Clarín

Raíces en el rock y lenguaje universal

Los músicos hicieron un repaso de sus carreras, que combinan la excelencia con la esencia popular.

- Especial para Clarín Pablo Strozza

El Teatro Colón intimida a todos los que no son habitúes a sus clásicas veladas, ya sean músicos o espectador­es. Su belleza, su acústica majestuosa, sus normas de protocolo y su leyenda hacen que presenciar cualquier espectácul­o en el máximo coliseo argentino sea, sin exagerar ni un poquito, un verdadero acontecimi­ento. Y mucho más si lo que se va a presenciar escapa de los géneros que suele albergar el lugar.

Tanto Pedro Aznar como Gustavo Santaolall­a conocen el mito del Colón, más allá de que esta edición del Festival Únicos no fuese su primera vez en ese escenario. Y fue ese escenario donde el miércoles ambos cerraron, respectiva­mente, sendas etapas retrospect­ivas de sus trayectori­as.

Aznar lo hizo con su gira Resonancia, que incluyó la salida de una caja con de 18 CDs, un EP y un libro que compila toda su trayectori­a como solista. Santaolall­a, con Raconto, disco en vivo que es un recorrido por sus trabajos con Arco Iris y sus discos en solitario, y que en directo amplía su horizonte hacia sus multipremi­adas bandas de sonido hollywoode­nses y hace su escala tanguera contemporá­nea con la música de Bajofondo.

Si bien ambos tienen su raíz musical bien plantada en el rock, tanto Aznar como Santaolall­a en algún momento de sus vidas tuvieron un clic mágico que los llevó a sumergirse en propuestas ligadas con el folclore argentino y la música popular de América latina.

Los dos, a su modo, asumen que, como bien dijo Jorge Luis Borges, nuestro patrimonio es el universo, y a su modo no se privan de ensayar todos los temas (Aznar fue más allá e incluso musicalizó poemas del autor de Ficciones).

Ahí está Aznar, cuando pasa sin solución de continuida­d del Because de los Beatles a Atahualpa Yupanqui, con escalas en el norte argentino o en México junto a Lila Downs.

O Santaolall­a, al dotar de un arreglo country and western a su inmortal Mañana campestre, luego rockear con Todo vale, hacer del leiv motiv del soundtrack oscarizado de Secreto en la montaña una suerte de suite del desierto de Atacama o atreverse a la baguala (ritmo que también visitó el ex Serú Girán en su concierto).

La jornada del miércoles del Festival Únicos comenzó con el show de Aznar. La lista de temas del concierto, tal como lo aclaró desde el escenario, fue cronológic­a y la variedad de instrument­os ejecutados (teclados, bajos, guitarras acústicas y eléctricas de seis y doce cuerdas) fue la esperada. Pedro eludió la tentación de vestir sus canciones con cuerdas, vientos o arreglos majestuoso­s acordes al Colón, y optó por presentars­e solo en escena.

Su carisma y su buen humor lo acompañaro­n en todo momento a la hora de presentar su repertorio, e incluso hicieron que el olvido de la letra de Quebrado, en medio de su interpreta­ción a capella, quedase como una anécdota graciosa.

Hubo rescates para los fans irreductib­les de la primera hora ( Contemplac­ión y Fotos de Tokio) y un cierre de lujo con la hermosa versión del tema de Elton John Ya no hay forma de pedir perdón.

Más allá, claro, de que el concierto haya quedado grabado a fuego en el recuerdo, para todos, por la “reunión” de Serú Girán. En todo caso, la exclusión de alguna canción de Luis Alberto Spinetta queda en el debe como un reproche cariñoso.

El recital de Santaolall­a, que comenzó con retraso por la prolongaci­ón de su antecesor, fue notable por donde se lo mire. La banda que lo secunda sonó como un grupo de cámara acorde al escenario que visitaban. Y la multitud de instrument­os que ejecutan todos (Santaolall­a toca gui- tarra acústica, eléctrica y ronroco, y es quien menos instrument­os interpreta) está puesta al servicio de embellecer las canciones.

Su madre Orfelia y Jaime Torres, ambos fallecidos, fueron recordados en el transcurso del show, que tuvo en la variedad de ritmos y géneros su mayor mérito y riqueza. Asimismo, no se privó de recordar los maltratos que sufrió en la época de Arco Iris por parte de la “intelligen­tzia del rock”.

Al ver esa conducta en la distancia y al escuchar esas viejas canciones hoy, en directo, (piezas que volverán a ver la luz en el futuro en su forma original con la merecida reedición del catálogo del grupo por parte de Sony Music) asombra el prejuicio y la estrechez mental de ciertos colegas músicos y de cierta crítica de esos tiempos. Algo similar a lo que le pasó al primer disco de Serú Girán, también vapuleado por la prensa de aquel entonces.

Acá están, entonces, Pedro Aznar y Gustavo Santaolall­a, saboreando la revancha, desde el Teatro Colón, que los observa con orgullo. ■

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MONO GÓMEZ Raconto. Santaolall­a recorrió su camino, de Arco Iris a los días de hoy.
 ?? MARTÍN BONETTO ?? La ‘Resonancia’ de Aznar. Un viaje musical de 1982 hasta el presente.
MARTÍN BONETTO La ‘Resonancia’ de Aznar. Un viaje musical de 1982 hasta el presente.

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