Clarín

“Pity” Álvarez cumple un año preso: engordó veinte kilos y cuatro personas son su sostén

El ex líder de “Viejas Locas” está procesado por homicidio y espera el juicio, que comenzaría en septiembre. Su mamá, su ex, su hija y su mejor amigo lo visitan todas las semanas.

- Esteban Mikkelsen Jensen emikkelsen@clarin.com

“Gato” fue la última palabra en vida de Cristian Maximilian­o Díaz (36). Y su última imagen fue el rostro de Cristian Gabriel Álvarez Congiú, 10 años mayor. Era “Pity”, una celebridad del rock nacional, al que provocó y desafió en medio de una discusión de madrugada que duró 20 minutos: “Si vas a tirar, tirá, gato”.

El ex líder de Viejas Locas e Intoxicado­s aceptó el reto del “Gringo” en el playón de acceso a la torre 12 “B” del barrio Samoré, en Villa Lugano. Sacó la pistola del bolsillo derecho de su campera y el primer balazo fue a corta distancia, en la cara. Cuando la víctima cayó al piso, le llovieron cuatro disparos más, tres de los cuales le impactaron, todos en la cabeza.

“¿Qué hiciste, qué hiciste?”, le reprochó espantada a “Pity” su novia, Agustina Inbernoz (25). Ella y un amigo de Díaz, Ulises S. (37), fueron testigos del crimen, ocurrido a la 1.30 del jueves 12 de julio de 2018. Testigos de un caso que conmovió al país, del final de una vida, del final de la carrera de un carismátic­o artista.

Después de otra noche precedida por los excesos en el consumo de drogas (pasta base, morfina, Clonazepam y un cactus alucinógen­o conocido como “San Pedro”), “Pity” no tenía pensado entregarse enseguida. Se subió a su Volkswagen Polo -modelo 2001junto con Agustina. A los pocos metros, frente a la parada del colectivo de la línea 36, en la colectora de autopista Dellepiane y Escalada, le pidió a ella que descartara la pistola calibre .25 milímetros, marca Lorcin, en una alcantaril­la. No estaba registrada ni tenía permiso para portarla.

Luego manejó 15 kilómetros hasta la avenida Rivadavia al 14700, en Ramos Mejía (La Matanza), al boliche Pinar de Rocha. Estuvo en el VIP de la disco y vio el show del cuartetero Ulises Bueno, hermano del “Potro”. Hasta se sacó una foto con el staff del cordobés, enfundado en una llamativa campera multicolor. En el trayecto se había desprendid­o de la campera que llevaba puesta al momento del homicidio y de un celular que había comprado un par de días antes.

El músico dejó estacionad­o el coche a 150 metros, adonde lo encontrarí­a la Policía horas más tarde. Él se fue a lo de su novia, en William Morris (Hurlingham). El padrastro de la joven lo convenció de entregarse en una comisaría. Ya se había subido al coche de “Pochi”, pero se arrepintió y se bajó. No se sabe dónde pasó la noche. “En la casa de unos amigos”, diría más tarde.

Lo que sí se sabe es que se contactó con Sebastián Queijeiro, con el que había entablado un vínculo personal. “El abogado del rock”, como se promociona­ba por entonces este hombre de 33 años, lo llevaría en auto, al filo de las 7 de la mañana del viernes 13, hasta la comisaría 52°, en Lugano, cuando se estaban por cumplir 30 horas del crimen.

Vestido con remera gris, la misma campera multicolor, anteojos oscuros con marco blanco y un gorro de lana azul, “Pity” lanzó una frase ante las cámaras de TV que, a nivel judicial, resultó un ancla que lo terminó de sumergir. “Sí, yo fui el que disparé. Lo maté porque era él o yo, creo que cualquier animal haría lo mismo”, afirmó. Antes había trascendid­o un audio de WhatsApp suyo, en el que se quejaba: “Por un gil, se va un terrible artista”.

El abogado dejó solo a su “cliente” y se fue a dormir, según asegura hoy el entorno del músico. Él, sin embargo lo desmiente. “¡Estuve al 100 por ciento dedicado a su tema!”, exclama.

Entonces tuvo que entrar en escena Santiago Ottaviano, quien intervino en la instrucció­n del caso. Ahora, en la etapa que se encamina al juicio oral, lo asiste otro defensor público oficial, Javier Aguirre. Queijeiro, consultado por Clarín, defendió su accionar y apenas se limitó a señalar: “Voy a visitarlo a la cárcel cada dos o tres semanas, como amigo”.

¿Que pasó después? La mamá del cantante, Cristina Congiú (69), llamó a un experiment­ado abogado, Claudio Calabressi (54), quien la ayudó en las primeras semanas y la acompañó en su raid mediático por los canales de TV. “Mi hijo no es un asesino. Se sintió muy amenazado para reaccionar así”, consideró ella.

“Pity”, a esa altura, acumulaba un sinfín de deslices con la Justicia: tenencia de drogas, el robo de un auto a un remisero de Federación (Entre Ríos) en lo que calificó como una “broma”, una acusación por sacarle las llaves del auto y la cámara a un equipo de América TV, un disparo en una pierna a su representa­nte Alejandro Novara (prefirió no hacer la denuncia) y un arresto por romperle el celular a una fan y a su madre para evitar que le sacaran una foto.

Al momento del crimen, “Pity” estaba paranoico. “En su departamen­to tenía siete cerraduras. A quienes iban a verlo, les tapaba las cámaras de los celulares con cinta”, comentó una fuente. En la causa a cargo del juez nacional en lo Criminal y Correccion­al N° 4, Martín Yadarola, consta que el cantante le recriminó a su víctima el robo de una mochila. “Él era un pibe que choreaba”, declaró a la prensa “Pity” sobre “El Gringo” Díaz, quien tenía una condena por robo. La discusión sobre ese episodio habría de

sencadenad­o el trágico final en el que la víctima recibió cuatro balazos.

Según el informe del Cuerpo Médico Forense, Álvarez es poliadicto y sufre trastorno de personalid­ad. Pero, al mismo tiempo, era consciente de

sus actos cuando mató a Díaz. El músico fue procesado por “homicidio agravado por el uso de arma de fuego”. El juez Yadarola descartó la agravante por alevosía, que hubiera implicado una posible condena a perpetua. El juicio, según estiman sus allegados, comenzaría en septiembre u octubre. Podría recibir entre 10 y 33 años de cárcel.

Desde su detención, aquel 13 de julio, “Pity” pasa sus días en el penal de Ezeiza, dependient­e del Servicio Penitencia­rio Federal (SPF). Sigue alojado en el Programa Interminis­terial de Salud Mental Argentina (Prisma), destinado a los reclusos con problemas psiquiátri­cos.

Dos veces por semana da clases de

canto y armó un coro. Escribe cuentos, historias. “Blondie es igual, es un clon”, relata María Giovannone (39), su ex pareja y madre de su hija. Cristina, en tanto, le prepara milanesas y ensaladas para llevarle.

En el Prisma estuvo con el baterista de Callejeros Eduardo Vásquez (43, condenado a perpetua por el femicidio de su pareja, Wanda Taddei, de 29 años, a la que quemó viva en 2010), quien manejaba un taller de percusión en la cárcel, en el que “Pity” se había anotado para participar. Pero cuando trascendió en la prensa que habían tocado juntos, decidió borrarse. No quiere saber nada con salir en los medios, tampoco que hable su familia sin su consentimi­ento.

Actualment­e comparte sus días con detenidos que sufren problemas de adicción. Sus primeros meses en la cárcel los pasó completame­nte sedado, deprimido y con crisis de abstinenci­a. Su mamá temía que se suicidara y hasta habló de que “Pity” tenía “un plan” para quitarse la vida.

El 28 de junio pasó su cumpleaños 47 con medio centenar de fans afuera del penal y rodeado de la gente que nunca deja de ir a visitarlo: su madre (va tres veces por semana), su ex junto con su hija Blondie (de 6 años) y el padre César Scicchitan­o Tagle (ver

“Adentro...). Con la mamá de la nena hoy lo une una buena relación. “Yo la llevo a Blondie a visitarlo seguido. Están en un momento de construcci­ón muy lindo. Se los ve muy felices las horas que pasan juntos. Juegan mu

cho”, le cuenta la mujer a Clarín.

Una de las fuentes consultada­s asegura que Álvarez es un preso “para nada conflictiv­o”. Sigue en el taller de música y es una versión de “Pity” distinta a la que se conoce públicamen­te. “Cero bardo”, grafica. Engordó 20 kilos y duerme la mayor parte del tiempo, aunque en los momentos de visitas va al patio común y hasta ha jugado algún partido de truco en las modestas mesas y sillas de plástico distribuid­as en el lugar. Sólo pueden ir a verlo tres personas por día, con su autorizaci­ón.

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ROLANDO ANDRADE Final. Cristian “Pity” Álvarez (47) se entregó la mañana del 13 de julio de 2018, 30 horas después del asesinato de Cristian Díaz (36).
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Juntos. La víctima tenía guardada en su celular una foto con “Pity”.

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