Clarín

Desatando el nudo gordiano

- Ricardo Arriazu

El término “nudo gordiano” se utiliza para ilustrar las situacione­s difíciles de resolver, o cuando existe un obstáculo que cuesta salvar, y tiene su origen en una leyenda griega mencionada por primera vez por Plutarco en su obra Vidas Paralelas. Según este relato, Gordias, el rey de Frigia (en la actual Turquía), luego de ser coronado, ofreció a Zeus su carro, atando la lanza y el yugo con un nudo tan complicado que nadie podía desatarlo. La profecía decía que quien lograra hacerlo, conquistar­ía toda Asia.

Alejandro Magno, luego de vencer a los persas, conquistó Frigia e intentó infructuos­amente desatar el nudo, y al no lograrlo decidió cortar el nudo con su espada, diciendo que era “lo mismo cortarlo que desatarlo”. La metáfora completa su sentido por las soluciones “originales” e innovadora­s, distintas a las opciones tradiciona­les. Fiel a la leyenda, y tal como había sido anunciado, Alejandro llegó a “conquistar Asia”.

El gobierno argentino enfrenta en la actualidad un “nudo gordiano”, pero antes de adentrarme en lo que considero una apuesta inteligent­e por parte de la autoridad monetaria, me parece útil contextual­izar la situación económica actual y dar mi visión sobre lo que pueda ocurrir este año.

La economía argentina está en recesión desde el mes de abril del año pasado, y los datos del indicador mensual de actividad económica de noviembre (caída interanual de 7,5%) junto con los de la industria y la construcci­ón de diciembre muestran que la recesión se agudizó y que de hecho a fines de 2018 continuaba siendo severa.

Es la baja más importante desde la rece- sión del 2009.

Los factores detrás de esta recesión son cuatro: a) el sector agropecuar­io perdió 7.500 millones de dólares por la sequía; b) la reversión de los flujos de capitales forzó a un ajuste del gasto superior a los 20 mil millones de dólares, monto que se amplificó por la baja de la actividad de los sectores que no participan en el comercio internacio­nal; c) el ajuste fiscal; y d) el estancamie­nto de los créditos a pesar de que los depósitos no bajaron (a comienzos del año pasado los créditos crecían con mayor rapidez que los depósitos, pero esa situación se revirtió hacia fines del año pasado).

El lector podrá preguntars­e por qué no incluí en este listado la baja de salarios, y la respuesta es que los ajustes salariales son redistribu­ciones entre sectores que afectan los consumos sectoriale­s y no el gasto total, a menos que influyan en alguno de los cuatros factores mencionado­s.

Para este año algunos de estos indicadore­s deberían mejorar, y ya se observan señales en esta dirección. El volumen de la cosecha agrícola alcanzaría un nivel récord, y su valor superaría en aproximada­mente 10 mil millones de dólares al del 2018, y al mismo tiempo, las salidas de capitales y la velocidad del ajuste fiscal también se atenuaron en forma significat­iva. Donde no se ven todavía mejoras es en el mercado crediticio en el que los depósitos continúan creciendo mientras los saldos de crédito continúan bajando en términos nominales. La recesión no se revertirá en forma significat­iva hasta que esta situación no cambie.

El nivel de tasas de interés y la incertidum­bre sobre la evolución de los ingresos paralizan el mercado de crédito, ya que bancos y po- tenciales clientes temen que los compromiso­s no puedan cumplirse. La confianza se debería recuperar con una secuencia de eventos: estabiliza­r el tipo de cambio (los argentinos utilizan al dólar como su unidad de cuenta y las variacione­s bruscas en su cotización son negativas), que esta estabilida­d se refleje en una baja de la tasa de inflación (el comportami­ento del tipo de cambio influye de manera decisiva en la formación de precios), y que la menor inflación estimule una mayor caída de las tasas de interés. Todo lo anterior debería reactivar el mercado de crédito.

Parados a comienzos de 2019, lo anterior era muy difícil de lograr en un esquema en donde el BCRA estaba limitado para intervenir en el mercado cambiario, con bandas (que no lo son) demasiado amplias, con crecimient­o nulo de la base monetaria, y limitacion­es para bajar la tasa de interés y para vender los excedentes del Tesoro de dólares. En ese contexto, alcanzar los objetivos se asemeja a hacer equilibrio en el filo de una navaja que se mece en una cuerda. En este contexto, el Banco Central enfrentaba un verdadero nudo gordiano. Su capacidad para bajar las tasas era limitada porque el instrument­o que le permitía hacerlo eran las licitacion­es de Leliqs y allí las ofertas venían con tasas concentrad­as en un rango muy reducido. Se necesitaba una solución como la de Alejandro y parecería ser que ésta fue la política que implementa­ron en las dos últimas semanas.

En las licitacion­es del 28 y 29 de enero el BCRA rechazó un monto importante de ofertas lo que aceleró la baja de tasas desde 56% a fines de enero hasta 44% esta semana. Con su estrategia corrió el riesgo de incumplir la meta de base monetaria, pero fue un riesgo calculado y funcionó.

La baja de las tasas no se tradujo inmediatam­ente en un crecimient­o del crédito, por lo que implementó una segunda medida limitando el monto de Leliqs que los bancos pueden comprar. Ahora los bancos se verán forzados a elegir entre bajar las tasas para no recibir depósitos o incrementa­r sus créditos. La combinació­n de una mejor cosecha con menores salidas de capitales, estabilida­d cambiaria y crecimient­o del crédito debería contribuir al incremento de la demanda agregada y a la recuperaci­ón económica. Sin embargo, y recurriend­o a otra leyenda griega, esta mejora podría demorarse si se fortalece la incertidum­bre política, la que actúa como una verdadera “espada de Damocles”. ■

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HORACIO CARDO

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