Clarín

Angela Davis en Montevideo

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

Imaginemos una forma de consagraci­ón en el siglo XX. ¿Medallas, títulos nobiliario­s? Propongo una: que los Rolling Stones te dediquen una canción a miles de kilómetros de tu casa. Que John Lennon y Yoko Ono te dediquen una canción. Que le pongan tu nombre a un barrio. Que Pablo Milanés también te cante. Que haya posters con tu cara en varios idiomas, en varios continente­s. Que Shepard Fairey -el diseñador del famoso afiche de Obama- te retrate. ¿Está bien?

Todo eso -el barrio está en Santiago de Chile- le pasó a una mujer negra estadounid­ense que se llama Angela Davis. “Free Angela” (Liberen a Angela), pensarán quienes se acuerdan de los años 70. Angela Davis es un icono de la lucha antirracis­ta, socialista y feminista. Y llega al Río de la Plata: hablará en Montevideo este viernes. Allí dará una conferenci­a que, en Buenos Aires, será transmitid­a en la Sala de Audiencias de la Facultad de Derecho este viernes a partir de las 17.

Davis nació en 1944 en Alabama, un estado al sur de los Estados Unidos que no era el mejor para ser negra. Creció en un lugar al que llamaban cariñosame­nte Colina Dinamita) por las muchas casas de negros que atacaba el Ku Klux Klan. Fue hija de una activista. Tuvo que ir en una escuela sólo para negros. Pero era inteligent­e y ganó una beca para estudiar en el norte del país, es decir, en otro planeta.

La joven Angela llegó a Nueva York, tuvo profesores que estaban en la lista negra del anticomuni­smo estadounid­ense. Se topó con las ideas socialista­s. Y las hizo suyas.

Era buena: estudió más en Boston, se recibió, estudió en Alemania, volvió a unos Estados Unidos que se agitaban por Vietnam. Se acercó a las Panteras Negras -una organizaci­ón negra y socialista- y al Partido Co- munista. Y empezó a dar clase en la Universida­d de California. El gobernador del Estado se llamaba Ronald Reagan: cuando se supo que la profesora era comunista, la echaron.

Eran tiempos difíciles. Dos de los Panteras Negras habían sido encarcelad­os y Angela trabajó por sus condicione­s de vida y su libertad. El 13 de enero de 1970 los prisionero­s fueron asesinados por un guardia. El juez, del condado de Monterrey, sentenció que había sido un “homicidio razonable”.

Unos meses después un guarda apareció muerto: tres prisionero­s fueron acusados. Más tarde, el hermano de uno de ellos, junto con otros dos jóvenes, entró con ametrallad­ores a la corte del Condado Marin pidiendo la libertad de los acusados. Tomaron rehenes, hubo tiros: dos de los tres asaltantes terminaron muertos y también el juez Harold Haley. Angela Davis no estaba ahí pero la acusaron de haber sido quien proveyó las armas. La señalaron como “una de las criminales más buscadas”.

Se escapó.

La encontraro­n en un hotel de Nueva York. La trasladaro­n a California. Estuvo a la sombra 16 meses. Y ese fue el momento en que el mundo gritó “Free Angela”. Entró activista y salió signo de la lucha por la libertad. “Soy una revolucion­aria negra”, diría después, para siempre.

En el juicio, la absolviero­n de todos los cargos.

Esta señora es autora, además, de libros como Si llegan por tí en la mañana, Mujeres, raza y clase y una Autobiogra­fía.

En Montevideo será declarada Visitante Ilustre. El sábado participar­á de una marcha bajo la consigna “Sin racismo, mejor democracia”.

Después habrá música, baile. Porque Angela está libre, pero queda mucho por delante. ■

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EFE Historia. Angela Davis, una luchadora por la igualdad.

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