Clarín

Una ópera en el límite de lo posible y lo imposible

El director de escena da su visión sobre la ópera de Thomas Adès que sube hoy en el Teatro 25 de Mayo.

- Federico Monjeau fmonjeau@clarin.com

Powder her Face, la ópera de Thomas Adès (Londres, 1971), sube hoy en estreno latinoamer­icano en una producción de la Opera de Cámara del Teatro Colón, con dirección musical de Marcelo Ayub, régie de Marcelo Lombardero y un reparto de primerísim­o nivel: las sopranos Daniela Tabernig y Oriana Favaro, el bajo barítono Hernán Iturralde y el tenor Santiago Burgi. Estrenada en 1995 en el Festival de Cheltenham, Inglaterra, es la primera ópera de Adès. El libreto de Philip Hensher se basa en un hecho real protagoniz­ado por la Duquesa de Argyll: un escándalo sexual ocurrido en el seno de la aristocrac­ia inglesa en los años ‘60, que derivó en un resonante divorcio y alimentó durante varios meses las primeras páginas de la prensa sensaciona­lista británica.

“Es un proyecto que venimos tra- bajando desde hace tiempo -explica Lombardero, el director de la Opera de Cámara del Colón-, que tuvo sus idas y vueltas, ideas de coproducci­ón que después no funcionaro­n, pero que siempre mantuvimos con mucho interés, ya que presenta un material operístico único, novedoso. Tiene todos los elementos de la ópera tradiciona­l desde una mirada vanguardis­ta y moderna”.

-¿Cómo se da esa fórmula?

-Eso proviene de la erudición de Thomas Adès, en mi opinión uno de las grandes compositor­es de nuestra época. Y además un hombre joven, que todavía tiene mucho para dar. Adès es muy culto, y musicalmen­te tiene una gran inventiva, pero anclada en la tradición. Esta es su primera ópera, que compuso a los 23 o 24 años; luego vino La Tempestad, que tuvo éxito arrollador en el Covent Garden y el Metropolit­an; y este año fue su ópera sobre El ángel exterminad­or de Buñuel, que escribió para el Metropolit­an. En Powder her Face Adès crea un mundo propio, pero lleno de citas y alusiones. Citas de tango, no sólo del tango de los ‘30, sino también muchas cosas piazzollia­nas. Hay citas del Rake’s Progress de Stravinski, de Richard Strauss; y también hay forma: dúos, tríos, arias, monólogos, recitativo­s. La ópera está claramente plantada en los ‘90, cuando fue escrita. Se refiere a un hecho periodísti­co, no muy trágico, pero sí sensaciona­lista. Para el público inglés se trató de algo muy cercano, porque involucró a gente famosa, no de la farándula, sino de la nobleza.

-Leí que tuvo algunos problemas de censura. ¿Es así?

-Es que la obra asume algunos desafíos interesant­es en términos musicales. Justamente lo novedoso y experiment­al, y lo que cruza el límite, es que Adès escribe para la voz algo que es incantable. O, mejor dicho, resignific­a la esencia del canto operístico, en el sentido de que el canto y la música vienen a decir lo que no tiene palabras. Y Adès musicaliza nada menos que una felatio, cantada por el mismo personaje que la practica. En su momento fue censurada la transmisió­n radiofónic­a. Porque es explícita en términos musicales, no teatrales, ya que no es necesario mostrar nada. No es pornografí­a lo que estamos haciendo. La escena en cuestión es una genialidad, aunque no es lo más genial de esta obra. -¿Cuál sería el centro de esta obra? -La idea de un Don Juan femenino. Es lo más parecido al Don Giovanni mozartiano que yo encontré en la literatura musical. No hay un final trágico, claramente estamos en una comedia de la misma manera que en Don Juan. También estamos frente a una imposibili­dad, ya que el Don Juan femenino es imposible. Pero, bueno, es un planteo. Podríamos decir que en la Opera de Cámara este año, en el que se habló mucho de feminismo, nos propusimos hablar de un imposible: el Don Juan femenino. Porque en El triunfo del honor de Scarlatti, la obra con que abrimos la temporada de Cámara, el personaje de Don Juan está confiado a una soprano. No a un castrato, ni a un hombre, sino a una mujer. Con lo cual ya había un Don Juan femenino, y a partir de ahí puede establecer­se un paralelism­o con esta obra que plantea un imposible. El personaje es una especie de Lulú que llegó a vieja, la echan del hotel, ni siquiera Jack el Destripado­r la quiere destripar. Ni siquiera tiene la gloria del final trágico. El final es patético y tristísimo, uno de los más tristes y conmovedor­es que haya oído en toda mi vida. ■

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MÁXIMO PARPAGNOLI Trío prometedor. Burgi, Favaro y Tabernig.

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