Clarín

Dólares inventados, un hombre sin trabajo y la verdad en crisis en la era de las redes sociales

El caso mostró hasta dónde puede llegar una mentira, cuando nadie chequea y se desea creer.

- Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

“¿Vos hubieras devuelto la guita?”, interpeló Christian Ferrer, profesor de Informátic­a y sociedad de la facultad de la Ciencias Sociales de la UBA. La broma alude al regodeo generaliza­do que despertó la noticia del hombre que mintió haber devuelto medio millón de dólares y haber rechazado toda recompensa, para luego pedir que alguien le diera trabajo.

Se trata de un episodio en el que confluyero­n, en todo su esplendor, los problemas de empleo en la Argentina, la crisis de la verdad en las redes sociales y las fisuras del periodismo. El regodeo del público sostuvo todo.

“Lo que está en juego en esta noticia es el dinero, no su devolución. Si una persona devolviera un gato, no trascender­ía. Pero al dinero todos lo quieren y codician. Entonces, se vuelve inverosími­l la devolución. La creencia está puesta en la inverosimi­litud de ese gesto, quizás porque quienes leen la noticia no hubieran devuelto el dinero”, lanzó Ferrer.

Para él, no cambió mucho que la noticia fuera falsa: “El concepto de verdad fue puesto en cuestión desde hace 40 años por las ciencias sociales. Si la verdad es algo que se puede construir socialment­e, también se puede construir la verdad como mentira”.

Lo interesant­e, apuntó Ferrer, es la necesidad de profesar cierta fe: “Para participar de una misa tenés que creer en la ceremonia, cuando por ejemplo el sacerdote dice que el vino es la sangre de Cristo”. Algo similar pasa al informarse. Según explicó, más allá del medio elegido, “se exige una creencia previa”. Y, online, “como los círculos que tenemos en las redes son muy acotados, quizás 500 personas que piensan igual que uno, la desmentida de la informació­n no cambia las cosas porque lo que pesa es la fe previa”.

Basta entrar a Twitter o Facebook para leer los comentario­s sobre el “changarín”, informació­n que ya fue reelaborad­a de mil maneras, explicó Ingrid Sarchman, también docente de Informátic­a y Sociedad en la UBA.

“En las viejas teorías de comunicaci­ón teníamos un emisor de noticias y audiencias receptoras. La Web puso en duda eso: hoy todos podemos ser emisores y crear contenido. Y las redes sociales potencian esto”, dice Sarchman. “Muchos tweets comentaron la noticia: desde cómo es físicament­e la esposa del hombre hasta la condición económica de la pareja, si ella quería o no que devolviera la plata. Más allá de las opiniones, fue cambiando el foco y ya dejó de ser importante la noticia inicial”, suma.

Como en una relación endogámica, en los distintos nichos de las re-

En Twitter, el foco pasó al debate sobre el caso y dejó de importar que el hecho en sí fuera cierto.

des la informació­n se mueve como un nuevo formato del pueblerino “boca en boca”. “Si estás todo el día mirando el móvil y te acostumbrá­s al sistema de argumentac­ión y circulació­n instantáne­a, o mejor dicho, te posicionás como emisor y receptor de noticias, se va formando toda una nueva educación. El tema es adónde va a ir todo esto”, cuestionó Ferrer.

“Lo que falta es un ejercicio de reflexión. Es lo que hizo un periodista que dijo ‘ antes de subirlo, mejor lo chequeo’. Como audiencia y como lectores deberíamos hacerlo siempre: darnos ese segundo de reflexión sobre si es verdad lo que se está diciendo. Cuestionar y reflexiona­r”.

De lo contrario, se genera un barullo informativ­o. A futuro, Sarchman ve dos opciones. Por un lado, si todos pueden decir cualquier cosa, se pierde el sentido, generando una especie de Babel donde la viralizaci­ón tiene la forma de voces sumidas y la verdad y la mentira se confunden. “La otra opción -cierra- es que surja una especie de hiperverif­icación, una hiperexige­ncia para poder diferencia­r la verdad y la mentira”. ■

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