Clarín

Los malditos corchos (parte I)

- Horacio Pagani hpagani@clarin.com

Las pequeñas dificultad­es de la vida cotidiana también forman parte de las pasiones argentinas. Y va más allá de la “obligación” casi ineludible de usar la dentadura para abrir muchos de los sobrecitos de plástico que pueden contener mostaza, mayonesa y muchos otros productos, incluidos algunos de látex. Y si es peligroso el uso de los dientes (propios) para lograr ese objetivo hay otras maniobras domésticas que también suman riesgos cuando no se usan los elementos adecuados para concretar los objetivos: descorchar botellas, por ejemplo.

En Estados Unidos y en algunos otros países se usan tapones a rosca. Que no tienen gracia, claro.

El viejo tema de abrir las botellas de vino - con corcho- apretándol­a entre las piernas, después de introducir el espiral de metal (con una simple manija de madera) para tirar hacia arriba con toda la fuerza y de un saque, pude provocar manchas insalvable­s en pantalones y zapatos. Quedan pocos guapos que lo sigan intentando. El tirabuzón común, haciendo palanca en el borde produce una solución más efectiva. Algunos tapones de corcho-corcho pueden cortarse y obligan a una segunda intervenci­ón más costosa. Que pude terminar empujando hacia adentro de la botella el resto pendiente. No es lo más elegante, se sabe. Aunque ahora abundan los “simulados corchos” de plástico. Difíciles para penetrarlo­s con el espiral pero salen enteros. El secreto es sacarlos limpios. Y no está mal rodear la zona con una servilleta. Los secretos del vino (y hay otros secretos hogareños, como destapar las botellas de champán...) ■

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