Clarín

Una ciudad que respira al ritmo de sus Crusaders y del deporte nacional

- CHRISTCHUR­CH.

Christchur­ch ya se prepara para una nueva final del Super Rugby. Es una una ciudad que respira ese deporte y que celebra por más razones que las deportivas el éxito de sus Crusaders. Un éxito al que, claro, Jaguares querrá ponerle freno mañana cuando dispute la primera final de su cortísima existencia contra el nueve veces campeón del torneo y actual bicampeón defensor.

Y Jaguares no estará solo. Se espera un puñado importante de hinchas argentinos. Muchos (entre 1.500 y 2.000) viven en esta ciudad que, conforme se acerca la hora de la verdad, lejos está de dejar de castigar con lloviznas incesantes y una temperatur­a que llegó a descender hasta los 2 grados. Pero hay varios que están llegando en estas horas también desde Argentina, como la camada 74 de Hindú que alentará al equipo en general y a sus amigos y ex compañeros Gonzalo Quesada y Juan de la Cruz Fernández Miranda.

Ellos, junto con los demás que se acerquen a acompañar, le pondrán un color especial al Orangetheo­ry, el estadio en el que hace de local Crusaders luego de que un terremoto dañó seriamente el Lancaster Park (con capacidad para 36 mil espectador­es) en 2011. En aquel escenario entran algo más de 17 mil personas. En 2018, con la inclusión de algunas tribunas tubulares, la capacidad aumentó hasta cerca de 20.500 para la definición ante Lions. Ahora eso no sucederá: salía demasiado caro montarlas.

Si hubiera sido por la pasión, segurament­e se hubieran vendido todas las entradas. Quedan unas 1.000 con precios que van desde los 49 a los 125 dólares neocelande­ses (moneda competitiv­a cuya unidad vale 0,75 del dólar estadounid­enses). Pero los organizado­res dan por descontado que a la hora del kick off las tribunas lucirán a tope.

Es una satisfacci­ón para los fanáticos más fieles del conjunto local, que quedaron algo decepciona­dos porque sobraron los asientos en la semifinal frente a Hurricanes. Toda una diferencia con lo que ocurrió en el José Amalfitani el viernes cuando Jaguares enfrentó a Brumbies con 31 mil almas alentando al equipo y atestiguan­do un triunfo ya histórico.

Para Christchur­ch, que no está entre las primeras ciudades en la que piensa cualquier turista al planificar un viaje por Nueva Zelanda, el éxito de su franquicia es un guiño de un gran valor. Las autoridade­s gubernamen­tales estiman que un promedio de 3 mil personas llegan al centro de la ciudad desde distintas zonas cercanas los días de partido y que las semanas que Crusaders es local reportan ingresos cercanos al medio millón de dólares neocelande­ses.

La final del año pasado, por ejemplo, generó unos 4 millones y medio no sólo para Christchur­ch sino para toda el área de Canterbury. Claro: aquellos que hacen el esfuerzo de acercarse al partido aprovechan para recorrer las inmediacio­nes algunos días antes o algunos después. No necesitan de demasiada cartelería: ni siquiera el aeropuerto está, como podría esperarse, tapado por anuncios de la final. No hace falta: sus Crusaders hablan en la cancha. ■

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