Las odiosas comparaciones

Qué curiosa es la Argentina. La ex presidente Cristina Fernández, candidata ahora a la vicepresidencia, está procesada en trece causas penales, pesan sobre ellas siete prisiones preventivas, una de ellas firme por fallo unánime de la Corte Suprema: está acusada de encubrimiento del atentado a la AMIA por la firma del Memorándum de entendimiento con Irán, denunciado por el fiscal Alberto Nisman, que apareció muerto con un balazo en la cabeza días después de esa denuncia. Las otras causas en las que es investigada hablan de irregularidades en la sanción del dólar futuro, de la cartelización de la obra pública, del cobro de coimas millonarias y del siempre viscoso pantano del lavado de dinero. Las condiciones que le impedirían presidir una cooperativa, no son mella para que pueda copresidir la Nación y presidir el Senado. Otra curiosidad, el sindicalista que les jodió a miles de argentinos el fin de semana largo con un paro que canceló decenas de vuelos, se deja llamar “El D’Elía de los cielos”, en comparación con el activista Luis D’Elía, preso por la toma de una comisaría en 2004. En el país, los paralelos políticos no pasan nunca por Alexis de Tocqueville, por Thomas Jefferson o por Nelson Mandela, para no ir tan lejos. Tal vez eso haya sucedido antes, cuando la Argentina no era tan curiosa.