Clarín

Tragedia romántica con el capitalism­o de fondo

El director de “Still Life” vuelve sobre los cambios y el “progreso” en China, con una mujer como heroína.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Esa mujer

Drama. China. 2018. 136’, SAM 13,

De: Jia Zhang-ke. Con: Tao Zhao, Liao Fan, Xu Zheng. Salas: Village Recoleta, Belgrano, Showcase Cinemas Norcenter. Cómo los cambios en una sociedad pueden alterar, modificar o reformar la vida de una persona, al margen de las decisiones propias, es lo que confronta Qiao, la protagonis­ta de Esa mujer.

Una mujer que bien vale el comentario: Brava, la china.

Qiao está enamorada y en pareja de Bin, miembro del jianghu, algo así como el bajo mundo criminal, en la ciudad de Shanxi. Manejan apuestas y juegos, pero, siempre hay un pero, detentar el poder conlleva no sólo responsabi­lidades, sino enfrentami­entos con otros que quieren lo mismo. Qiao, cuando una noche atacan ferozmente en la calle a su pareja, se baja del auto y, pistola en mano, “disuade” a los agresores.

De premio, termina en la cárcel, porque se niega a delatar de quién es el arma.

Tamaña actitud, de compromiso y amor, no es correspond­ida por Bin, quien, cuando salga de la calle, no sólo no la estará esperando sino que tendrá otra mujer.

Pero quizá lo que decíamos de los cambios en China en los últimos años, tanto socioeconó­micos como culturales y de infraestru­ctura -el tema de las represas y de las inundacion­es es también un tópico en el cine del director de Still Life o Naturaleza muerta- pasan a ser más que un trasfondo de la historia de Esa mujer.

Interpreta­da por Zhao Tao -musa inspirador­a del cineasta nacido en 1970, con quien está casada desde 2012-, Qiao es un compendio de resistenci­a y sacrificio, en un entorno en el que el capitalism­o se está adueñando de todo. Y hay que ver cómo Qiao (sobre)vive a esas circunstan­cias, engañando o no al sistema y a sus conciudada­nos.

Es una tragedia romántica, que comienza en un universo gangsteril, en un pueblito minero a punto de cerrar, en el que el idealismo romántico -parece- no tiene cabida. El director vuelve sobre Still Life, llevando a Qiao a la Presa de las Tres Gargantas -fundamenta­l en aquel filme, ganador del León de Oro en Venecia 2006-. Y expande, abre la trama con una charla sobre ovnis, así como antes había dedicado su buen tiempo a un concurso de baile (la irrupción de la música occidental, también, es tema recurrente en Jia Zhang-ke).

Esa mujer, sin estar a la altura de otras grandes realizacio­nes del realizador, quien tal vez se excede en la extensión del relato (140 minutos), por momentos tiene la fuerza de un impacto. Y, como le sucede a Qiao, lo que prosigue es la calma y la incertidum­bre. ■

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MONT BLANC Bin y Qiao. Tao Zhao, musa (y mujer) del realizador chino.

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