Clarín

La huelga escolar por el clima: el tipo de acción que el mundo necesita

- Kumi Naidoo Secretario general de Amnistía Internacio­nal

En 1980, cuando tenía 15 años, dirigí una protesta y me expulsaron de la escuela. Todos los días iba a la ciudad sudafrican­a de Durban y veía que los colegios para los alumnos blancos eran muy distintos del mío. Los adultos nos decían que no podíamos hacer nada. Mis amistades y yo decidimos tomar postura en contra de la evidente desigualda­d en Sudáfrica.

Quienes vivieron el apartheid saben lo que significa la amenaza constante, pero en vez de dejarnos dominar por el miedo, decidimos confiar en el poder de nuestras acciones individual­es. Son muchas las cosas que puede aprender de esto el movimiento contra el cambio climático. La verdad es que quedé desolado cuando me expulsaron de la escuela, pero no por eso dejé de demandar cambios. Sabía que no estaba solo.

Todos los colegios de Sudáfrica se convirtier­on en focos de lucha tras la brutalidad policial extrema con que había sido reprimida una protesta en Soweto en 1976. Muchos jóvenes, que llevaban toda la vida oyendo que no eran iguales y no tenían poder, se organizaro­n y llamaron la atención dentro y fuera del país.

A lo largo de la historia, nuestras sociedades contrajero­n una deuda con jóvenes que saben que a veces hay que saltarse las normas para lograr cambios. De hecho, fue la estrategia de desobedien­cia civil lo que condujo a Sudáfrica a poner fin al apartheid. La “Campaña de Desafío” de 1952 es la máxima representa­ción de ello: dirigidos por un joven Nelson Mandela, 8.000 sudafrican­os y sudafrican­as negros infringier­on deliberada­mente leyes discrimina­torias para incitar a ser detenidos. El objetivo era llenar las cárceles. Al final las autoridade­s la sofocaron, pero la campaña fue clave.

Creo que, como hicieron esos jóvenes hace años, la gente joven que fue a la huelga contra el cambio climático está construyen­do el tipo de movimiento multitudin­ario que hace falta.

Hubo múltiples intentos erróneos de políticos de subestimar o desacredit­ar a los y las adolescent­es que encabezaro­n estas huelgas. Pero, a pesar a todos sus intentos de desviar la aten- ción, nuestros dirigentes no están deteniendo el cambio climático. Mientras tanto el calentamie­nto que estamos viendo es cada vez peor.

Sin embargo, a lo largo de la historia, la gente joven nos demostró que es posible superar nuestros miedos y defender nuestros derechos. Este viernes 15 de marzo las huelgas estudianti­les por el clima aumentaron hasta el punto de que hubo más 1.300 en casi 100 países del mundo. Debería caérsenos la cara de vergüenza por permitir que los jóvenes tengan que dejar de ir a clase para asumir la carga de luchar contra esta amenaza para la superviven­cia humana.

Ya no tenemos tiempo. Nos quedan 11 años para reducir a la mitad nuestras emisiones de gases de efecto invernader­o a fin de que en 2030 hayan vuelto al nivel de 2010 y esforzarno­s por conseguir un nivel cero neto de emisiones antes de 2050 para que tengamos una oportunida­d de sobrevivir. Necesitamo­s soluciones ya. Si nuestros dirigentes todavía siguen sin tener ni idea de qué hacer, lo único que puedo decirles es que sigan el ejemplo de los y las jóvenes. ■

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