Clarín

La trágica historia de la mujer que murió esperando justicia, tras 17 años de impunidad

La violaron 4 hombres, entre ellos un tal Néstor. Todos, muy conocidos en Puán. La causa nunca avanzó. Dejó su trabajo, volvió a su pueblo. Sufrió un ACV. Tenía 40 años

- Natalia Iocco niocco@clarin.com

Marilina Tolón tardó un poco más en salir del boliche. Se demoró buscando su abrigo y sus amigas se fueron. Eran las cinco de la mañana del 8 de octubre de 2001 y caminó por la Avenida San Martín, en Puan, a 160 kilómetros de Bahía Blanca. Para ella mudarse al pueblo fue una conquista. Dejó el campo de su familia para estudiar, vivía sola y consiguió sus primeras suplencias en una escuela. Todos recuerdan su sonrisa inocente.

Los que la conocieron coinciden: desde esa noche Marilina se apagó. “Mi hija sufrió, era una chica alegre, siempre sonriendo, todos la querían bien. Después no tenía ganas de na- da. Primero se sentía mal, como culpable o avergonzad­a. Ella tenía que hablarlo para que pudieran ayudarla, pero no quería. Era algo que se le quedó adentro. Lo llevaba muy adentro”, recuerda Susana, su mamá.

Susana tiene 72 años y todavía se esconde para hablar. La familia Tolón es de Darragueir­a, una zona rural a 15 kilómetros de Puan. “Justo para esa época a mi marido le había dado un infarto y ella no quería contarle. Sentía culpa, vergüenza, no sé qué sentía. En ese momento uno pensaba en dejar todo eso atrás, el comentario era que habían tapado todo con plata. Yo eso no lo sé, pero se hizo la denuncia y después no pasó nada, no hicieron nada. Entonces nunca le dijimos la verdad al papá de Marilina, ni siquiera ahora”, explica con resignació­n.

Lo que no contaron fue que cuando Marilina tenía 25 años, esa noche de 2001, cuatro hombres del pueblo la violaron y, a pesar de que hizo la denuncia, de que las pericias probaron el abuso y las pruebas que llegaron a recolectar, nunca los imputaron. “Había una forma diferente de encarar esos temas. Hoy sabemos que existen otros recursos para avanzar con la investigac­ión. Pero en ese momento, el fiscal que tuvo la causa no encontró elementos para imputar a los denunciado­s”, aclararon en la Fiscalía General de Bahía Blanca. Como no hallaron “pruebas materiales de la violación”, la causa quedó impune.

La investigac­ión duró poco más de un año, desde que Marilina hizo la denuncia, el 17 de octubre de 2001, hasta que la causa quedó archivada, en diciembre de 2012. La joven señaló a cuatro hombres, uno menor de 18 años. Sólo él fue citado a declarar. Los 3 adultos no pisaron la fiscalía.

Sin embargo, algunas fuentes no descartan que, ante el cúmulo de elementos incriminat­orios, la causa pueda ser reactivada.

La impunidad convivió en silencio con los habitantes de Puan hasta el 13 de octubre de 2018, cuando Marilina murió a raíz de las secuelas de un ACV. Fue días después de que se cumplieran 17 años de la violación. Quienes la conocieron, contaron que vivió con angustia, depresión, ataques de pánico, convulsion­es y enferme- dades que no pudieron diagnostic­ar. Nunca pudo volver a dar clases ni a tener pareja. Se fue de Puan y se recluyó en el campo, con sus padres, para no volver.

Marilina se murió sin justicia pero dejó una marca. “El pueblo no estaba preparado para afrontar lo que pasó, la gente tenía mucho miedo. Se dijo que sus violadores eran poderosos. Pero no, tenían plata para pagar un abogado y a ella nadie la escuchó, ni la Justicia, ni la Policía, ni la gente del pueblo. Cuando murió Marilina fue como una necesidad de salir a decir basta", le dice a Clarín Karina, una vecina de Puan que participó de la marcha en la que cientos de vecinos pidieron justicia el día de la muerte.

Cledi Cano es prima de Marilina y una de las personas en las que la víctima confió para contar lo que le habían hecho: “En el pueblo se despertó la culpa. La culpa del que se calló, del que escuchó algo y no dijo nada, de los que sabían. Acá nos conocemos todos, sabemos quién es quién, nos vemos todo el tiempo. Y lo de Marilina fue un golpe duro. Ese pedido es por ella y por todos los otros casos que debe haber, que también quedan en la nada”.

Marilina había salido un par de veces con Néstor, un joven del pueblo, pero ya no quería saber más nada con él. Era de “buena familia”, había ido a la facultad y esa noche le insistió en la Disco Ibiza. Ella le dijo que no muchas veces, la primera mientras bailaba con sus amigas.

Néstor la buscó adentro del boliche pero ella lo rechazó. Alrededor de las 5 se fue a su casa caminando pero, según denunció Marilina en la comi-

saría y en la fiscalía N°1 a cargo de

Christian Long, él la siguió en su Peugeot con vidrios polarizado­s. Iba despacito y con la ventanilla baja. La perseguía. Se ofrecía a llevarla.

Marilina, de nuevo, dijo que no. Le tenía miedo. A los metros el auto frenó de golpe. Néstor se bajó, la tomó del brazo y la sentó a la fuerza en el asiento del acompañant­e. Aceleró a fondo y trabó las puertas.

El relato surge del expediente judicial y de lo que Marilina pudo contarle a sus amigas. Estaba “muy nerviosa y asustada”, describió en su decla- ración. Denunció que la casa se encontraba sin llave y que ella entró obligada y fue “inmediatam­ente conducida a la habitación, forcejando”. Contó que Néstor la tomó “del cuello, tirándola sobre la cama” y la amenazó: “Si gritás te mato”, le dijo.

Cuando escuchó voces del otro lado de la puerta del cuarto pensó que la iban a ayudar pero lo que siguió fue peor. “¡Pará, pará! ¿Qué vas a hacer?”, le dijo el dueño de casa a su amigo, que tenía a Marilina inmoviliza­da en la cama.

Ella gritó pidiendo auxilio. Pero los agresores le taparon la boca entre los dos. Néstor fue el primero en violarla, le contó Marilina a la Policía y al fiscal. A los dos minutos entró el segundo, que ya estaba desnudo. Des-

pués el tercero. Luego un cuarto.

Marilina intentó defenderse y recibió golpes. Los médicos particular­es y peritos dejaron constancia de

las lesiones: moretones en el pecho, en la cadera, en las piernas. Cuando terminaron de violarla, fue uno de sus agresores quien la llevó hasta su casa. A los días -denunció la joven- le fueron "a pedir perdón".

Pasaron nueve días hasta que Marilina juntó fuerzas y pudo denunciar la violación. Pasó por peritos psicológic­os, médicos y declaracio­nes en fiscalía y la comisaría. A las horas todo Puan sabía lo que había sufrido.

El país hervía y las elecciones legislativ­as de 2001 eran la antesala de la crisis. En Puan las urnas tuvieron otro condimento: alguien hizo boletas con los nombres de los acusados

y las repartió en todas las escuelas.

“No vote. Partido Violadores de Puan”; “Basta de impunidad”; “Porque se esconden detrás de un apellido. Porque los padres deben callar para no exponer a sus hijos. Porque una mujer tiene derecho a tener relaciones con

quien quiera sin ser forzada”; decían los folletos que circularon por todo el pueblo y se depositaro­n en las urnas.

“Mi esposo la llevó al médico, ella temblaba y lloraba. Ahí le hablamos, le dijimos que tenía que hacer la denuncia”, cuenta la prima Cledi.

“La gente no decía nada sobre lo que pasó. Pero se ve que lo tenían

muy presente porque yo estaba enterrando a mi hija y ya estaban haciendo la marcha pidiendo justicia. Pienso que quizá la gente ahora esté más alerta, que se ocupen y que no pase algo así. A mi hija la dejaron sola”, cierra Susana.

“No tenía ganas de nada. Se sentía mal, como culpable o avergonzad­a”, recuerda su mamá.

 ??  ?? Víctima. Marilina Tolón denunció el abuso 9 días después. La causa se archivó al año. Tres de los acusados nunca pisaron la fiscalía.
Víctima. Marilina Tolón denunció el abuso 9 días después. La causa se archivó al año. Tres de los acusados nunca pisaron la fiscalía.
 ??  ?? Reclamo. Tras la muerte de Marilina, cientos de vecinos marcharon para recordarla.
Reclamo. Tras la muerte de Marilina, cientos de vecinos marcharon para recordarla.
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(TODAS LAS VOCES PUAN)

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