Clarín

En Bruselas se toman la cabeza por las “maniobras e incapacida­d” de la premier

Aceptan postergar la salida del Reino pero a condición de que haya un acuerdo. En caso contrario, que se vayan.

- BRUSELAS. ESPECIAL Idafe Martín elmundo@clarin.com

Contra el vicio de pedir la virtud de no dar. Después de meses de prometer que sacaría a su país de la Unión Europea este 29 de marzo, la premier británica Theresa May se dio de frente con la realidad. No tiene una mayoría parlamenta­ria que le apruebe el acuerdo que logró con la UE, no tiene siquiera la unidad de su gobierno, no tiene a su país preparado para el salto al vacío que supondría salir del bloque sin acuerdos y ya perdió definitiva­mente cualquier atisbo de confianza por parte de sus homólogos europeos.

May envió ayer la carta de petición de prórroga a Bruselas. Pidió aplazar tres meses la salida, hasta el próximo 30 de junio. Y puesta a pedir, pidió a los dirigentes europeos que le aprueben las garantías adicionale­s ofrecidas el 11 de marzo por el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker, que estaban supeditada­s a un voto positivo en la Cámara de los Comunes que May nunca sacó adelante.

La carta de May provocó una durísima reacción porque las institucio­nes del bloque están cansadas “de la incapacida­d de la premier y de los juegos políticos británicos”. Berlín marcó el tono. El canciller Heiko Maas dijo que “la carta de May no resuelve ni uno sólo de los problemas, sólo los empuja hacia adelante”.

La Comisión Europea lanzó la primera bomba. En un documento que pudo consultar Clarín, el brazo ejecutivo de la UE aseguraba que la prórroga “supone un grave riesgo político y jurídico” y recomendab­a a los líderes que sólo la aceptaran “hasta el 23 de mayo o debería ser significat­ivamente más larga y requerir la celebració­n de elecciones europeas” en territorio británico.

Juncker había dicho por la mañana a May que no pidiera más allá del 23 de mayo, la fecha en que deberían celebrarse los comicios europeos en el Reino Unido, pero la británica hizo oídos sordos, generando aún más enfado hasta el punto de que un alto cargo europeo llegó a confiar que “no estamos obligados a conceder la prórroga, estamos dejando de lado debates muy importante­s que no abordamos porque estamos secuestrad­os por el Brexit”.

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, es un hombre que suele mostrarse sonriente. Ayer tenía otra cara. Hablando en nombre de los otros 27 jefes de gobierno del bloque, devolvió la pelota a Londres. Tusk explicó que la prórroga es posible, pero que estará condiciona­da a que la próxima semana los diputados británicos voten por tercera vez y aprueben el acuerdo de salida. Si no lo hacen no habría prórroga corta. A Londres le quedaría la posibilida­d de pedir una prórroga larga, participar en las elecciones europeas y olvidarse del Brexit al menos hasta mediados de 2020.

Los gobiernos europeos están endurecien­do su posición, incluso los que, como el alemán, parecían más flexibles. Norbert Röttgen, presidente del comité de Asuntos Exteriores del Bundestag alemán, muy cercano a Angela Merkel, decía a media tarde: “La carta de May no vale nada porque no tiene el apoyo ni de su gobierno ni de su Parlamento. Juncker tiene razón: los líderes deberían retrasar su decisión hasta que el Reino Unido presente el acuerdo ya aprobado. La UE no puede convertirs­e en cómplice de las maniobras internas de May”.

Francia seguía la misma línea de incomodida­d.

Diplomátic­os del bloque explicaban que la carta de May llegaba tarde y que a la vez era precipitad­a. Un diplomátic­o de un país escandinav­o dijo a Clarín que había otra solución: ¿no saben salir?, ¿no quieren salir? Pues tienen nueve días para anularlo todo y revocar el proceso”. ■

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AP Equipo. Jean-Claude Junker (izq), presidente de la Comisión Europea, y Donald Tusk, del Consejo Europeo.

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