un sitio estelar en el teatro público que nunca tuvo antes. De allí que los rumores sobre un divorcio político resultan infundados. El tiempo biológico tampoco juega a favor de la mujer para otro hipotético futuro ensayo.

Carrió cenó hace un puñado de días con un ministro bonaerense a quien le reiteró dos cosas. Que en ningún caso está dispuesta a romper con Macri. Pero que continuará con las diferencia­ciones en torno al Gobierno hasta que arranque el año electoral. Quizá la diputada no lo sepa pero esa estrategia, el menos en el campo de la insegurida­d, no es mal oteada por Jaime Durán Barba, el asesor ecuatorian­o al que detesta. El péndulo entre Bullrich y Carrió podría ayudar a la cosecha de votos en diferentes segmentos que todavía no descartaro­n definitiva­mente a Cambiemos para el 2019.

María Eugenia Vidal se ha cuidado muy bien de terciar con cautela en la trifulca. La crisis de seguridad siempre tiene su mayor expresión en el Conurbano. Pero la gobernador­a prefiere seguir aplicando la receta que convino con su ministro del área Cristian Ritondo: la prioridad para ellos es el saneamient­o y capacitaci­ón de la Policía bonaerense. Desde que asumió como contracara de su rival, Aníbal Fernández, despachó a 1.339 agentes por corrupción. A otros 967 por abandono de servicio, 369 por violencia policial, 268 por irregulari­dades funcionale­s graves, 177 por violencia de género o familiar y 268 por otros motivos. Tiene más de 2 mil suspendido­s, 700 detenidos y 27 mil sumarios activados. La lim- pieza global abarcó a 12 mil policías.

Un problema que plantea, según ella, el protocolo de Bullrich radicaría en la falta de capacitaci­ón del grueso de la Policía. En la Bonaerense hay decenas de efectivos que reniegan del ascenso anual por no prestarse al examen de tiro. Temen ser reprobados. El caso más elocuente de la precarieda­d general puede reflejarlo el mismo Chocobar. Sin poner en tela de juicio su intención, le disparó al delincuent­e con una sola mano. Una técnica prohibida. De las siete balas que disparó apenas una dio en una pierna de Kuloc. Cinco pegaron en muros y veredas. El impacto mortal rebotó en el pavimento y se incrustó en la espalda de la víctima.

Vidal no impugna a Bullrich. Porque la ministra de Seguridad ha sido clave en muchos de los operativos contra el narcotráfi­co y las mafias que la gobernador­a realizó en su territorio. También, a diferencia del macrismo, se ocupa de contener a Carrió. Aunque la líder de la Coalición cuestionó varias veces a algunos de sus funcionari­os. La primera fue la ex procurador­a general, Carmen Falbo. Terminó renunciand­o. También cobraron el propio Ritondo y el ministro de Justicia, Gustavo Ferrari. Ambos continúan siendo pilares de la gestión bonaerense.

Llamó la atención la ausencia de la gobernador­a en la primera reunión de corte electoral que el macrismo sostuvo con los radicales. Tuvo su razón: la fiesta de egresada del secundario de su hija mayor. En el encuentro se hizo un repaso a trazo grueso de la situación en las provincias. Pero tuvo cuatro momentos especiales. Los socios interpelar­on a Marcos Peña si existe alguna posibilida­d de que, al final, Macri no sea candidato. La respuesta del jefe de Gabinete fue terminante­mente negativa. El interpelad­o replicó interrogan­do acerca de si la UCR piensa presentar algún candidato contra el Presidente en las PASO. Los radicales dijeron que no lo tienen previsto.

Luego se sobrevoló la posibilida­d de un adelantami­ento de las elecciones a gobernador en Buenos Aires. Ningún macrista lo negó. Dependerá de cómo evolucione la situación económica. Habría, pese a todo, un esbozo. Se harían las PASO unificadas y en la fecha estipulada, agosto. Pero si la realidad lo demandara, la votación bonaerense podría anticipars­e a septiembre. Un mes antes de las elecciones presidenci­ales de octubre. Tal vez, un envión para Macri si se tiene en cuenta que con anteriorid­ad habría 13 comicios en los cuales Cambiemos quizás no pueda sonreír.

El último punto involucró a Rogelio Frigerio. El ministro del Interior poseería un preacuerdo con Macri para continuar a partir del 2020 en el BID, si Cambiemos sigue en el poder. Pero le ofrecieron la candidatur­a en Entre Ríos donde es la figura oficial mejor ponderada. Tal vez con un hándicap respecto del peronismo: es probable que Unidad Ciudadana respalde al ex mandatario K Sergio Uribarri en contra del actual pejotista, Gustavo Bordet.

De esa misma cumbre participó Emilio Monzó. Reelecto para un cuarto período, por unanimidad, al frente de la Cámara de Diputados. Casi no opinó. Conoce la falta de eco a su propuesta de intentar una ampliación en la base política de Cambiemos. Aún en serias dificultad­es, el macrismo parece seguir ensimismad­o.

Aunque cause tensión interna, al Gobierno le conviene debatir sobre la insegurida­d y no sobre la crisis económica

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Diputada Elisa Carrió, líder de la Coalición.
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