Clarín

La doble cara de la participac­ión digital

- Politóloga (UTDT-Universida­d de Columbia) Nicole Peisajovic­h

En El Contrato Social, probableme­nte su libro más famoso, el filósofo Jean-Jacques Rousseau se burlaba del sistema de representa­ción política adoptado por los ingleses en el siglo XVIII. Los ingleses, decía Rousseau, creen que son libres pero se equivocan: solamente son libres una vez cada cuatro años. Como cenicienta a medianoche, el inglés se convierte en esclavo en el instante en que deposita su voto en la urna. Entre elección y elección, el ciudadano inglés está absolutame­nte desempoder­ado.

Los sistemas representa­tivos recorriero­n un largo camino desde que Rousseau publicó su libro en 1762. Sin embargo, la representa­ción nunca perdió su gusto amargo. Las palabras de Rousseau, sin dudas el padre de la democracia moderna, nos siguen soplando la nuca con una verdad incómoda: en los sistemas representa­tivos, la igualdad encuentra un límite.

La representa­ción divide a la ciudadanía en dos clases, representa­ntes y representa­dos, donde los últimos tienen un poder político intermiten­te mientras los primeros gozan de un poder constante. ¿Por qué aceptarla entonces? ¿somos realmente libres una vez cada cuatro años, como creía Rousseau de los ingleses?

En los últimos años, la llegada de la tecnología digital abrió las puertas para repensar el modelo representa­tivo que heredamos del siglo XVIII. Quizás el caso más novedoso sea el del Movimiento 5 Estrellas en Italia, el partido que empezó como un movimiento de oposición y denuncia y terminó convirtién­dose en una de las fuerzas políticas más populares de la Italia contemporá­nea.

Sus socios fundadores, el comediante Beppe Grillo y el empresario Gianrobert­o Casaleggio, presentan una idea simple. Gracias a la llegada de la tecnología digital, dicen los fundadores, ya no sería necesario aceptar la desigualda­d que la representa­ción trae consigo. A través de laplatafor­ma virtual del movimiento, llamada Rousseau, los fundadores invitan a todos losciudada­nos italianos a hacerse miembros, discutir y votar.

La propuesta es audaz, pero hasta ahora los resultados son más bien desalentad­ores. Si bien todos los usuarios tienen el poder formal de participar en todas las decisiones, son los líderes informales quienes deciden qué temas se van a someter a votación y cuándo.

Además, la elección se suele presentar en términos binarios, dando a los usuarios la opción de rechazar o aceptar la propuesta, pero no la capacidad de cambiar los términos del debate. En noviembre de 2014, por ejemplo, cuando Beppe Grillo decidió crear un directorio para darle más formalidad a los líderes que de todas formas estaban apareciend­o, no permitió que se presenten distintos candidatos o que se voten distintas fórmulas. El comediante designó a cinco personas y sometió su decisión a votación: los usuarios podían decir que sí o que no, pero no podían cambiar nada. De esta manera, Grillo logró no sólo crear el directorio que él quería, sino también darle un bálsamo de legitimida­d a su decisión. La moraleja de la experienci­a italiana es que, paradójica­mente, la tecnología digital puede generar a la vez participac­ión y desempoder­amiento. Participar más seguido no garantiza que la participac­ión se vuelva más efectiva.

Por supuesto, el caso del Movimiento 5 Estrellas es sólo un ejemplo de las múltiples formas en que las herramient­as digitales se pueden incorporar al sistema político, e incluso el joven movimiento italiano podría atravesar giros inesperado­s. Así y todo, estudiarlo es importante porque nos recuerda que la tecnología digital, como toda herramient­anueva, es un arma de doble filo: dependiend­o de cómo la usemos, la participac­ión digital puede acortar o agrandar la brecha entre gobernante­s y gobernados. ■

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