Clarín

Advierten que los botones sólo sirven junto a otras medidas de prevención

Ya se usan en el 80% de las provincias. Pero, según expertos, las tobilleras resultan más efectivas.

- Paula Galinsky pgalinsky@clarin.com

En el 80% del país ya se utiliza el botón antipánico. Y sólo en la Ciudad, hay 7 mil dispositiv­os activos de los 23 mil que se entregaron en los últimos ocho años, según confirma Carolina Barone, coordinado­ra de Políticas de Género del Ministerio de Seguridad de la Nación. Sin embargo, referentes en la materia advierten que deben funcionar “como complement­o a otras medidas de protección” porque solo no alcanza. La tobillera electrónic­a surge como otra herramient­a a tener en cuenta ya que pone el foco en controlar al agresor y ubica como responsabl­e de advertir y actuar en consecuenc­ia al Estado y no a la víctima.

“El botón antipánico es una de las medidas de protección que da la Justicia y entrega la Policía. Es de jurisdicci­ón provincial o municipal, por lo que la situación varía según cada caso”, explica Barone, que monitorea el panorama en cada provincia para diseñar políticas tendientes a prevenir y erradicar la violencia de género e intrafamil­iar, por la que, según cuenta, ingresaron por comisarías 383.815 denuncias en 2018.

El dispositiv­o electrónic­o debe estar en poder de la mujer. La idea es que lo accione en los casos en los que el agresor se aproxime o si se encuentra en peligro por alguna otra razón. Al hacerlo, se dispara un alerta a las fuerzas policiales. Con esta alarma, se busca acortar los tiempos de asistencia a la víctima. En la práctica, no siempre funciona como debería e incluso, en algunos casos, aunque la respuesta sea rápida, cuando la mujer lo acciona ya es tarde.

“Puede ser útil en la medida que se complement­e con otros instrument­os de protección. Además, la efectivida­d depende mucho de las condicione­s y la circunstan­cias en las que se encuentre la mujer. En general, cuanto más vulnerable resulta el entorno, menos eficaz es el recurso”, aporta Natalia Gherardi, abogada especialis­ta en Género y directora ejecutiva de ELA (Equipo Latinoamer­icano de Justicia y Género).

En esta misma línea, destaca que “con el botón, la responsabi­lidad queda en manos de la mujer”. “Ella es la encargada de llevarlo y avisar que el agresor la acecha. En cambio, con las tobilleras electrónic­as que les colocan a los victimario­s, el controlado es el agresor y el encargado de proteger es el Estado”, agrega, y remarca que hay que recurrir a “mecanismos variados y conminator­ios” para que el cuidado de la víctima sea tomado con seriedad.

Gustavo Galante, secretario general de Acceso a la Justicia del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad, dice que en Capital el otorgamien­to del botón suele estar acompañado de una perimetral y que se entrega en forma “instantáne­a”.

“La mujer lo tiene cuando toma contacto con el sistema judicial, lo solicita directamen­te la fiscalía siempre que lo considere necesario. A la víctima se le pide una foto suya y otra del imputado. También de los lugares a los que se puede querer acercar el agresor, como su vivienda o el trabajo. Todo ese material se envía junto al alerta cuando se activa el dispositiv­o. Sirve para que a los efectivos de la Policía les resulte más fácil llegar”, precisa Galante.

En la Ciudad, luego de una denuncia o un hecho de flagrancia vinculado con una situación de hostigamie­nto, amenazas, malos tratos o lesiones, la mujer es llevada a la Oficina de Asistencia a la Víctima y al Testigo. "Allí un equipo interdisci­plinario, formado por abogados, trabajador­es sociales y psicólogos, la entrevista y diagrama un informe de riesgo y un plan de acción, según el caso", detalla Galante. Las tobilleras requieren de otros tiempos: “No son de carácter urgente como el botón, se adquieren por determinac­ión del juez después de una audiencia”.

Según Fernanda Rodríguez, secretaria de Justicia de la Nación, ya fueron entregadas 600 tobilleras en el país. “Se coloca en situacione­s de altísimo riesgo y funciona con un sistema de geolocaliz­ación. La mujer lleva en su poder un rastreador, similar a un teléfono, y el agresor tiene la pulsera electrónic­a en su pierna. Y así se puede saber si el victimario intenta aproximars­e y actuar a tiempo. Nosotros entregamos las tobilleras y tenemos convenio con las provincias que se encargan de monitorear y dar respuesta”, sostiene Rodríguez. “Así la carga de protección ya no está en la mujer, como ocurre con el botón”, resalta. Y destaca que en 60 de esos 600 casos fueron alertados porque “hubo intencione­s de incumplir la restricció­n”. ■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina