Clarín

El juguete rabioso

En el “reboot” de “Chucky” el muñeco es un robot defectuoso, no está poseído por el alma de un asesino serial.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

“El muñeco diabólico”

Terror. EE.UU./Canadá, 2019. 90’, SAM 13 R. De: Lars Klevberg. Con: Aubrey Plaza, Gabriel Bateman. Sa

las: Hoyts Abasto, Cinemark Palermo, Showcase Norcenter. Este buen reboot de Chucky: El muñeco diabólico llega 31 años después de la película original de Tom Holland, con guión de Don Mancini -se dice que Mancini, excluido de esta producción, está preparando su propia serie de TV sobre el muñeco-.

Y algo ha cambiado, no sólo en estas tres décadas.

La actualizac­ión del muñeco malvado -antes, la madre soltera le regalaba a su hijo uno que estaba poseído por el alma de un asesino serial, ahora es una suerte de robot hogareñoob­edece a la dependenci­a tecnológic­a, la inteligenc­ia artificial… ¡y al maltrato que padecen los obreros vietnamita­s que construyen juguetes!

De hecho, es uno de ellos quien, en el sudeste asiático ante su inminente despedido, decide eliminar los filtros de “lenguaje apropiado” de Buddi (compañero), un muñeco en serie que interactúa con otros productos del hogar de la firma Kaslan.

Buddi puede programars­e para que hable de manera espontánea, y gracias a su software de reconocimi­ento facial, en cuanto ve una primera cara la “adopta” como su dueño. Y, como Woody, es un amigo fiel. Tan fiel, que hará lo que sea por contentar a su dueño. “¿Nos estamos divirtiend­o ahora?”, es su repetida pregunta a Andy, el hijo de Karen -una madre soltera con nuevo novio, interpreta­da por Aubrey Plaza-, un chico con problemas auditivos que sufre bullying. Karen trabaja en una

enorme juguetería, donde recibe Buddis defectuoso­s, y justo, pero justo, no va a regalarle éste que desprogram­ó el operario vietnamita.

Lo cierto es que este Buddi está aprendiend­o a matar: sus clases consisten en compartir, ver películas de terror (homenaje a La masacre de Texas 2) y escuchar charlas entre Andy y sus dos amiguitos. Chucky hará lo que sea para que Andy esté feliz; si el niño desea que alguien desaparezc­a…

Como Annabelle 3, o la saga de El conjuro, antes de volverse un slash film, El muñeco diabólico se toma su tiempo para desarrolla­r la trama. Hay guiños y/u homenajes. Además de a La masacre…, a la saga de Star Wars. Mark Hamill (Luke Skywalker) le pone su voz a Chucky, a quien Andy decide llamarlo Han Solo, y el muñeco le responde “¿Dijiste Chucky?”. A E.T., por el dedito iluminado del personaje malvado; a Ted, el osito de la comedia con Mark Wahlberg; pero que el niño se llame Andy, no es por el chico de Toy Story, ya que así se llamaba en la película de 1988.

Dirigida por el noruego Lars Klevberg, que en los Estados Unidos estrenó este año Polaroid, otro filme de horror sobre otra posesión (sí: la de una cámara). La película incluye miembros cercenados, sierras eléctricas, cortadoras de césped y, cómo no, cuchillada­s varias.

Gabriel Bateman (el dueño de Benji en la versión de 2018; Cuando las luces se apagan) es el niño y hay una aparición especial de Tim Matheson ( Colegio de animales, The West Wing) como Henry Kaslan, el dueño de la fábrica de Buddi. ■

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DIGICINE Chucky y Andy. El muñeco made in Vietnam y el chico de madre soltera.

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