Angela Davis en Montevideo
Imaginemos una forma de consagración en el siglo XX. ¿Medallas, títulos nobiliarios? Propongo una: que los Rolling Stones te dediquen una canción a miles de kilómetros de tu casa. Que John Lennon y Yoko Ono te dediquen una canción. Que le pongan tu nombre a un barrio. Que Pablo Milanés también te cante. Que haya posters con tu cara en varios idiomas, en varios continentes. Que Shepard Fairey -el diseñador del famoso afiche de Obama- te retrate. ¿Está bien?
Todo eso -el barrio está en Santiago de Chile- le pasó a una mujer negra estadounidense que se llama Angela Davis. “Free Angela” (Liberen a Angela), pensarán quienes se acuerdan de los años 70. Angela Davis es un icono de la lucha antirracista, socialista y feminista. Y llega al Río de la Plata: hablará en Montevideo este viernes. Allí dará una conferencia que, en Buenos Aires, será transmitida en la Sala de Audiencias de la Facultad de Derecho este viernes a partir de las 17.
Davis nació en 1944 en Alabama, un estado al sur de los Estados Unidos que no era el mejor para ser negra. Creció en un lugar al que llamaban cariñosamente Colina Dinamita) por las muchas casas de negros que atacaba el Ku Klux Klan. Fue hija de una activista. Tuvo que ir en una escuela sólo para negros. Pero era inteligente y ganó una beca para estudiar en el norte del país, es decir, en otro planeta.
La joven Angela llegó a Nueva York, tuvo profesores que estaban en la lista negra del anticomunismo estadounidense. Se topó con las ideas socialistas. Y las hizo suyas.
Era buena: estudió más en Boston, se recibió, estudió en Alemania, volvió a unos Estados Unidos que se agitaban por Vietnam. Se acercó a las Panteras Negras -una organización negra y socialista- y al Partido Co- munista. Y empezó a dar clase en la Universidad de California. El gobernador del Estado se llamaba Ronald Reagan: cuando se supo que la profesora era comunista, la echaron.
Eran tiempos difíciles. Dos de los Panteras Negras habían sido encarcelados y Angela trabajó por sus condiciones de vida y su libertad. El 13 de enero de 1970 los prisioneros fueron asesinados por un guardia. El juez, del condado de Monterrey, sentenció que había sido un “homicidio razonable”.
Unos meses después un guarda apareció muerto: tres prisioneros fueron acusados. Más tarde, el hermano de uno de ellos, junto con otros dos jóvenes, entró con ametralladores a la corte del Condado Marin pidiendo la libertad de los acusados. Tomaron rehenes, hubo tiros: dos de los tres asaltantes terminaron muertos y también el juez Harold Haley. Angela Davis no estaba ahí pero la acusaron de haber sido quien proveyó las armas. La señalaron como “una de las criminales más buscadas”.
Se escapó.
La encontraron en un hotel de Nueva York. La trasladaron a California. Estuvo a la sombra 16 meses. Y ese fue el momento en que el mundo gritó “Free Angela”. Entró activista y salió signo de la lucha por la libertad. “Soy una revolucionaria negra”, diría después, para siempre.
En el juicio, la absolvieron de todos los cargos.
Esta señora es autora, además, de libros como Si llegan por tí en la mañana, Mujeres, raza y clase y una Autobiografía.
En Montevideo será declarada Visitante Ilustre. El sábado participará de una marcha bajo la consigna “Sin racismo, mejor democracia”.
Después habrá música, baile. Porque Angela está libre, pero queda mucho por delante. ■