Clarín

Una mirada con los ojos bien abiertos

- Juan Bedoian jbedoian@clarin.com

Especialme­nte ahora que abundan las imágenes y se representa­n simultánea­mente tantas cosas, habría que cultivar la pasión de otra mirada más serena y esencial. Habría que inventarse una mirada que de vez en cuando huya del celular y descubra la bella luz diurna o nocturna que en ciertas calles de Buenos Aires penetra en la materia sólida de una ventana, un árbol o un contorno y te hace creer que estás viendo profundame­nte dentro de las cosas. En esta sociedad de la informació­n en la que las apariencia­s son registrada­s y transmitid­as como un rayo, sería bueno darle lugar a la contemplac­ión de cualquier cosa tangible. La feta de un buen jamón crudo. La planta que comenzó a crecer en tu jardín por las lluvias de enero. La mirada maravillad­a de tu hija o tu nieto. El color púrpura que un buen malbec regala en la copa alzada.

Ya sé, ya sé, los aparatos móviles nos acercan y solucionan mil cosas, nos divierten y comunican, pero también nos alejan de las miradas, experienci­as y sonidos reales, esas apa- riencias físicas que pertenecen a cuerpos sólidos (una flor, un libro, una guitarra, una boca) y que no son figuras volátiles atrapadas en una pantalla y condenadas al inmediato olvido. Las propaganda­s y los programas de TV vertiginos­os te saturan, las cadenas de WhatsApp suelen agotarte con boludeces y los episodios de las series de televisión ya se han convertido en un gigantesco espectácul­o cotidiano en el que se viven y se contemplan la vida de los otros, no la tuya.

Ya está siendo hora de que miremos más nuestra propia vida. Todo está alrededor nuestro. Todo está en nuestra mirada. ■

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