Clarín

No todo es una cuestión de números

- Miguel Jurado mjurado@clarin.com

Al equipo no le iba bien y lo primero que pensó fue en hacer jugar al 7 de 11 y al 3 de 4. No resultó. Entonces decidió tomar una medida drástica: abandonar el 4-2-4 que enamoraba a los hinchas y bajar al 7 a la posición del 8, con el 10 tirado al medio. El primer partido con ese 4-3-3 fue desastroso y él no quiso volver a probar el esquema. Al siguiente domingo, le pidió a su ayudante que parara al 5 entre el 6 y el 2 y que bajara al 11 a la posición de 10. Un perfecto 5-3-2. Tampoco anduvo.

Perdidopor perdido, ensayó un cambio revolucion­ario: le dijo a su ayudante que para el próximo partido, el equipo iba a tener al 9 en la posición de 5, para jugar con el 8 de falso 9 y hacer subir al 4 y al 3 a la posición del 8 y el 10, pero que el 11 iba a tener que bajar para ayudar al 6 y al 2. No tengo que explicar cómo salió eso, un desastre total. Fue entonces cuando, cansada de tantos experiment­os, la hinchada empezó a silbar a los jugadores y las tribunas corearon su nombre con un estribillo insultante. Eso lo bajoneó de verdad.

El lunes siguiente, le confesó a su ayudante que ya no sabía qué hacer, quería armar un 44-1-1, con el 9 de 11 para que pique el 10 a la posición del punta, pero no estaba seguro. Así pasó la semana, con prácticas en que el 5 iba de 11, el 8 de 9 y el 4 de 7. Cambiaba, cambiaba y cambiaba hasta que optó por un esquema. El domingo siguiente, todo fue perfecto. El equipo volvió a brillar como en sus mejores momentos. El DT se fue convencido de que, al fin, había encontrado la fórmula del éxito. Pero la verdad es que el ayudante le había cambiado el número a todas las camisetas y sólo pidió al equipo que saliera a jugar al fútbol. ■

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