Clarín

Probar quince y recibirse de jurado

- Guillermo Kellmer gkellmer@clarin.com

Habiendo tanta gente capacitada me pregunté en los días previos cuál podía ser mi aporte como jurado en el Campeonato de la Empanada.

Mi pasado reciente como jurado de la Copa América del Helado funcionaba como aval y el (exagerado) apoyo de mis compañeras Natalia, Belén y Julieta, quienes impulsan mi carrera como jurado gastronómi­co, me terminaron de convencer. “Sos la voz del pueblo”, dijeron. Más que del pueblo podría sentirme el representa­nte de los que que comimos miles de empanadas, probamos en algún lado, vamos por otro. En definitiva, los que somos jurados de nuestro propio campeonato de la empanada.

Aceptado el desafío, me encuentro en la Feria de Mataderos dispuesto a ponerle puntaje a 15 empanadas distintas. De entrada aclararan que no hace falta terminarla­s. Y no debe haber comida más difícil de no terminar que una buena empanada.

Y estaban todas de buenas a buenísimas. Había fritas o al horno, con carne de llama, oveja, cordero o vaca. Las empanadas se suceden hasta que llega una en la recta final que me parece perfecta. Sabor único, cocción al horno perfecta, el repulgue (me dan todos iguales, deberé repasar esta materia) y la masa inigualabl­e. Veinte sobre veinte, mi puntaje para la de Mendoza. Y Dolli Irigoyen dice algo así cómo: "Que sabores diversos. Hay que remontar después de una tan buena".

¿Tan buena? ¿Habremos coincidido? Y pasa la última. Comí (probé) 15 empanadas, las califiqué a todas. Y el animador anuncia el campeón: Mendoza. Admito que levanté el puño, que lo festejé. Sentí que yo también había ganado, que me había recibido de jurado.

Y que ya puedo empezar a entrenarme para el Campeonato Nacional del Asado. La ensaladita puede esperar. ■

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