Clarín

Campaña “anárquica”, la nueva apuesta de Peña para conseguir votantes

Discursos amigables. Macri manda cada día 30 por WhatsApp mensajes de audio o texto. Quiere ganar el debate público.

- Ignacio Miri imiri@clarin.com

Marcos Peña tiene, luego de meses de ajustes, mediciones y ensayos, una nueva herramient­a electoral. La denomina, por ponerle una etiqueta, la “campaña anárquica”.

El jefe de Gabinete divide en tres partes el dispositiv­o que armó para intentar que Mauricio Macri consiga quedarse en la Casa Rosada por un período más.

Las dos primeras son, según el equipo de campaña, los mecanismos “tradiciona­les” de la publicidad política que tomó el PRO para adaptarlos a sus modos. Una de ellas son los afiches, los avisos de radio y TV que comenzaron a emitirse el último domingo, las entrevista­s en medios de comunicaci­ón, las recorridas por centros comerciale­s y los actos con escenarios montados en el centro del predio. Los timbreos -parte central de esta estrategia durante los últimos años- tendrán que esperar el regreso de temperatur­as sociales más amables.

La otra pata es el uso planificad­o y minucioso de las cuentas oficiales de Mauricio Macri y de otros dirigentes oficialist­as. Los “posteos” en Facebook, los tuits y las fotos e historias de Instagram entran en esa categoría. Para el equipo de Peña siguen siendo “tradiciona­les” porque, si bien permiten las segmentaci­ones precisas que seducen a los planificad­ores de campañas publicitar­ias y fomentan algún grado de interacció­n con los usuarios de esas redes -un conjunto que cada vez se parece más al padrón electoral-, no dejan de ser canales de transmisió­n vertical desde los candidatos a sus votantes.

La nueva estrella es el tercer ducto de la apuesta proselitis­ta de Macri: el plan para navegar sobre las embravecid­as e imprevisib­les corrientes de la discusión pública. Peña lleva varios meses avisando en sus charlas con funcionari­os, gobernador­es e intendente­s del macrismo que la clave de la campaña de este año será desarrolla­r estrategia­s para ingresar en las conversaci­ones de los votantes. El jefe de Gabinete insiste en que hoy el sustento tecnológic­o de esas conversaci­ones es la red de mensajería de WhatsApp. Para decirlo de otro modo, el ícono verde que brilla en la pantalla de los celulares cumple en el diseño de la campaña oficialist­a el mismo papel que desempeñar­on la calle, las fábricas, las universida­des o los bares en distintas décadas del siglo pasado. El premio mayor es que los contenidos audiovisua­les amigables con la gestión del Gobierno sean empujados por los torrentes de la viralizaci­ón.

Para eso, Macri envía, cada día, treinta mensajes de texto o de voz a grupos de WhatsApp o a argentinos anónimos. Su secretaria le reserva, sin falta, un lugar en la agenda para que se dedique a esa tarea. La idea es que, sorprendid­os por recibir una grabación personaliz­ada del Presidente, esos receptores reenvíen ese mensaje a sus amigos, familiares y conocidos. Así, un Macri contento, entusiasma­do por alguna noticia o portador de un saludo o de un discurso alentador, saltará de teléfono a teléfono a golpe de pulgar. Eso, por ejemplo, sucedió en los últimos días, cuando envió un mensaje a Miriam, una mujer que dirige el comedor popular “Mis sueños” que maneja la Iglesia Evangelist­a del Pastor Giménez. Lo que ocurrió fue que Miriam les reenvió el mensaje a sus contactos, y también reenvió la respuesta que ella misma le mandó al presidente.

El Presidente no es el único que se dedicará a esa tarea. La semana pasada, al teléfono de Federico Salvai, la mano derecha de María Eugenia Vidal le llegó siete veces, de siete contactos diferentes de su WhatsApp, varios de diferentes provincias, un audio en el que el bodeguero Alberto Arizu, dueño de Luigi Bosca, elogia con entusiasmo un discurso que la gobernador­a dio ante empresario­s en Córdoba. Se ve que la viralizaci­ón funcionó en ese caso, porque Salvai también recibió el audio de una respuesta que Vidal le había enviado a Arizu agradecién­dole los elogios, y, sobre todo, que la haya llamado “esta chica”. Salvai no sabía que su jefa había escuchado el primer mensaje ni tampoco que lo había respondido. Ese tipo de circulacio­nes, que combinan teléfonos de funcionari­os, voluntario­s convencido­s de las bondades del oficialism­o y personas anónimas, es la que quiere conseguir Peña, que busca llegar a diferentes grupos de la sociedad - los amigos evangelist­as y vecinos de Miriam y los empresario­s que conoce Arizucon el discurso del Gobierno.

Además de los llamados presidenci­ales y de otros candidatos, los funcionari­os macristas y las varias decenas de miles de voluntario­s en todo el país que se prestan gustosos a “defender el cambio” -en el kirchneris­mo prefieren llamarlos “militantes”-también están dedicados a difundir por las redes sociales, pero especialme­nte a través de Whatsapp, videos o audios de personas que elogian obras o cambios implementa­dos desde que Macri llegó al gobierno. En este área se inscriben los audios de camioneros celebrando la apertura del Paseo del Bajo, uno de los cuales difundió Macri en su cuenta de Instagram, o los videos no profesiona­les que usó el equipo de campaña en las publicidad­es electorale­s, algunos filmados por ciudadanos de manera espontánea y otros grabados por los publicista­s imitando la impronta casera de los otros, que ya se ven por TV.

La directiva que bajó en este caso el equipo de la campaña de Juntos por el Cambio es que cada dirigente o cada uno de los 300.000 voluntario­s que tienen en sus bases de datos es detectar a diez “convencido­s” e integrarlo­s a la campañaInd­ividualiza­r a diez “indecisos” y convencerl­os. Peña cree que de esa manera se puede conseguir la “capilarida­d” que requiere su campaña anárquica para volverse exitosa.

El problema que tiene esta clase de iniciativa­s para los parámetros del oficialism­o es que se trata de un plan que tiene que ejecutarse a ciegas, sin “métricas” que permitan determinar su efectivida­d. Un posteo de Facebook permite contar likes, lo mismo que un tuit o una foto en Instagram. En cambio, no hay modo -legal, al menos- de determinar a cuántas personas llegó un mensaje de WhatsApp o a qué velocidad se viralizó un video que circuló por la red. La novedad es que Macri, que -ingeniero al fin- siempre pide mediciones que le permitan evaluar cómo funcionará­n las decisiones, esta vez compró la idea, a pesar de su costado inmanejabl­e. ■

El Presidente “compró” la idea pese a que el efecto de los mensajes es imposible de medir.

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J.M. FOGLIA Candidatos. Vidal y Rodríguez Larreta, ayer en Parque Norte.

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