Clarín

En Mar del Plata, ya pisa fuerte una nueva generación de emprendedo­res

Muchos llegaron desde Buenos Aires, después de vender casi todo lo que tenían. Fundaron hoteles, hostels y paradores. Y dicen que sólo se arrepiente­n de “no haberlo hecho antes”.

- MAR DEL PLATA. Mariano Gavira mgavira@clarin.com

Porque se cansaron del ruido, por la insegurida­d, porque no querían saber nada con el caos de tránsito y los piquetes, porque es el sueño que tenían de chicos y no pudieron cumplir o porque necesitaba­n darle un gi- ro a la vida rutinaria. Abandonarl­o todo, dejar la gran ciudad y empezar de cero cerca del mar. Clarín reconstruy­ó tres historias de personas que cambiaron la ciudad de Buenos Aires por Mar del Plata y que hoy, a puro esfuerza, están comenzando a imprimir su sello en ese lugar de vacaciones y sueños: “Si nos arrepentim­os de algo es de no haberlo decidido an- tes”, coinciden.

El primer viaje imaginario que tuvo Joel Tamer fue mientras el colectivo en el que viajaba se había atascado en el medio de un colapso de tránsito del que no podía salir. Con la ventanilla abierta, bajo un calor tremendo de verano, apoyó la cabeza en el asiento de adelante y empezó a imaginarse a él mismo lejos de todo ese ba- rullo de motores y más cerca del sonido de la playa.

Joel (33) era dueño de un hostel frente a plaza Congreso. Casi todos los días llegar hasta su lugar de trabajo desde la casa era un caos: piquetes, cortes, manifestac­iones y paros le ponían siempre un palo en la rueda y lo hacían volver con la imaginació­n al mar. Pero hubo un día de punto de inflexión, que lo hizo tomar la decisión definitiva.

El 19 de diciembre del 2017 se aprobó la Reforma previsiona­l y miles de manifestan­tes reclamaron con violencia, mientras que la Policía reprimió con balas de goma y gases lacrimógen­os: “Ese día me destrozaro­n el hostel, los huéspedes estaban llorando por los gases, los vidrios de los ventanales rotos, los colchones puestos en las puertas para que no entre el aire, nadie entendía nada, imaginate que la mayoría era extranjero. Ahí dije basta. Yo así no puedo vivir más, esto es una locura”.

Tamer vendió todo y junto a su mujer, Denise, vieron la oportunida­d perfecta de mudarse. Ya sin nada que los atara a Buenos Aires, compraron una hostería cerca de la Playa Varese. La reformaron y llamaron Casa Camarón. Ahora es una especie de hotel boutique con 10 habitacion­es, cerca del mar, como soñaba: “Hoy puedo decir que invertí en salud y estando acá nos enteramos que vamos a ser padres de una nena. Pienso en el futuro de ella y creo que Mar del Plata es el mejor lugar para criarla”.

Hace un año que Oscar Ciovich y

“Este es mi lugar en el mundo ¿Sabés lo que es despertart­e y ver el sol que aparece por arriba del agua?” Sergio Echegoyen

Sandra Matejcich siguieron el mismo camino. El, arquitecto, ella, docente. En Buenos Aires vivían bien: “No nos faltaba nada, pero no teníamos paz. Mucha insegurida­d”, cuentan y recuerdan las veces que los asaltaron y les robaron, algunas de ellas con armas de fuego apuntándol­os. “El sueño de vivir cerca del océano lo teníamos de chicos. Nos conocemos hace 40 años y siempre lo hablamos. Pero una cosa fue llevando a la otra y los tiempos se estiraron”, dice Oscar.

El objetivo era ese sueño juvenil del bar en la playa, pero aggiornado a la edad: “Yo tengo 57 años, no puedo hacerme el pibe. Entonces lo que hicimos fue buscar una casona antigua y transforma­rla en hotel. La llamamos Posada Güemes y fue la excusa perfecta para apostar por Mar del Plata”, relata. Para eso se desprendió de todo lo que tenía en la ciudad de la furia: vendió la casa, el auto, los muebles. “No me quedó nada material que me una a Buenos Aires”.

La diferencia está en la tranquilid­ad, dice. “Si saco cuentas entre lo

que vendí y compré, perdí plata. Pero ahora lo que buscábamos era otra cosa. Yo no soy hotelero, pero esta fue la manera que encontré de acercarme al mar. Acá la gente vive preocupada, pero no es lo que se vive allá, donde el ruido de una moto ya te asusta”, agrega.

Sergio Echegoyen mira al parador que construyó con sus manos durante cuatro años en Santa Clara del

Mar y grita con fuerza: “Ni loco volvería a Capital Federal. Pero ni por un millón de pesos, te digo de verdad. La vida que tengo acá no la cambio por nada. Por más que los inviernos sean largos y fríos. Soporto unos meses pero gano años de vida”.

El Polaco, como le dicen, tiene 37 años y llegó a Santa Clara hace tiempo. Mientras trabajaba de lo que conseguía, en su cabeza sobrevolab­a la idea de tener su propio parador. Con esfuerzo abrió Eco Beach, el primer parador ecológico en el partido de Mar Chiquita. Su construcci­ón esté pensada para no contaminar, ni obstruir la erosión del mar. Está construido en madera, sin intervenci­ones de cemento, y se encuentra elevado de la arena.

“Este es mi lugar en el mundo ¿Sabés lo que es despertart­e y ver el sol que aparece por arriba del agua? Es impagable. A Buenos Aires voy a visitar a amigos y me quedo tres o cuatro días como mucho porque me empiezo a sentir mal. No se vive bien allá, esto es otra cosa. Pero mejor no hablo de más, no sea cosa que algún día se vengan todos para acá”.

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FOTOS: MAXI FAILLA Oscar y Sandra. Soñaban desde muy chicos con vivir en Mar del Plata. El año pasado lo consiguier­on. Transforma­ron en hotel una casona antigua.
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Sergio. Construyó un parador ecológico en Santa Clara del Mar.
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Joel Tamer. Cambio su hostel en Congreso por uno en Maderl.

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