“La improvisación era mi catarsis”
Violinista y compositor de innovadora mirada, se presentará con su nuevo ensamble el domingo en el CCK.
El violinista Damián Bolotín surge como un verdadero innovador de la música popular; con composiciones de una diáfana libertad creativa y un espíritu abierto a nuevas tímbricas. “No quería recorrer los mismos caminos y comencé a buscar elementos de la música contemporánea y de la improvisación; creo que conseguí con este ensamble acercarme a lo que quería; fue difícil romper con la tradición y pensaba: ¿Qué van a decir los tangueros con los que yo me inicié?”, reflexiona este artista que se presentará con su ensamble (César Rago en violín, Daniel Kovacich en clarinete, Juan Bayón en contrabajo y Richard Nant en flugelhorn y percusión) este domingo a las 20, en la Sala Argentina del CCK.
Bolotín es un instrumentista de una versatilidad notable, que acompaña con una excelente técnica cincelada en su infancia por el legendario maestro Ljerko Spiller, pero con un agregado poco común: su gusto por la improvisación, que rompe el molde habitual de los violinistas. Como compositor y arreglador muestra un gusto por el color y una audacia que enriquece su música. Su historia tiene condimentos particulares para este músico de oído absoluto, que tras ocho años de estudios se alejó del instrumento para regresar siete años después. “A los quince gané una beca en Suiza y sentía una tremenda presión sobre mi carrera en la música; dejé el instrumento, terminé la secundaría y entré en Ciencias Económicas ,y cuando me faltaba un año para recibirme surgió la necesidad de hacer música, de la que, internamente, nunca me había alejado”.
Su carrera profesional comenzó con cierta apertura importante, ya que acompañó a José Trelles y estuvo con el dúo de Daniel Binelli y Fernando Suárez Paz, para luego saltar a la orquesta de Leopoldo Federico, en la que estuvo 23 años. “Fueron tiempos de mucho vértigo y cambios. Mi estilo conectaba mucho con el proyecto de Mederos pero, al mismo tiempo, cuando empecé a tocar con Binelli y Suárez Paz crecí como músico; en los tres meses que estuve con Suárez Paz aprendí cómo era la Biblia del Tango; y la tradición la conocí con la orquesta de Federico y ese duro comienzo en ella. Era una orquesta de doce músicos, con violinistas con mucha experiencia, y de pronto aparezco yo, con 23 años; me miraban raro; Federico era un cadenero tremendo y llevaba la orquesta como quería”, explicó Bolotín, reconocido en la escena argentina como sesionista de primera toma. Participó en algo más de 180 discos.
-¿Cómo comenzaste a improvisar? -Desde mi infancia, recuerdo que había momentos difíciles para mí, debido a la presión que sentía, que me encerraba y me ponía a tocar de manera improvisada. Recuerdo que venía mi abuela y me tarareaba una melodía y empezaba tocarla y a hacer variaciones. A través de mi abuela me di cuenta de que podía llegar a la gente y que podía expresar mis emociones. La improvisación en ese tiempo era mi catarsis; la música fue mi salvación y lo sigue haciendo aún hoy, aunque desde otro lugar. -¿Cómo fue tu paso de la música clásica a la música popular?
-Siempre me gustó la música de cámara y hacía música antigua, con instrumentos originales, pero como profesional, a las 22 años, empecé haciendo música klezmer en el templo Bet-El en casamientos y fiestas y entré en la música popular a raíz de una llamada de José Trelles para que me integre a su grupo. De ahí salté a Mederos, donde había mucha música improvisada. Hice un camino a la inversa, de lo más moderno que era Mederos salté a la tradición con Federico para tocar en el Casablanca. Federico fue mi padre musical, tenía la tradición pero además de renovación, había tocado en el Octeto Buenos Aires con Piazzolla. ■