Otro impacto de Pella en la Catedral del tenis
Después de remontar dos sets ante los temibles saques del canadiense Milos Raonic, le ganó 8-6 en el quinto y se clasificó para los cuartos de final. Es el cuarto argentino en la historia que llega tan lejos sobre el césped de Wimbledon.
A Guido Pella se le venía la noche en Wimbledon. Primero cuando el canadiense Milos Raonic se lo llevó por delante en los dos primeros sets con el poderío de sus saques. Mucho más tarde, cuando las nubes opacaban la poca claridad que quedaba en Londres. Pero el bahiense se iluminó a pura potencia y amor propio para remontar el partido y encender las luces de la ilusión. Quien llegó al césped inglés sin haberse clasificado nunca a los octavos de final de un Grand Slam, se convirtió en el cuarto argentino en clasificarse a los cuartos de final de Wimbledon.
Así como Guillermo Vilas lo había conseguido en 1975 y en 1976, y ya en este siglo lo lograron David Nalbandian (2002 y 2005) y Juan Martín Del Potro (2013 y 2018), Pella quedó incluido en este grupo selecto de tenistas nacionales gracias a su juego, a su temple y a su coraje en un partidazo de tenis que terminó 3-6, 4-6, 6-3, 7-6 (7-3) y 8-6 a su favor.
“Wimbledon no es un torneo para venir a pasear; es para dar lo mejor y seguir avanzando”, dijo Pella tras su victoria. Y enseguida dejó una frase futbolera: “Yo soy más del Cholo Simeone: hay que ganar como sea”.
Claro que Pella justamente no ganó como sea, porque no se remontan dos sets abajo solamente con palazos o temperamento. Hay que jugar bien al tenis. Y el bahiense lo hizo muy bien y se recuperó de situaciones complicadas.
“Fue un partido muy especial para mí, porque se me complicó de entrada. A partir del tercero, él se puso un poco más tenso y se puso más parejo. A un sacador hay que ponerle la raqueta. Si él erraba, yo iba a estar para comérmelo”, explicó Pella.
Se plantó fuerte en la cancha 3 el argentino y cuando al fin pudo quebrarle el saque a Raonic, encontró un punto débil psicológico para arovechar. Y no lo dejó pasar.
“Cuando iba 0-2, estaba muy tranquilo, sabía que podía. En Roland Garros, me pasó que quedé 0-2 y ya sabía que no lo levantaba. Ahora fue diferente: mi mente estaba mucho mejor que en Paris”, confesó un Pella sólido desde lo mental.
Sin esa cualidad, hubiera sido imposible demoler en tres sets, en la tercera ronda, al sudafricano Kevin Anderson, cuarto preclasifica. Y sin ella tampoco hubiera podido con Raonic, 17° del ranking, finalista en 2016 y cuartofinalista el año pasado.
El argentino sacó pecho en el tercer set y el cuarto comenzó parejo, pero el canadiense quebró para el 5-3. Sacaba para ganar... pero no ganó. Pella quebró para el 4-5 y luego encaminó todo hacia el tie break, que se llevó por 7-3.
El quinto set fue dominado por la paridad, con muy buenos puntos para delirio de los espectadores, y Pella llegó a disponer de un match point cuando Raonic sacaba 4-5. Pero el passing fue débil y el canadiense lo levantó con una volea. Lo mismo sucedió cuando el norteamericano sacaba 5-6 y el bahiense tuvo otros dos match points: a Raonic lo salvaron dos servicios fortísimos y todo quedó 6-6.
Y en el 14° game, en el cuarto match point, Raonic dejó un toque de sobrepique en la red para el festejo de Pella, quen miró a su gente y dijo: “No lo puedo creer”.
Mañana llegará el turno de enfrentará en los cuartos de final al español Roberto Bautista Agut, contra quien perdió las dos veces que jugó: en el debut en el Abierto de Australia de 2017, por 6-3, 6-1 y 6-1; y en los cuartos de Munich 2019, por 4-6, 6-4 y 6-0. Finalista en Córdoba, campeón por primera vez en San Pablo y feliz en Wimbledon, Guido Pella vive su mejor temporada en el circuito. Y quiere más, porque no fue a pasear. ■
Cuando perdí el primer match point, casi me largo a llorar en la cancha. Encima, cuando me levantó los otros con saques ganadores, me hizo sufrir más. Estar acá en cuartos no te lo cambio por nada”.
En los dos primeros sets, leía sus saques pero la pelota me quedaba lejos del cuerpo. En el tablero veía que él sacaba a 130 millas y yo a 109. Me decía: “¡Qué despacio que saco! Pero en realidad el otro es un animalito”.