Pronosticando el pasado por una cerveza
En la calle Artigas hay más lugares para comer que lo que parece. De la barrera para el lado de Gaona, se desperdiga un número modesto pero digno de bares, pizzerías, parrillitas y pancherías donde, a las horas en las que suelo volver de trabajar, los televisores ya se pasaron de los noticieros a las transmisiones nocturnas de fútbol. Mi rutina es ir cogoteando por los ventanales para ver cómo va el par- tido y frenar la marcha si llego a pescar un tiro libre cerca del área o la repetición de un gol.
El otro día andaba en tal cosa cuando de uno de esos lugares escuché salir un “¡uuuhhh!” futbolero que me invitó a asomarme. La escena era inusual. Para empezar, jugaban Flamengo contra Liga de Quito, por la Libertadores. Cinco veteranos miraban el partido con exultación de hinchas, alentaban a Flamengo y se chicaneaban con un mozo extranjero pero no ecuatoriano. Lo más curioso: ellos no lo sabían pero el partido era viejo, se había jugado el día anterior, ese 1 a 0 que los entusiasmaba ya había terminado 3 a 1.
Me quedé un rato mirándolos. Llegué tarde a casa. Vi cómo pronosticaban el pasado -“Les vamos a meter tres”- y gritaban en vivo goles diferidos. Vi, con forma de partido de fútbol en la pizzería, que lo que sabemos -que la tierra es redonda, por ejemplo, por mencionar algo de lo que se habló en el último tiempomuy frecuentemente pasa por tenerle confianza al que nos lo cuenta. A los 25 del segundo Flamengo puso el 3 a 0. Uno de los veteranos le dijo al mozo: “Ya está. Prepará la cerveza que me debés. No lo levantan más”. Había una apuesta. El mozo no le contestó y sacó una Quilmes de la heladera. ■