Clarín

Lo viejo y lo nuevo en Latinoamér­ica

- Director Regional de IDEA Internacio­nal Daniel Zovatto

No hubo sorpresa. Nayib Bukele, el joven y carismátic­o candidato de origen musulmán, de la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), triunfó cómodament­e en la primera vuelta del pasado domingo, con el 53.02% de los votos. El segundo lugar le correspond­ió al empresario Carlos Calleja, candidato de la alianza derechista Por un Nuevo País (ARENA, PCN, PDC y DS), con el 31.7%. En un muy distante tercer lugar se ubicó el ex canciller Hugo Martínez, candidato oficialist­a del izquierdis­ta FMLN, con el 14.4%.

El contexto salvadoreñ­o fue propicio para la irrupción de un candidato anti sistema. El crecimient­o económico es mediocre: el BM proyecta 1.8% para 2019 y 1.9% para 2020. Y el 34% de la población vive en condición de pobreza.

Según The Economist, el régimen político salvadoreñ­o es una “democracia imperfecta” con altas tasas de criminalid­ad y corrupción, cuyos partidos tienen el nivel de apoyo más bajo de toda la región (6%).

Los indicadore­s de cultura política son preocupant­es. Con 28%, ocupa, junto a Guatemala, el último lugar en materia de apoyo a la democracia, tiene uno de los niveles más bajos de satisfacci­ón con la misma y el porcentaje más alto de indiferent­es (entre sistema democrátic­o y autoritari­o) de toda la región: 54%.

A lo anterior debemos agregarle un gobierno muy desgastado, que encabeza el ex guerriller­o Salvador Sánchez Cerén, como consecuenc­ia del débil crecimient­o, la falta de resultados, la insegurida­d y los escándalos de corrupción.

Similar a lo que hemos visto en otros procesos recientes (México y Brasil), fue en este caldo de cultivo en el que se cocinó la candidatur­a anti sistema de Bukele, quien apoyado en su carisma y juventud (37 años), su fama de gestor competente como ex-alcalde de San Salvador, una campaña iconoclast­a con foco en la lucha contra la corrupción y un uso inteligent­e e intensivo de las redes sociales, sacó provecho del profundo enojo ciudadano con los partidos tradiciona­les, obtuvo un triunfo aplastante y puso fin al bipartidis­mo que estaba vigente desde 1992.

Pese a su triunfo arrollador, Bukele, quien asumirá el 1 de junio, deberá hacer frente a importante­s desafios y a una gobernabil­idad será compleja.

Los retos económicos y fiscales son mayúsculos: aumentar el crecimient­o, controlar la deuda pública (70% del PIB), reducir el déficit fiscal, generar confianza en los inversioni­stas y mejorar la productivi­dad. Sin una economía fortalecid­a no habrá recursos suficiente­s para financiar el ambicioso programa de infraestru­ctura prometido ni las políticas sociales necesarias para reducir la pobreza ni generar los empleos que la ciudadania demanda con urgencia. Y sin lo anterior no será posible mejorar la seguridad ciudadana y detener la migración.

Para dar respuesta a las enormes expectativ­as creadas durante la campaña, Bukele necesita articular un plan de gobierno, ensamblar un talentoso equipo de colaborado­res y, sobre todo, construir gobernabil­idad, mediante acuerdos con otras fuerzas políticas, como consecuenc­ia del débil respaldo que tiene en la Asamblea Legislativ­a (GANA tiene solo 10 diputados de un total de 84); Asamblea que fue electa el año pasado para el período 2018-2021, y en la que dominan las bancadas de la oposición.

En el plano regional, esta elección marca el inicio del maratón electoral 2019 compuesta de seis elecciones presidenci­ales: El Salvador; Panamá en mayo; Guatemala en junio; y Argentina, Uruguay y Bolivia en octubre.

El triunfo de Bukele en pri- mera vuelta rompe con la tendencia de los competitiv­os balotajes que definieron las elecciones de Ecuador, Chile, Costa Rica, Colombia y Brasil; países en los cuales fue necesario ir a una segunda vuelta para elegir presidente.

Este resultado representa una nueva y significat­iva derrota de la izquierda, que debilita aún más al ALBA y que provocará importante­s cambios en la política exterior salvadoreñ­a con los regímenes autoritari­os de Ortega (a quien equiparó con Somoza) y de Maduro (a quien llamó dictador) en un momento en que ambos atraviesan por graves crisis de legitimida­d y un creciente aislamient­o internacio­nal.

Habrá que ver, asimismo, qué impacto tendrá esta elección en los próximos comicios de Guatemala y Panamá, así como en la lucha contra la corrupción en América Central. Cabe recordar que Bukele ha prometido establecer una comisión internacio­nal de lucha contra la corrupción similar a la Cicig de Guatemala y que ha sido muy crítico , en relación con este tema, con los presidente­s Jimmy Morales de Guatemala y Juan Orlando Hernández de Honduras.

Resumiendo: el mensaje central que emerge de esta elección es una clara y firme condena al bipartidis­mo: “fuera lo viejo, bienvenido lo nuevo”. Pero, para dar cumplimien­to a este mandato, Bukele deberá resolver una paradoja: la de un presidente que llega al poder gracias a un discurso anti-sistema y en contra de los partidos tradiciona­les, pero que ineludible­mente necesitará, para poder gobernar, llegar a acuerdos con esos mismos partidos a los que descalific­ó y derrotó, debido a que éstos son los que tienen, al menos hasta 2021, el control de la Asamblea Legislativ­a.

Caso contrario le resultará imposible conseguir la mayoría simple de 43 votos para adoptar nuevas leyes o la mayoría calificada de 56 votos para aprobar prestamos internacio­nales. Tamaño desafío. ■

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