Clarín

Los malditos corchos (parte 2)

- Horacio Pagani hpagani@clarin.com

Si de secretos hogareños se trata, la otra misión -para los que pueden tenerlos en casa, claro- es destapar las botellas de champán (ya figura así en el diccionari­o de la Real Academia). Esa es otra historia. Mucho más artesanal (aunque ya están inventados los aparatos de metal para completar la obra más “científica­mente”, con un aro y dos palancas. Pero no. El tema es hacerlo manualment­e sin lastimar a nadie y sin derramar el contenido. Se recuerda que se trata de una bebida espumosa con gas incluido en el líquido provenient­e de la uva (de mayor calidad, por supuesto, si es de origen francés).

Primero hay que sacar la cobertura de papel metalizado. Muchas veces traen una tirita alrededor que facilita la salida. Si no hay que recurrir a las uñas. Una vez desnudo, el corcho está sostenido por una especie de jaulita de alambres, con un pequeño redondel sobre la base que permite -al girarlo- aflojar la atadura. Quitado el alambre, empiezan las precaucion­es. Conviene poner una copa al lado por si se produce el derrame (suele ocurrir cuando no está lo suficiente­mente frío o fue agitado) y evitar que la botella quede en modo vertical (para proteger los ojos, por ejemplo en una estampida empujada por el gas). Una vez oblicua, se envuelve el corcho con la mano haciendo fuerza para el giro con el pulgar y el índice bien firmes. Si está duro y resbala la mano se puede incorporar un repasador áspero para aflojarlo.

La antigüedad de empujar después con los pulgares la parte superior del corcho semisalido para que vuele y pegue en el techo ya está descartada por mal gusto.

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