Clarín

La lujosa vida del prestamist­a asesinado en una venganza que reavivó la violencia en Rosario

Ajuste mafioso. Por el homicidio está prófugo un asaltante investigad­o por narcotráfi­co y mencionado en los ataques a tiros contra sedes judiciales.

- ROSARIO. CORRESPONS­AL Mauro Aguilar rosario@clarin.com

En su perfil de Facebook se alternan imágenes familiares con otras en las que exhibe excesos, lujos, poses intimidant­es y hasta la imagen de algunos de sus referentes: el narco colombiano Pablo Escobar o el mafioso de ficción Tony Montana, interpreta­do por Al Pacino en la película “Scarface”. Lucio Maldonado tenía una actividad imprecisa, aunque para los investigad­ores algo está claro: siempre estuvo ligada al oscuro mundo del delito. Su final, para muchos, estaba anunciado.

El 10 de noviembre desapareci­ó cuando iba a visitar a unos amigos. Su cadáver apareció tres días después en un descampado cercano al casino de Rosario, en la zona sur. Tenía las manos atadas, tres disparos en el cuerpo -uno en la nuca- y un cartel entre la ropa que advertía: “Con la mafia no se jode”. No está claro si además fue torturado.

El homicidio desnudó la violencia en una ciudad que tuvo un aumento en el número de homicidios con respecto a 2017. Aunque lejos del pico registrado en 2013, la suba rompió la tendencia a la baja que se había repetido en los últimos cuatro años.

Maldonado tenía 37 años. Sus vínculos con miembros de la banda “Los Monos” se deslizan en distintas investigac­iones. Sin embargo, por su muerte permanece prófugo Esteban Alvarado, un hombre que fue condenado por el robo de autos de alta gama y es señalado como otros de los jugadores fuertes del negocio narco en Santa Fe.

El nombre de Alvarado volvió a aparecer en las últimas horas, tras los ataques a tiros contra dos sedes del poder judicial de Rosario. “Con la mafia no se jode. Ate: Esteban Alvarado”, decía un cartel hallado por los empleados del Centro de Justicia Penal. A pesar de esa mención, la principal hipótesis es que detrás de los atentados estuvo la mano de “Los Monos”, quienes habrían mostrado su descontent­o por las condenas recibidas la semana pasada.

Según los investigad­ores, Maldonado tenía vínculos con varios pesos pesados de la ciudad. Era un prestamist­a capaz de realizar otras tareas como lavado de dinero o provisión de armas. La plata que ganaba la invertía en propiedade­s e incluso en algún comercio. En el pasado había acumulado causas por amenazas, extorsión, lesiones, abuso y portación ilegítima de armas.

En las redes sociales se multiplica­n las imágenes donde se lo ve con ametrallad­oras, pistolas y cajas con municiones. Mesas llenas de armas. Incluso su hijo pequeño se exhibe con una. “Los mismos gustos que papá”, dice el texto que acompaña esa foto.

El retrato con autos de lujos también es habitual. Los investigad­ores creen que formaban parte del trabajo para reconverti­r el dinero de grupos delictivos. Eso, estiman en la Justicia, pudo provocar su final en un negocio malogrado que quizás impulsaba Alvarado. Retratos en paisajes bucólicos, con fajos de dinero, bebidas y joyas costosas tratan de mostrarlo feliz, exitoso, pero sobretodo temible. El día que desapareci­ó estaba solo e indefenso.

A sus familiares les anunció que iba a comer un asado al barrio Godoy, en la zona suroeste de Rosario. Vivía en Tablada, uno de los barrios atravesado­s por las disputas narco. Curiosamen­te, horas más tarde su auto, un Chevrolet Cruze, fue estacionad­o frente a su casa, como lo hacía Maldonado siempre. Pero él no apareció. La familia intentó contactarl­o telefónica­mente, pero el celular jamás fue contestado.

Lo encontraro­n tres días después en un terreno descampado, lleno de cardos, contiguo al barrio Las Flores, donde nació y creció el poder de “Los Monos”.

Aunque el mensaje escrito en un precario cartón que se encontró junto al cuerpo se asemeje a otros que arrojaron tras distintas balaceras contra jueces, episodios relacionad­os con el clan Cantero, los elementos a los que accedieron los investigad­ores permitiero­n apuntar en otra dirección. “(Alvarado) podría ser el instigador o podría ser partícipe. Lo que sí se sabe es que tuvo una participac­ión en el homicidio”, reveló el fiscal Matías Edery.

El relevamien­to de cámaras y el recorrido del GPS del automóvil de Maldonado permitió establecer que antes de ser asesinado la víctima estuvo en una vivienda de Alvarado, en un barrio abierto de la localidad de Piñero, en el sudeste del Gran Rosario.

Cuando los investigad­ores allanaron ese domicilio encontraro­n documentac­ión ligada con 14 viviendas. Una de ellas tenía como actual propietari­o a Javier Makhat, un comisario que se desempeñab­a como segundo jefe de Inteligenc­ia de Drogas Peligrosas de la Policía de Investigac­iones y que luego de conocerse este dato fue separado de su cargo.

Se trabaja para establecer si Alvarado y Makhat tenían una antigua relación. Ese presunto vínculo había sido alertado a sus superiores, en 2013, por el policía Gustavo “Gula” Pereyra. Ese comisario inspector investigab­a a jugadores del negocio narco. Fue llevado a juicio por su supuesta colaboraci­ón con “Los Monos”, aunque finalmente fue absuelto. ■

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Vínculos peligrosos. Los investigad­ores creen que Lucio Maldonado (37) tenía relación con bandas narco.
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Imagen repetida. El prestamist­a publicaba varias fotos de armas.

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