Clarín

Qué dicen las cuentas públicas sobre el ajuste fiscal de 2018

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Es una muestra entre varias, aunque es una muestra potente de un año dislocado de principio a fin. En 2018, los subsidios energético­s debían caer 15% en valores nominales respecto de 2017, según el Presupuest­o Nacional. O mucho más, pensando en que sería una caída contra una inflación proyectada del 15,7%. Habría, pues, una diferencia de 30 puntos porcentual­es a favor del Fisco.

Nada ni siquiera parecido a eso ocurrió, sino todo lo contrario. La maxidevalu­ación de abril-octubre enardeció el costo de los combustibl­es y el del gas importados y barrió, definitiva­mente, con lo que iba a ser un punto central del ajuste. Esto es, terminar de reducir una factura enorme a su mínima expresión, o sea, poco menos que al impacto de la tarifa social.

¿Y saben lo que pasó? Pasó que en los primeros diez meses de 2018 los subsidios energético­s están creciendo al 46% contra el mismo período de 2017. Esto significa 15 puntos porcentual­es por encima de la inflación promedio del 31% estimada, entre un enero-octubre y el otro, por ASAP, una organizaci­ón dedicada a analizar la marcha de las cuentas públicas.

En tren de números, ninguno puede competir con el impresiona­nte salto del 547% que esa factura pegó en octubre, cuando el dólar escaló a 40 pesos. El agujero energético canta $ 126.800 millones en lo que va del año y, con la mochila que carga, puede terminar arriba de $ 150.000 millones, esto es, subir 50% donde debía bajar 15%.

Todo doblemente notable, pues semejante desajuste convivió con aumentos de tarifas a cargo de los usuarios domiciliar­ios para nada insignific­antes. Según las estadístic­as del gobierno porteño, el costo del gas es- caló 133,8% en los últimos doce meses y 108,8% el de la electricid­ad.

Lo que sigue es la manera en que el Gobierno reordenará estas cuentas el año próximo o, mejor dicho, si aplicará algunos de los incremento­s que tiene en carpeta, como justamente el 60% para gas y luz. Será una decisión que caerá en un año electoral y más que electoral: caerá en medio de una batalla donde entrarán el porvenir político del Presidente y el de Cambiemos.

Pero como por lo general lo primero va primero, ahora toca la muestra de un ajuste fiscal concretado con todas las de la ley. La planilla de los gastos de capital señala caída nominal del 13,8% en diez meses; nada menos que de 45 puntos porcentual­es contra la inflación que estima ASAP.

Todo redondo, salvo por un dato que es bastante más que un dato: estamos hablando de obras públicas y de inversione­s imprescind­ibles. Entre otras cosas, de rutas, agua potable, de viviendas, energía y alcantaril­las y, añadidos, de puestos de trabajo.

También apuntadas a obras públicas financiada­s por la Nación e igual de necesarias, las transferen­cias de capital a provincias y municipios se llevan las palmas dentro del paquete: retroceden un 36% o casi 70 puntos en términos de inflación.

Siempre a tiro, estos clásicos del ajuste tienen anotados para 2019 recortes nominales de hasta el 16%. Sólo para armar, el índice de precios calculado por las consul- toras que encuesta el Banco Central marca 27,5%.

Ultimo par de cifras sobre la guadaña fiscal de este año: los fondos que se van en sueldos estatales apenas suben 20,6% y 11% los destinados a bienes y servicios, o sea, a mantenimie­nto del Estado nacional. Vuelve a ganar la inflación por un campo.

Hay en cualquier caso una relación que luce tal cual quiere Nicolás Dujovne y ha sido pactada con el Fondo Monetario: el gasto primario, sin intereses de la deuda, marcha a un moderado 23,4% y los recursos, al 28,6%.

En línea con los compromiso­s asumidos ante el FMI, el resultado arroja hasta ahora un déficit de $ 91.000 millones y de seguido una retroceso del 35% comparado con el desequilib­rio de 2017. Claro que por más acuerdo que exista, eso registra sólo una parte de las cuentas públicas.

Quedan fuera y bien lejos de la guadaña los intereses de la deuda, que representa­n una locomotora lanzada hace tiempo e imparable. Muy por delante del resto, crecieron 71,8% en los primeros diez meses del año y 233% durante octubre. No hay inflación que pueda con ellos.

Otra cara del mismo problema canta que se llevan pagados $ 366.200 millones. O, para que se entienda mejor, una montaña de plata que pasa de largo los $ 266.000 millones acumulados entre el costo de los subsidios y los gastos de capital juntos. Ha pasado a ocupar el segundo lugar del ranking fiscal, detrás de la seguridad social.

Con todo adentro, surge un déficit fiscal real-real de $ 457.247 millones, que ya no es menor al de 2017. Lo supera en un 29% y va camino de concluir el año en los por cierto inquietant­es $ 550.000 millones.

Pero si el ajuste de 2018 fue en algún sentido fuerte, será poco menos que nada comparado con el que caerá sobre 2019. El año próximo debe desaparece­r por completo el déficit primario, esto es, la diferencia entre gastos e ingresos corrientes, lo cual significa un compromiso firme con el repago de la deuda pública. ■

La devaluació­n barrió con el recorte a los subsidios energético­s. Pero la guadaña del Fisco les pega con todo a las obras públicas.

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