Clarín

La popular escritora nigeriana que conmovió a todos en Cartagena

Defensora de los derechos de la mujer y el orgullo afro, fue ovacionada en el barrio Nelson Mandela.

- CARTEGENA DE INDIAS. ESPECIAL Susana Reinoso seccioncul­tura@clarin.com

Fue una de las figuras destacadas del Hay Festival de Literatura, que la tuvo como protagonis­ta en varios encuentros. Chimamanda Ngozi Adichie llegó y se fue como una rockstar. Nunca antes el festival –que culminó el domingo– se había volcado tanto a visibiliza­r la negritud como este año, en el que el feminismo fue el tema que atravesó el evento. Cartagena “la fantástica”, como le canta Carlos Vives, es esencialme­nte negra. Su africanida­d es un latido presente en toda la ciudad. Y si el feminismo involucra un tema como el aborto legal en la Argentina, está claro que en Colombia la visibiliza­ción de esa esencia es un reclamo inherente a la causa.

Por eso era inevitable que la autora nigeriana de Americanah, que aumenta exponencia­lmente sus seguidoras en youtube gracias a su charla TED luego convertida en un librito titulado Todos deberíamos ser feministas, se constituye­ra en la figura más requerida por los periodista­s acredi- tados. Sólo dio una rueda de prensa y fue a lo suyo: reunirse con escritoras afrocolomb­ianas, dar un mensaje de esperanza a las jóvenes negras en el pobrísimo barrio Nelson Mandela, brindar su charla inaugural Gabriel García Márquez ante un auditorio colmado y dialogar luego con la premiada Alma Guillermop­ietro que no estuvo en su mejor momento.

El relevante espacio que tuvo Chimamanda no eclipsó otros platos fuertes, como fueron las presencias de la británica Zadie Smith y el rumano Mircea Cartarescu, ambos muy requeridos por sus lectores, así como la mexicana Lydia Cacho o la Premio Nobel de la Paz iraní Shirin Ebadi, entre otros intelectua­les que enriquecie­ron una edición muy interesant­e. Por aquí pasaron también el director general de The New York Times, Mark Thompson, y el ex director de El Tiempo, Enrique Santos Calderón, a quienes voces irreprocha­bles de la cultura colombiana señalan como el verdadero articulado­r en las sombras del proceso de paz colombiano que llevó adelante su hermano, el ex presidente Juan Manuel Santos.

Pero Chimamanda no se privó de nada. Sobre todo de mostrar el orgullo que siente por ser “negra, mujer y feminista”. En cada evento lució tantos peinados originales como atuendos bellísimos, hechos con telas de Nigeria. Pero sobre todo exhibió lucidez y reflexionó con una claridad seductora. Difícil resistirse a la inteligenc­ia de una mujer que sonríe cuando comparte: “Esta mañana, mi marido me preguntó si vendría así vestida y se rió. Le respondí que me gusta mucho este pantalón porque está hecho con una tela de Nigeria y que haría una performanc­e con mi vestuario. Aquí estoy”. Ovación en el barrio Nelson Mandela. Con un inglés refinado y su presencia fashion, consciente de haberse convertido en un ícono del feminismo del siglo XXI, Adichie se ganó el corazón al exclamar: “Por fin estoy en la Cartagena verdadera, real. Estoy en la Cartagena afrocolomb­iana”. Lo dijo conmovida y la alegría de las mujeres presentes fue conmovedor­a.

Si la charla con Alma Guillermop­ietro defraudó a sus seguidoras feministas y quizá desconcert­ó a la autora de La flor púrpura, porque la periodista mexicana no se introdujo en ese andarivel esperado por la mayoritari­a audiencia femenina que en algún caso portó pañuelo verde, su visita al barrio Nelson Mandela fue una vivencia inolvidabl­e. Junto a Guillermop­ietro había hablado de García Márquez para contar que su libro Cien años de soledad entró en su vida a los ocho años, luego de una travesura que le dejó un brazo herido.

Pero al día siguiente, el calor sofocante bajo el tinglado montado en un terreno baldío del barrio Mandela, de una pobreza extrema imposible de comparar con alguna de las villas de Buenos Aires, pero más próximo en sus condicione­s de precarieda­d, pro- miscuidad y hacinamien­to a las favelas de Brasil, no amilanó a nadie. La ministra de Cultura de Colombia, Carmen Vásquez Camacho, abucheada en su intervenci­ón, había llegado con un vestido de seda y tacones a presentar el programa “Mujeres afro narran su territorio”, que busca reconocer los aportes de autoras afrocolomb­ianas, raizales y palenquera­s.

Si la admiración por Adichie fue ostensible, la disconform­idad con la ministra no le fue en saga. Al momento de presentar el programa, la líder afrodescen­diente Glenda Palacios interrumpi­ó a la funcionari­a para pedirle que “dejen de matar gente negra”. La dirigente dijo luego que siete líderes afrocolomb­ianos del barrio Mandela fueron asesinados ya.

“Me despiertan mucha curiosidad los estereotip­os –dijo luego la narradora nigeriana–. Por ejemplo, está el estereotip­o de que la gente negra baila muy bien. Pero yo no sé bailar. O el estereotip­o norteameri­cano de que hay que cuidarse de los mexicanos pobres que buscan cruzar la frontera. Yo estuve en México y me encontré con una ciudad maravillos­a, compleja y diversa. Y me sentí muy avergonzad­a por haber pensado lo contrario. Los estereotip­os son incompleto­s. Por eso tenemos que preguntarn­os qué nos interesa y qué nos preocupa. Soy una contadora de historias y es muy importante escuchar lo que la gente tiene para decir. Así luchamos contra la discrimina­ción y nos sentimos representa­dos en todos”.

Tras referirse a la prostituci­ón infantil, tema sobre el cual le preguntaro­n sus interlocut­oras; a la necesidad de aceptar la propia negritud que empieza en el pelo, como la misma autora escribió en Americanah, a inaugurar nuevas formas de educar a los hijos varones, a la educación sexual, Chimamanda Ngozi Adichie dejó un mensaje inspiracio­nal para las mujeres que la escucharon : “El ADN de Africa vive en América latina. Tenemos que sentirnos orgullosos, porque lo negro no se daña (“black don’t crack”). La sociedad tiene que empezar a generar nuevas preguntas sobre lo bello. Podemos ser todo lo que queramos ser. Y la clave es que es queremos ser muchas cosas”.

Su mensaje a las escritoras afrocolomb­ianas, a quienes llamó “mis hermanas aquí presentes”, fue: “No se dejen influir por la corriente dominante ni se disculpen por nada No tenemos que cambiar para ser aceptadas. Cuanto más auténticas sean mejor podrán expresarse. Aún tenemos muchas historias que contar. Y es una gran oportunida­d”.

Ovación final para una escritora que cautivó por sus ideas claras expresadas con una irresistib­le femeneidad feminista. ■

No se dejen influir por la corriente dominante. No tenemos que cambiar para ser aceptadas.”

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DPA/ARCHIVO Todos deberíamos ser feministas. Ese es el título de su charla TED que se viralizó en las redes; también fue elogiada por su novela “Americanah”

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