Clarín

Rushdie, a 30 años de la condena

Su novela “Los versos satánicos” fue tachada de “blasfema” en 1989 por un ayatolá, quien pidió atentar contra él.

- PARIS. AFP

“No quiero seguir escondiénd­ome”, dice el escritor indo-británico Salman Rushdie (Bombay, 1949) cuando se refiere a la condena a muerte ( fatwa) que pesa sobre él desde hace 30 años por haber escrito Los versos satánicos. Siempre rechazó vivir recluido, pero tuvo que aceptar una protección oficial desde que el ayatolá Jomeini, primer guía de la República Islámica de Irán emitió el decreto, el 14 de febrero de 1989, a raíz del libro que juzgó blasfemo para las creencias musulmanas.

De visita en Francia, semanas atrás, el autor explicó: “Pasaron 30 años. Ahora todo va bien. Tenía 41 años, ahora 71. Vivimos en un mundo en que los asuntos que preocupan cambian muy rápidament­e. Ahora hay otras razones para tener miedo...”, ironizó.

El escritor nacido en el seno de una familia islámica y que vivió gran parte de su vida en Gran Bretaña antes de instalarse en Nueva York, aseguró además que cuando visita París tiene “una vida normal” y que toma el subte “como todo el mundo”. Aunque en su viaje a la capital francesa fue habitual verlo rodeado de un nutrido grupo de policías.

En el decreto religioso, el imán pedía a “todos los musulmanes devotos” que ejecuten al autor del libro, a los editores y a “los que conocen su contenido”. Y ofreció una alta recompensa.

La fatwa lanzada contra Rushdie, de nacionalid­ad estadounid­ense desde 2016, nunca fue levantada y dejó víctimas: en julio de 1991, el traductor japonés de Los versos satánicos, Hitoshi Igarashi, murió apuñalado, y en las mismas fechas el traductor italiano, Ettore Capriolo, resultó gravemente herido en un atentado.

En 1993, el responsabl­e de la editorial noruega de la obra, William Nygaard, resultó también gravemente herido por tres balas en la espalda. El mismo año, el traductor turco, Aziz Nesin, escapó a un incendio intenciona­do en el hotel en el que se alojaban los miembros de un festival cultural y en el que murieron 37 personas.

El libro, según Rushdie, fue en gran parte incomprend­ido. “Se trataba en realidad de una novela sobre los inmigrante­s de Asia del sur instalados en Londres y su religión, solo era un aspecto de la historia”. La novela contaba, en tono picares-

“No quiero seguir escondiénd­ome”, dice el autor que nunca dejó de escribir.

co, el devenir de dos actores de origen indio que sobrevivie­n a un atentado, y la trama se conjugaba con visiones de un mensaje divino.

Para el autor indio Salil Tripathi, presidente del Comité de Escritores en la Cárcel del PEN Internacio­nal, organismo que defiende a autores víctimas de persecucio­nes, “el asunto Rushdie creó un freno mental” para hablar del islam.

La fatwa del ayatolá iraní obligó a Rushdie a vivir casi en la clandestin­idad durante 13 años, hasta 2002. Con sus sempiterna­s gafas delgadas y mirada irónica, relató aquel tiempo en Joseph Anton (Joseph en homenaje a Conrad y Anton a Chéjov, dos de sus escritores preferidos), su pseudónimo durante ese periodo. Publicado en 2012, este libro explica desde la tercera persona su vida de proscripto, siempre escondiénd­ose o cambiándo de domicilio. Aunque hoy las precaucion­es cambiaron, es frecuente que lo acompañen agentes de seguridad. ■

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Rushdie. “La decadencia de Nerón Golden” es su última novela.

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