Clarín

Irrealizab­les sueños argentos

- Roberto Pettinato

Por qué los argentinos somos así? ¿O será el mundo entero? ¿De qué hablo? De los planes irrealizab­les que se nos vienen a la cabeza, como si los dictara la señora del 7° B.

“Un día me voy a vivir al campo y largo todo. Voy a hacer una huerta. Tenés tomates, cebollas, apios y lechuga. Con eso estoy”.

Jaja. ¡No sucederá, señor! Nunca nos vamos a ir al campo, porque cuando se terminan los días de sol y hay dos de lluvia o se corta la luz, el sueño terminó.

Nuestra vida transita por dibujos en el aire de sueños que creemos propios, salvo que los vimos en Netflix.

¿O no nacimos, crecimos y llegamos hasta acá repitiendo “voy a cambiar”, “no lo haré más”, “soy otro”, “el yoga me cambió”, “esta novia es otra cosa”, “para mí que me están cagan...”, “si cavo en mi jardín es ‘mi’ jardín y cuánto a que encuentro un dinosaurio”, “no fumo más”, “me encantan las sillas de plástico que me robé de un stand de Quilmes” y “estoy orgulloso de hacer este lemonchelo de los limones que tiene mi vieja en Haedo”?

Somos humanos y queremos salir del pozo, del infierno, de la locura, y no podemos ni darnos cuenta que si vamos a Zara a probarnos ropa, para encontrar talle deberíamos primero no ponernos la camisa arriba de lo que ya tenemos puesta... O si no, ir al probador, ¿no les parece?

Queremos zapatos y cruzamos las patas y ensartamos uno mientras buscamos un espejo en el que, denlo por hecho, no miraremos el modelo de timbos, sino los tobillos hinchados como el culo de un mandril.

Y no sabemos a dónde vamos, pero eso sí: vamos rápido.

Todos sabemos de fútbol, economía y mecánica. Y podríamos haber sido todo eso, lástima que la vida se nos consumió en una mercería de Villa Ballester.

Pero sin dudar decimos “hay que hacer como los alemanes”, “hay que sacar a ese zoquete del mediocampo y ponerlo a Maradona, que así como está te lo pone en los pies” y ”¿sabés lo que pasa con estos autos? Son motor a inyección...”. Lo gracioso es que repetimos lo que veíamos en un programa de TV de los ‘70, en donde dos tipos, a las 11 de la matina, delante de un motor gigante iban sacando bujía por bu- jía y chupaban no sé qué hidrocarbu­ro de la manguera y cada tanto decían: “Acá están, estos son los platinos”.

¿Se dan cuenta? Un tipo que a los 12 años miraba eso, cuando una chica ya hacía hablar a cuatro Barbies y un Ken... ¡No entiende de grande por qué la mujer lo abandonó! Jajaja. Yo quería ser piloto de avión. Piloto comercial. Mi viejo me dijo: “Primero tenés que estudiar en Córdoba como militar y después pasás a servir alfajores y maní en la clase turista de Lapa”.

Con los milicos no quería saber nada. Lo de clase turista no me tentó y Lapa se estroló contra un alambrado. Listo. ¡El sueño terminó!

Y así es como embotados se pasa la vida con nuestra cara de Fermín en la canción de Almendra, apoyando los codos en un viejo balcón de Thames y Muñecas, mirando cómo los 45 grados pegan en la chapa del kiosco derritiend­o la portada de Gente y pensando “qué lástima que no importamos el diávolo, los encendedor­es, los perritos-llavero que ante un silbido te pitan donde está el manojo”, y añorando ya no los tiempos de visitar la cabina del capitán de un crucero de alta mar, pero sí -eso sí- inolvidabl­e aquel momento en el que en el aeropuerto de San Pablo gritábamos, en ojotas con medias: “A nosotros nos tienen que respetar porque somos argentinos­sss!!!” y estuvimos a punto de que se nos queden con las valijas, nos echen del lugar, no nos devuelvan la guita, ni los pasajes y la guardia brazuca nos queme las patas a balazos de goma. Jajaja.

¿Todo esto nos sucederá a los argentinos, esta raza débil, imbécil y superstici­osa? ¿Pasará en el resto del mundo? ¿O somos los únicos que cuando soñamos en serio y lo contamos sin chiste, soñamos una vez la letra de un bolero conocido? Jajaja. Chan-chan. ■

“Ese programa de TV en donde dos tipos, delante de un motor, sacaban bujías y decían: ‘¡Estos son los platinos!’”

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