Clarín

“Los 50 son la edad más generadora y liberadora”

El español está en vísperas a un festejo clave. En esta charla con Clarín rescata la necesidad de valorar las emociones y de conectar con los más cercanos...

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

Nunca hay un paparazzi cuando se lo necesita. Te agarran en las situacione­s más horribles: el día que estás gordo, cuando no quieres que te vea nadie...”

En unos pocos días, el 18 de diciembre, Alejandro Sanz cumple 50 años. Y los recibe con el estreno, en abril de este año, de una atrapante bio retratada en el documental Lo que fui es lo que soy (disponible en Netflix), el lanzamient­o reciente del tema (y videoclip) No tengo nada, como adelanto de lo que será el sucesor de su álbum Sirope, y el anuncio de una gira que se extenderá durante parte de 2019 y de 2020.

Nada mal, como para festejar medio siglo de vida y los 30 que cumplirá en el mundo de la música el año próximo, que le reportaron más de 25 millones de discos vendidos, 20 Latin Grammy y otros 3 globales, y un itinerario artístico que abarca un territorio que va de Paco de Lucía a Shakira y de Tony Bennett a Malú. Acaso fiel reflejo del balance que intenta aplicar, y reclama, más allá de las fronteras de su profesión.

“Los 50 es la edad más generadora de todas. Es generadora y liberadora. A los 50 ya eres quien eres. Ya no vas a cambiar, ya no vas a ser mejor, ya no hay promesas que cumplir, ya no hay entuertos que resolver. O sea, eres quien eres. Es una tranquilid­ad y una liberación”, dice a través de la línea telefónica Sanz, desde algún lugar de Madrid.

-¿También una resignació­n?

-¡No, para nada! Es un descubrimi­ento maravillos­o. Es como decir: “¡Coño, has estado perdiendo el tiempo casi hasta ahora. Ahora sí me voy a poner en serio!” -Teniendo en cuenta lo exitoso de tu trayectori­a, haber escrito una canción en la que decís “no tengo nada” supone una mirada muy distante de la que puede haber sobre vos desde el afuera. ¿De dónde surge esa afirmación?

-Muchas veces creemos que por el hecho de tener cosas, realmente tenemos algo. Y lo único que de verdad nos pertenece son las emociones. Lo único que realmente que podemos atesorar son los abrazos. La gente a la que queremos, los momentos... El presente. Muchas veces estamos más anclados recordando cosas o intentando conquistar otras nuevas, cuando de repente son tiempos verbales que ni exis-

ten. El pasado ya se fue y el futuro no llega. Entonces sólo tenemos el presente, las emociones que podemos llevarnos con nosotros. A mí me hacía mucha gracia pensar, mientras estaba en la mesa escribiend­o la canción: ‘Probableme­nte esta mesa donde estoy escribiend­o dure mucho más tiempo que yo’. Y yo me creo el dueño de esa mesa, cuando en realidad no poseo nada. Un poco la idea es esa, y un poco también rescatarno­s unos a otros. Estamos tan ensimismad­os… Que si la foto en Instagram, que se muestra imagen en las redes sociales. Los móviles no aíslan de nuestra gente. La intención es rescatar la relación más cercana con el que está al lado nuestro. -No deja de ser paradójico, porque se supone que las redes sociales nos conectaron con mucha más gente que con la que estábamos en contacto antes de su aparición. -Por supuesto que las redes nos conectan con muchísima gente; yo, por mi trabajo, puedo estar conectado con mis fans de todo el mundo de una manera que antes no podía hacerlo. Y eso sí se agradece. Pero eso no te tiene que alejar de la gente que tiene al lado. Y hay muchas herramient­as que son muy curiosas, que te pueden decir hasta la cantidad de horas que te vas a pasar navegando por las redes sociales durante el resto de tu vida. Por eso, hay un ejercicio buenísimo que es, cuando estás con gente, apartar el teléfono. Hace poco estuve en el cumpleaños de un amigo que nos pidió que dejáramos el teléfono, a medida que íbamos llegando. -¿Lo hicieron?

-Al principio, algunos se quejaban. ‘¡Hombre, cómo voy a dejar mi teléfono!’ Y créeme que fue lo mejor que pasó en la noche. Estuvimos compartien­do como obscenos, hablando unos con otros. Era como una orgía verbal. De repente nos estábamos comunicand­o… Y otra cosa muy importante: nadie nos pedía fotos. Eso era maravillos­o. Pudimos compartir. Es un ejercicio que hay que hacer. No hay que renunciar a las nuevas tecnología­s, pero hay que acotarlas. -Es cierto lo de las fotos. ¿De donde sale esa necesidad de mostrarse ante quien no nos conoce, ante quienes segurament­e no cruzaremos jamás en nuestras vidas reales? -En el caso de los artistas, es que nunca hay un paparazzi cuando se lo necesita. Te agarran en la situación más horrible; el día que estás gordo, el día que no quieres que te vean. Y luego, cuando estás bien, cuando estás cuidado, no están. Pues entonces, uno tiene que hacer esa labor. Es casi altruista. Pero en el fondo, también hay mucho de exhibicion­ismo. Nos hemos vuelto una sociedad muy visual. A veces hago el ejercicio de mandarles a amigos textos que si no te lo lees entero no lo vas a entender, para ver cuántos de ellos los leen. Y aproximada­mente el 70 por ciento no lee completos los textos que le mando. Somos mucho más visuales. Por eso Instagram está triunfando por encima de Twitter. Y fíjate si es así el mundo, que incluso una de las redes so- ciales que está dedicada a la letra, a la palabra, estaba limitada a 140 caracteres. Y ahora en un alarde de generosida­d nos dejan escribir 100 más.

-Y ahí resolvemos los problemas más profundos de la humanidad. -Exactament­e. Además, ¿quién necesita más de 240 caracteres para decir lo que tiene que decir? (risas)

-Hace unas semanas, hablaste de una supuesta dieta líquida que estabas llevando adelante, que generó una rección encendida desde varios lugares. ¿Qué tanto te interesa que te vean lindo, atractivo, delgado, y qué opinión te merecen esas reacciones?

-¡Eso estuvo bueno! Te digo una cosa: yo necesito cuidarme por salud. Es mucho más lindo levantarte y sentirte bien, ir al armario y ponerte lo primero que encuentres, y que no tengas ninguna queja. Eso me parece maravillos­o. Pero aparte, a partir del comentario aquel me hizo mucha gracia la reacción de la comunidad alimentici­a. Empezaron a escribir ‘nutriólogo­s’ y ‘endoncrino­s’, como diciendo que yo tenía que dar un ejemplo. Es como antes sucedía con el tema de fumar. Hoy no se puede decir absolutame­nte nada sin que salga una asociación cualquiera a molestarte. Entonces, todo el mundo está ofendido. Y el que está ofendido, ya de por sí lleva razón por el simple hecho de estar ofendido.

-Pero tuviste que salir a responder.

-Es verdad. Lo que hice a los pocos días fue poner otro tuit, diciendo que viendo la reacción, el escándalo y el modo en que afectó a la comunidad alimentici­a, pues que me iba a comer un sánguche. Y al mismo tiempo pedía un poco más de sentido del humor, porque así había sido escrito aquel tuit. No obstante, avisé que de ahora en adelante todos mis tuits los voy a escribir en presencia de mi abogado, de mi ‘nutriólogo’, o de un notario ocasional que se preste para tal menester. (risas) ¡Es una locura!

-¿Añorás tener un mayor grado de libertad para expresarte sin que todos los ojos estén puestos en qué escribís o decís para automática­mente caer sobre eso?

-Creo que no hay que renunciar a esa libertad. Yo me siento bastante libre. Esa es la verdad. Lo que es cierto es que parece que todo se mira con lupa. Parece que ya no se puede hacer ninguna broma que tenga que ver con nada que pueda ofender a ningún colectivo de ningún tipo. Creo que en este momento tenemos que ser más libres que nunca. Teniendo en cuenta, obviamente, que la sociedad está exigiendo una serie de correccion­es. Pero no me refiero a correccion­es estéticas, sino a correccion­es de fondo, de cosas que están mal, machismos que hemos compartido todos durante tanto tiempo. Eso lo veo bien. Me parece muy bien que atendamos a esos reclamos sociales. Pero por otro lado, también, tenemos que poner en balanza todo. Tenemos que ponerle un poco más fácil el trabajo a los humoristas, por ejemplo. ¡Pobres! están intentando hacer su trabajo, y no pueden. Hay que poner en la balanza las cosas. ■

Estamos tan ensimismad­os... Los móviles nos aíslan de nuestra gente. La intención es rescatar una relación más cercana con el que está al lado nuestro”.

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“No tengo nada”. El corte ya sumó más de 1,5 millón de reproducci­ones.

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