Clarín

El changarín admitió que su relato fue “un invento” y en su barrio reina el desencanto

Había dicho que devolvió US$ 500 mil sin pedir nada a cambio, y se hizo famoso en todo el país. Pero no era cierto. “Ya no hay héroes”, lamentan en su ciudad, Nogoyá.

- NOGOYÁ. ENVIADO ESPECIAL Mauro Aguilar rosario@clarin.com

Nogoyá, a la hora de la siesta, es un remanso. Al menos eso es lo que muestra el barrio Lourdes a las tres de la tarde. En una modesta vivienda con puerta de madera, palos y una media sombra negra, no atiende nadie. La única respuesta al llamado es el ladrido de un pequeño perro. Su dueño, José Sánchez, se hizo famoso esta semana. Por eso las visitas, los móviles de prensa y los vecinos que murmuran por el movimiento.

Changarín, padre de dos hijas de 4 y 6 años, este hombre de 40 contó sobre un hallazgo fantástico: 500 mil dólares olvidados por un empresario en la calle. Su relato se completaba con la devolución, el rechazo de una recompensa de un millón de pesos y el pedido de un trabajo formal para mantener a la familia. La historia conmovió. Se hizo viral. Tuvo alcance nacional. Pero un fiscal investigó y la desestimó. Todo era mentira. Y la ilusión le dio pie al desencanto.

Esta pequeña ciudad entrerrian­a de algo más de 20 mil habitantes está ahora cruzada por el relato del hombre que conmovió con un gesto honesto, desacostum­brado, y que ahora volvió a todos a la realidad. "Ya no hay héroes", opina Alicia, un anciana de 72 años que recorre la plaza principal con una bolsa de mandados.

Algunos juzgan. Otros eligen entender la mentira de Sánchez, aunque no arriesgan una defensa encendida. "Yo pensé que era verdad . Cuan- do dijeron que era él, no lo podía creer. Y cuando me enteré de que era falso, me pareció raro, porque no tiene pinta de hacer algo malo", dice una joven de 25 años que lo conoce del barrio y que prefiere no dar su nombre.

"¡Más vale que es una desilusión!", reconoce Oscar, un trabajador con bigotes y gesto duro. El playero de una estación de servicio dirá que es "un charlatán" y José, un ex portero de 76 años, asegura que "de antemano" sabía que la historia no era real. "Si yo encuentro eso, no lo devuelvo", re- mata entre risas para desestimar la chance de semejante gesto altruista.

Sánchez parece un chico. El pelo corto, prolijo. La mirada de quien, sabe, está en falta. Habla con Clarín en una casa que no es la suya. Admite que hizo "un papelón". Está con Paola Lescano (33), su esposa. Se refugia allí de la marea de periodista­s que lo buscan. Aún no salieron a la calle.

Cuenta que a la mañana se "quebró", que lloró y que fue al despacho del fiscal Federico Uriburu a decirle la verdad. "Hasta acá llegué. No pienso mentir nunca más. Fue la desesperac­ión. Entré en shock porque quiero que mi familia esté mejor y buscaba que me escuchen para conseguir un trabajo digno. Sólo eso. No pensé que esto se iba a convertir en una noticia mundial", explica. Todo empezó el sábado y terminó el martes. Él urdió el plan solo.

Su esposa está dolida. Le molesta porque ahora, advierte, se ríen de ellos, los juzgan, les faltan el respeto. Tiene temor de que en la escuela no traten bien a sus hijas. Está enojada con su marido, pero asegura que es un buen padre, que es un hombre desesperad­o que no supo qué hacer. Está molesta, aunque valora que esté arrepentid­o. Él insiste en pedirle perdón. A ella y a sus pequeñas. "No lastimé a nadie. Sólo a ellas. No buscaba fama ni estrellato", resume. El pequeño living tiene dos sillones y está rodeado por fotos de chicos peque-

ños. Es modesto. Y hay tensión.

En la panadería donde Sánchez hace changas eligieron entenderlo. Le recriminan no haber pedido ayuda antes de recurrir a un engaño semejante. Lo esperan para seguir haciendo algunos trabajos. Sánchez desarrolló labores ocasionale­s en una sala de juegos, en el municipio y en una empresa láctea. Pero no logra establecer­se y cuenta que la situación económica ya es apremiante.

El fiscal le explicó que no tendría sanciones judiciales porque no había delito para juzgar en su conducta.

Pero en la calle el debate quedó abierto. Walter Abrahim tiene 74 años y hace 18 que vive en Nogoyá. "A mí la historia me parecía rara. No tenía un nombre (del empresario), no había ninguna prueba", explica. Claudia dice que ella empezó a descreer del relato cuando supo que el hombre no aceptó nada a cambio. "En su situación aceptaría recompensa", dice.

En el 22 de la calle 9 de julio el perro seguirá ladrando cuando alguien llegue a la puerta. Otro, color café, está recostado en la vereda vecina. Parece ajeno al revuelo. La siesta es sagrada. Algo más tarde Nogoyá empezará a moverse. El revuelo por el caso, creen los vecinos, se apagará en unos días. Y muchos, a diferencia de Alicia, no se dejarán vencer por el desencanto: creen que algún héroe anónimo aparecerá para conmoverlo­s. Sólo es cuestión de saber esperarlo. ■

No lastimé a nadie. Estaba desesperad­o, en shock por mi situación económica. Por eso mentí. No voy a hacerlo nunca más”. José Sánchez

El hombre que se volvió “viral”

A medida que varias pruebas desmentían su relato, él lo iba cambiando. Además, por los gestos, se hacía evidente que mentía”. Federico Uriburu

Fiscal de Nogoyá

Siempre deberíamos, como lectores, darnos un segundo para pensar si es verdad lo que se nos dice. Está faltando reflexión”. Ingrid Sarchman

Experta en Comunicaci­ón, UBA

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FOTOS: JUAN JOSÉ GARCÍA El motivo. Desmentido por la Justicia, José Sánchez, de 40 años, reconoció ayer que todo fue una fabulación. Dijo que mintió para conseguir un trabajo en blanco.
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Nogoyá. Algunos vecinos lo condenan, pero otros dicen comprender­lo.
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Precaria. La casa en la que vive Sánchez con su pareja y sus dos hijas.

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