No pudo, o tal vez no supo
No pudo, Guillermo. O no supo. No consiguió darle a su Boca una identidad definida, más allá de momentos de buen fútbol y de un claro predominio en el plano local. Así lo sintió siempre el público de Boca, incondicional pero no por ello ignorante. Lo cuestionó sin olvidar su carácter de ídolo. Y no es que se menosprecie el valor de un bicampeonato: ¿qué club argentino no daría cualquier cosa por gritar dos años seguidos? El tema es otro. Con algunas excepciones (acaso Palmeiras y Cruzeiro, en esta Copa), al equipo le costó prevalecer en cruces bravos. Le sobraron jugadores y le faltó identidad. A Zidane, por caso, se lo valoró más por saber gestionar un vestuario pesado que por imponer un estilo. Guillermo naufragó entre cracks impuestos, vacas sagradas a las que no supo gestionar y mercados de pase en los que coleccionó laterales y extravió prioridades. Como encontrar una zaga central. Hubo que vender a Bentancur, creer por fin en Barrios y encontrar al mejor Nandez para que el medio saliera de memoria. La estadística ante los grandes (19 jugados, 7 ganados) es un indicio sólo superado por esos choques ante River, de los que ganó 2 de 9.
Y el round final, apostando al contragolpe como si hubiera ventaja que defender, tan contrario a su esencia del 4-3-3. Pavón y Villa persiguiendo laterales: resignado a no dar pelea. No pudo o no supo Guillermo armar un Boca con su sello. Se va entre sombras. Tendrá revancha.