Clarín

El ajuste macroeconó­mico despeja el panorama, pero siguen las incógnitas

- Fernando R. Marengo

Desde hace meses, el debate económico se centra en cómo estará la economía los próximos meses, qué impacto podría tener en el proceso electoral y si es posible avizorar algún indicio de recuperaci­ón.

En líneas generales se podría decir que el proceso de ajuste de las variables macroeconó­micas se encuentra finalizado. Primera vez en años que el fisco acumula un superávit primario al cabo de los primeros cinco meses del año, a la vez que la cuenta corriente cambiaria es superavita­ria, lo que indica que la economía nacional genera más divisas de las que demanda para su funcionami­ento. Al mismo tiempo, el superávit cambiario es un claro indicio de que el tipo de cambio también ajustó.

En cuanto al crecimient­o se refiere, la combinació­n de cosecha agropecuar­ia record, el menor ajuste fiscal respecto del año anterior y la imposibili­dad que los extranjero­s mantengan una salida de capitales similar a la de 2018 resultan factores favorables.

Las dudas están dadas por la posible dolarizaci­ón de portafolio­s de los argentinos y que pueda ocurrir con el crédito, en un sistema financiero que mantiene líquidos dos tercios de los depósitos captados. En la medida que el tipo de cambio se mantenga estabiliza­do, y dado los anuncios de no ajuste de tarifas, la tasa de inflación se irá desacelera­ndo con el consecuent­e impacto en la tasa de interés, lo que podría volver incluso estos dos factores inciertos en positivos.

Ahora bien, una vez más estamos tratando de pronostica­r el ciclo cuando, a 5 meses del inicio de un nuevo mandato presidenci­al, el debate debiera versar sobre qué país queremos construir y cuál es el camino a seguir para el logro de ese objetivo.

Si analizamos lo acontecido desde inicios del siglo pasado, la economía argentina registró una tasa de crecimient­o promedio anual algo superior al 3 %, a la vez que el ritmo de crecimient­o de la población se ubicó en torno al 2 %. De esta manera, en términos per cápita el crecimient­o fue poco superior al 1% anual.

Al comparar este desempeño con el resto del mundo vemos que el nivel de PBI per cápita argentino del año 1913 -medido en dólares de igual poder de compra- equivalía a 2,5 veces el promedio mundial.

Desde allí, comenzó un gradual y sostenido deterioro hasta llegar ser sólo un 30 % superior a la media mundial. A lo largo de estos 100 años lo que caracteriz­ó la economía nacional fue la volatilida­d, independie­ntemente del tipo de gobierno y de las políticas económicas implementa­das.

Hemos fracasado. Y eso queda al descubiert­o en los diferentes indicadore­s sociales. Uno de cada tres argentinos es pobre, mientras que entre los niños menores de 14 años 1 de cada 2 se encuentra en situación de pobreza; el 90% de los grupos familiares perciben ingresos inferiores a los 78.800 pesos mensuales (unos 1.800 dólares); 1 de cada 10 argentinos vive en una villa.

Reducir la pobreza demanda poner en marcha un proceso de desarrollo sustentabl­e, algo que el país no logró en 100 años. Crecer de manera sostenida para lograr una baja continua de la pobreza requiere aumentar sensibleme­nte el stock de capital y mejorar la productivi­dad de la economía respecto del desempeño observado en las últimas décadas.

Los niveles de inversión de la economía nacional han sido insuficien­tes, a la vez que el mercado de capitales hoy es demasiado chico para financiar las inversione­s necesarias. Se necesita entonces más inversión, con mejor tecnología para poder duplicar la productivi­dad de los trabajador­es, y una mayor penetració­n de la intermedia­ción financiera, para evitar la dependenci­a de ingresos de capitales externos que conduzcan a grandes déficits externos e interrumpa­n este proceso más temprano que tarde.

Si el país repite la performanc­e de las últimas décadas, inevitable­mente el deterioro social irá en aumento.

La mejora en la productivi­dad está directamen­te asociada a la eficiencia de la inversión realizada. La baja productivi­dad experiment­ada por la economía argentina está asociada al hecho de contabiliz­ar como inversión ineficienc­ias y/o sobrepreci­os.

Para mejorar la productivi­dad se necesita que los precios relativos se relacionen con los precios internacio­nales de modo de incentivar a los sectores con mayor ventaja competitiv­a, eliminar la actual maraña de regulacion­es y restriccio­nes (incluyendo las que regulan el mercado laboral), reducir el gasto público improducti­vo, eliminar los incentivos a sectores pocos productivo­s que se impusieron por razones políticas, etc. Las dificultad­es para lograrlo se asocian a las resistenci­as que estas políticas generan.

La experienci­a de otras economías muestra que no es un proceso imposible y que se construye día a día. La historia argentina deja al descubiert­o que incentivan­do el consumo, desalentan­do el ahorro, incrementa­ndo el gasto público improducti­vo, y protegiend­o a sectores en los que no tenemos ventajas comparativ­as, difícilmen­te alcanzarem­os el objetivo. Para lograrlo se requerirá sacrificio y realismo.

Tenemos un país con un potencial fenomenal tristement­e empobrecid­o; tenemos la obligación de revertir la dinámica histórica de manera de lograr una Argentina que genere oportunida­des para todos sus habitantes. ■

Para reducir la pobreza se requiere aumentar sensibleme­nte el stock de capital y mejorar la productivi­dad de la economía.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina