“La corrupción fue sistémica y no sólo involucra a la obra pública”
Bajo los reflectores públicos desde que estalló el escándalo de los cuadernos y se supo que Carlos Wagner, su presidente durante ocho años manejaba lo que se dio en llamar el club de la obra pública; la Cámara Argentina de la Construcción decidió dar una vuelta de página. Empezó por cambiar completamente a su cúpula directiva, ahora bajo la batuta de Julio César Crivelli, abogado de profesión y heredero de la constructora familiar que edificó el Banco de Londres, el Sheraton y el Somisa, entre otros edificios icónicos. Crivelli, también conocido como presidente de la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, recibió ayer a Clarín en su estudio jurídico rodeado de pinturas de Prior, Cambre, Maccio y una orignal versión del Jardín de las Delicias de Nicola Costantino.
-¿Cómo piensa cambiar la Cámara y qué va a pasar con los socios que estuvieron involucrados y se declararon arrepentidos?
-El único camino que tiene la Cámara frente a esto es hacer un proceso súper transparente, tiene que extremar todos los recaudos referidos a programas de integración, a programas de cumplimento de la norma, de integridad. Hemos contratado a la auditora KPMG. Y además nos hemos renovado completamente. Pero hay que considerar que la Cámara es una institución y está más entusiasmada con el futuro que con el pasado. Y tenemos que hacer frente a una realidad muy compleja. El desafío, más allá del pasado, es que estamos atravesando un año tremendo para la industria de la construcción. La falta de presupues- to hace que las obras públicas se estén paralizando y los atrasos en los pagos están generando todo tipo de problemas. Y en cuanto a la obra privada, todo el programa UVA que era excelente, está paralizado. Los inversores privados están todos en la actitud de espera. Tenemos un escenario del futuro que realmente es muy complicado.
-¿Cuál es su visión acerca de lo que pasó?
-Como abogado yo sabía que todas estas cosas estaban pasando del mismo modo que lo sabía el resto de la sociedad. Y como yo no estaba integrando esos procesos no conocía los detalles que ahora salen a la luz y que consternan a la gente, pero lo que consterna a la gente son los detalles, no que no se supiera que eso estaba sucediendo. -Quiere decir que si no saltaba el tema de los cuadernos, todo seguía...
- Lo que sucedió en Argentina es muy raro. En el mundo capitalista en el extremo de lo malo, en el infierno, existe la cartelización. En la otra punta, la competencia es la virtud. Pero nunca hay competencia perfecta ni cartelización absoluta, siempre transitamos en el medio. Las sociedades más virtuosas transitan más cerca de la competencia y las menos, cerca de la cartelización. Pero lo que pasó aquí fue una cartelización organizada desde el poder, algo que no es frecuente en ningún otro país. Esto ha sido sistémico y creo que involucra a todos los que tenían contratos con el Estado, no sólo a la construcción.
-¿Qué tienen que hacer los empresarios involucrados? ¿Renunciar?
-La cámara tiene 1.600 socios. En este lío hay algunos metidos, pero no son ni 1.600 ni un número parecido. Estamos hablando de poca gente. Como abogado, observo que en estos procesos hubo separación de la conducción involucrada. Esto pasa cuando se prueba que la conducción está involucrada, no en función de dichos de la opinión pública. Digamos que hay un proceso y eso se demuestra, o la persona lo reconoce y ya no hace falta demostrarlo. Y después se trata de poner una multa a las empresas. Este es un concepto nortamericano que se llama hability to pay, “capacidad para pagar”. Los americanos ya lo vienen practicando hace mucho tiempo. En EE.UU. se dieron cuenta desde temprano que si la multa es muy grande funden a la empresa y se pierde un activo de la sociedad: ellos buscan salvar la empresa. ■