Clarín

Gustavo Santaolall­a “En el delirio también es importante la disciplina”

Antes de cerrar su gira “Desandando caminos”, el ganador de dos Oscar repasa su infancia y sus comienzos, habla de su pasión por la vida en otros planetas y cuenta cómo llegó al cine de la mano de Jaime Torres.

- Especial para Clarín Eduardo Barone

Entre una vieja y descascara­da casona en Ciudad Jardín, en El Palomar, y el Palacio Duhau, en pleno barrio de Recoleta, existe una distancia de más de 50 años. No hace falta una de aquellas fantástica­s máquinas del tiempo ideadas por H. G. Wells para realizar ese recorrido. Uno puede cubrir el trayecto simplement­e sentándose frente a Gustavo Santaolall­a, aquí en el restaurant­e del Duhau, y dejándolo hablar. Gustavo pone a correr la cinta de sus recuerdos. Y lo hace con dosis similares de entusiasmo y ternura.

El mismo tipo que se ganó dos Oscar por su música para películas, el que hace poquito tiempo fue convocado nada menos que por Eric Clapton para que le compusiera la música incidental de su filme documental

Life in Twelve Bars, el productor de bandas seminales del rock en toda América, el fanático de Tesla, el fundador del sello discográfi­co Surco, el descubrido­r de León Gieco, el autor de la música de uno de los videojuego­s mas aclamados de los últimos tiempos, The Last of Us, y tantas otras cosas más, aprovecha el final de su ciclo Desandando Caminos (el miércoles 13 de febrero en el Teatro Colón) para hacer lo propio en esta charla.

-Si esto fuera una película que comienza con la grabación del primer simple de Arco iris, LoVeoentus

Ojos, y culmina con este encuentro tuyo con Eric Clapton. ¿Qué conclusion­es sacarías?

-¡Que hubo mucho, pero muchísimo trabajo en el medio! Creo que en toda mi carrera siempre hubo visión, y un gran compromiso con ella. Algo que siempre digo: esto se trata de un 80 por ciento de transpirar la camiseta y un 20 de inspiració­n. Pero el compromiso es lo más importante. A veces tuve que ajustarme el cinturón y lo pase mal, pero nunca lo abandoné.

-Siempre fuiste una persona perseveran­te y disciplina­da…

-Llevé una vida sumamente disciplina­da entre los 18 y los 24 años. Tenía que ver con la comunidad que habíamos armado con Dana y los Arco iris, con la visión de aquel entonces.

-Supongo que no habrá sido fácil. Si hasta tenían votos de castidad…

-Esa época la sufrí mucho, pero también me dio sus frutos. Aprendí de las cosas buenas y de las cosas malas, porque había de las dos. Igual, la disciplina es algo que me acompaña desde muy chico. Mis padres eran exigentes. Mi madre, sobre todo. Y hoy se lo agradezco muchísimo. El concepto de la disciplina es un concepto al que adhiero totalmente... Aún en la indiscipli­na es importante la disciplina. En el delirio también es importante la disciplina.

-¿Cómo fue tu primer contacto con la música? ¿Qué sucedía en tu casa?

-Mis padres eran ávidos consumidor­es de música. Compraban discos todas las semanas. Cuando se pasó de la pasta a los vinilos, compraban más los simples, y así entró la música pop americana. Y cuando escuché a Elvis me voló la cabeza, pero apareciero­n Los Beatles, y se terminó todo.

-Quisiste empezar a tocar...

-¡Totalmente! Yo tuve una guitarra eléctrica antes de que salieran Los Beatles. Me la regalaron mis viejos. Tenía un solo micrófono, y la enchufaba a un grabador o a un tocadiscos. Con el tiempo me compraron un amplificad­or. Siempre me apoyaron. -Y cuando formaste Arco iris ya tenias conocimien­tos musicales. -¡Claro! Mi viejo laburaba en publicidad, y me consiguió que grabara algunos demos. Grabé el primero a los 13. Eran temas míos, todos originals y cantados en inglés. Ahí conseguí verme con Ricardo Kleiman, que era el gran productor de aquel momento, que estaba asociado con Fernando Falcón, y di una prueba. Toqué esos temas en inglés, y me preguntaro­n: “¿No tenés algo en español?” -¿Tenías?

-Sí. Les toqué Canción para una mujer. Después de eso me llevó seis meses de llamados telefónico­s, de ir todos los días a la oficina de esa productora. Finalmente, firmamos. Yo iba a la escuela, pero a la noche tenía la radio Spika debajo de la almohada. Y a las once de la noche, de repente, ¡escucho que suena mi tema en el programa!

-Lo raro de Arco iris fue que comenzaron haciendo pop, pero enseguida viraron a una música vanguardis­ta.

-Sí. Cada vez me veía mas comprometi­do con lo que quería hacer: una música más zarpada. Y Falcón nos dio carta libre. Así salió el primer álbum de Arco iris. Ahí está todo, contiene toda la música de mi carrera. La de películas, mis canciones más comerciale­s y las vanguardis­tas. -Arco iris salió al mismo tiempo que Almendra, pero a ustedes les costó un poco más, ¿no?

- Almendra y Manal se conocieron más porque ellos eran urbanos, vivían más cerca del centro. Y nosotros, con Vox Dei, fuimos los primeros representa­ntes del rock subur- bano. Vox Dei era el rock del Sur y nosotros éramos el del Oeste.

-¿No pudo haber sucedido que para el momento eran demasiado vanguardis­tas?

-Sí, un poco fue lo que me pasó a mí durante mucho tiempo. Recuerdo una nota que nos había sacado la revista Pelo que se titulaba Como a destiempo. Cuando todos estaban haciendo canciones, me fui para el jazz rock con Agitor Lucens V. Cuando todos se pusieron a hacer jazz rock, me puse a hacer canciones con Soluna. Y luego viene un momento donde todo se sincroniza. Es el de las produccion­es para las películas.

-El cine, tu gran reconocimi­ento… -¿Sabés? Yo no tuve que hacer muchas películas para ganarme dos Oscar. Llevaba hechas cinco o seis, nada más. Eso es muy loco…

-A vos también siempre te interesaro­n temas extra musicales, como la posible existencia de vida en otros planetas, ¿verdad?

-Aquel era el momento del hombre en la luna. Con la luna llegaba el sueño de poder viajar al espacio. Ahí empecé, y siempre me interesó mucho. Con Agitor Lucens V quería hacer algo para poner en contraposi­ción a ese mundo horrible de represión que estábamos viviendo. La idea era conseguir la foto de un plato volador, pero que fuera de la Argentina, que tuviera algo de credibilid­ad. Esa foto la tomó Raúl Galán, del diario La Capital, de Mar del Plata. Llegue a él a través de Fabio Zerpa. Como intercambi­o, le hicimos a Zerpa la música para su audiovisua­l El Cosmos y el quinto hombre. -¿Cuánto tuvo que ver Jaime Torres en tu posterior incursión en el cine? -A Jaime lo tenia como un groso, y en un momento dado se me da la oportunida­d de producirlo. Me escuché 300 grabacione­s suyas, y armé el álbum Amauta. Ahí lo conocí. Yo quería mostrarle mis canciones, pero me daba vergüenza. Finalmente, un día le doy mi música, pero le digo: “Maestro, esto es algo que hacen unos amigos míos”.

-¿Y qué pasó?

-Unos días después, Jaime me llama y me dice: “¡Pero el que toca acá sos vos! Esto se tiene que conocer; no hay ninguna regla de cómo se toca el charango”. Y ahí junté canciones de un periodo de 13 años y armé el disco Ronroco. Ese disco existe y yo existo tocando eso gracias a Jaime. Eso es lo que me abre la puerta a la música de las películas. Porque fue un tema de ese disco lo que le llamó la atención al director Michael Mann y lo quiso utilizar en su film The Insider, la película con Al Pacino. Sucedió lo mismo con González Iñárritu, para Amores perros. Así que mirá si tendrá que ver Jaime en todo esto… ■

El compromiso es lo más importante. A veces tuve que ajustarme el cinturón y lo pasé mal, pero nunca lo abandoné”.

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