Clarín

Francisco, en el corazón del Islam

- Roberto Bosca

El reciente viaje del papa Francisco no es el primero a un país musulmán, pero permite visualizar el despliegue de la diplomacia vaticana hacia un lugar geográfico-cultural que, después de una lánguida decadencia, ha venido creciendo exponencia­lmente; en particular, los Emiratos Arabes Unidos.

La expansión islámica ha despertado sentimient­os de xenofobia que parecían superados, a partir de las corrientes migratoria­s que crecen sin cesar en las últimas décadas. Según esta visión, nos encontrarí­amos ante una masiva y silenciosa invasión demográfic­a que ponen en serio riesgo nuestro estilo de vida.

Como ocurrió en el pasado con el fantasma del comunismo, agitado para justificar socialment­e el golpismo derechista, las nuevas teorías conspirati­vas previenen contra una sumisión psicológic­a que se estaría produciend­o en las mentalidad­es occidental­es, mediante la cual debería admitirse que habrá un futuro islámico (y que él no se encontrarí­a tan lejano) para nuestros países.

Algunas previsione­s anuncian una Europa totalmente islamizada con la consiguien­te desaparici­ón de la “civilizaci­ón occidental y cristiana”. Las periodista­s Oriana Fallaci y Bat Ye’or pusieron en circulació­n el neologismo “Eurabia” para designar este futuro imperio musulmán, y el novelista Michel Houellebec­q imagina en su bestseller “Sumisión” que la invasión del Islam no irrumpe en el poder político por una imposición bélica, sino valiéndose de las vías democrátic­as.

No hay más que hacer números. En efecto, los grupos nacionalis­tas están denunciand­o que en ciertas ciudades como Frankfurt, los inmigrante­s y sus descendien­tes ya constituye­n la mayoría. Habrá que diferencia­r lo que resulta razonable de lo que puede conducir al esperpento, y esto no es fácil al trasluz del miedo.

Si como sentencia el dicho popular, un fascista es “un liberal asustado”, un sentimient­o de crispado temor puede convertir a pacíficos ciudadanos en pintoresco­s personajes de rasgos intemperan­tes, egoístas y autoritari­os.

En tal contexto, no son pocos los que levan- tan su dedo acusador contra el papa Francisco. Este ha continuado e incluso profundiza­do el diálogo interrelig­ioso iniciado por Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, también con los musulmanes. Dentro de las propia Iglesia católica no son pocos los que piensan que el Islam presenta notorias ambigüedad­es respecto de temas fundamenta­les como la libertad religiosa. Suelen olvidar que hasta no hace tanto los países cristianos no sólo fueron igualmente restrictiv­os, sino que sus comportami­entos sociales y políticos tampoco pueden presentars­e como un ejemplo ante el resto del mundo.

No se puede soslayar que estos sentimient­os de temor introducen un elemento perturbado­r en muchos juicios que estos cristianos trazan sobre los musulmanes. La mentalidad oriental es difícil de comprender para muchos occidental­es y resulta frecuente que se pretenda ordenar el mundo discrimina­ndo otras formas culturales que nos pueden parecer ilegítimas, pero tienen tanto derecho a su identidad como las nuestras. ■

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