Clarín

Messi juega menos y habla más

- Ricardo Roa

Messi no es Tapia. Pero esta vez es funcional a Tapia y a las necesidade­s de Tapia. Jugó su prestigio y tomó el camino que más le conviene al presidente de la AFA: encubrir una pésima gestión en la Selección y un discreto tercer puesto en la Copa América con una conspiraci­ón de la Conmebol para beneficiar a Brasil.

De Messi pueden hablar por sí solos los 15 años que lleva en el primer mundo del fútbol. Rompió todos los récords, él es un récord en sí mismo. Nadie ha hecho tantos goles en la liga española ni nadie ha hecho tantos goles con la camiseta del Barsa ni con la de la Selección.

Pero para muchos eso no alcanza para pagar la deuda eterna de un Mundial. No alcan

zan haber sido campeón mundial juvenil y ganador del oro olímpico. Tampoco alcanza haber llegado tres veces a una final.

En el juego, Messi ha cambiado según lo va corriendo la edad. En esta Copa, fue de menor a mayor. En los primeros cuatro partidos aportó poco y mejoró contra Brasil y Chile. Sólo hizo un gol y de penal.

Pero ha cambiado en otra cosa: era tímido y retraído, de bajo perfil. Ahora se permite ordenar en la cancha, dar reportajes y hasta enviar mensajes a la hinchada. Pero el último es lamentable: en vez de asumir los errores, dijo que no llegamos a la final de América por la corrupción en la Conmebol.

El Lío que no se metía en líos mediáticos ni daba excusas y al que muchos reprochaba­n por no cantar el himno y por una actitud mansa, ha sido ganado por el microclima de la AFA y por la clásica costumbre de evitar la autocrític­a imaginando confabulac­iones para que fracasemos.

Se puede decir lo que dijo Messi: “Brasil maneja todo” y “No hay dudas, está armado para Brasil”. O decir lo que dijo Gareca, que clasificó a Perú para un Mundial después de 36 años y ahora lo coronó subcampeón de América: “Brasil fue el mejor equipo de la Copa”.

La verdad es que Brasil le ganó bien a la Argentina y también que el árbitro auxiliar del VAR perjudicó a la Argentina: se equivocó en el penal a Otamendi que no cobró aunque acertó en el supuesto penal a Agüero. Las dos, jugadas interpreta­bles. En la de Agüero, la imagen del VAR muestra que cae luego de pisar accidental­mente a un defensor brasileño.

En el penal no cobrado, Otamendi quedó en el piso y el juez ecuatorian­o le avisó al VAR: “No veo nada”. El árbitro del VAR le sugirió que demorase el juego para chequear qué pasó. El juez lo hizo hasta que recibió la informació­n del VAR de que no hubo penal. Hubo un error y no fue del juez principal.

La también polémica doble expulsión de Messi y de Medel contra Chile fue otro caso de interpreta­ción y fue una mala interpreta­ción del árbitro. No intervino el VAR que complement­a lo que el árbitro no puede ver. Acá vio todo y lo que vio fue una agresión mutua en lo que había sido un forcejeo, que debió sancionar con una amarilla.

Sea como fuere, lo cierto es que ni el penal no cobrado ni la expulsión justifican el desplante de Messi de no ir con sus compañeros a recibir la medalla y, menos aún, el de Tapia que se hizo el ofendido a muerte y se borró de la ceremonia final.

Subido al berrinche de Messi, Tapia olvidó que es vicepresid­ente de la Conmebol y responsabl­e de todo lo que hace la Conmebol. Hasta llegó a amenazar con sacar a la Argentina de la Conmebol para mudarla a Europa. Ayer mismo, los europeos le avisaron: con nosotros no, Tapia. ■

Subido al berrinche de Messi, Tapia critica a la Conmebol: intenta tapar una pésima gestión.

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